Hay bandas que tienen la capacidad de transportarte a otro lugar, a otra época. Entrar en la sala en cuestión, ver las luces caer y ya en la primera sucesión de acordes y redobles olvidarte del presente para cerrar los ojos y retroceder unos cuantos años. Retroceder a cuando los conciertos eran templos musicales donde los artistas actuaban en el escenario y no en los móviles. Lugares sagrados donde la gente se congregaba a vivir en primera persona el directo de sus bandas favoritas. Sin embargo a día de hoy, esta sensación de cercanía y comunidad es cada vez más dificil de conseguir cuando las pantallas se convierten en nuestros ojos y los ordenadores emanan música en lugar de guitarras que ven el sudor de sus dueños resbalar.
No obstante hay gente que sigue manteniendo el espíritu firme y The Soul Jacket son un claro ejemplo de ello. Seis fieras gallegas que poco tienen que envidiar a otras bandas de rock sureño de los propios Estados Unidos y que se miran en el espejo de nombres como Creedence Clearwater Revival o The Black Crowes. La potente voz de Toño López no flaqueó en ningún momento del concierto. La banda compuesta de músicos de primera nos hizo un recorrido sonoro que se movió desde el folk al soul, y desde tintes countries a la misticidad incluso del gospel.
Pese a que la sala no estuviera llena, el públicó se congregó en las primeras filas donde un tornado de más de hora y media arrasó con cada canción, no dejando a nadie fuera de su alcance. La gente se entregó a la banda mientras que paralelamente el frontman interactuaba con los asistentes, pasándoles el micrófono o animándoles a corear sus letras. Incluso hubo un pequeño momento de crisis cuando uno de los cables falló. No obstante supieron salir del paso con desparpajo y más fuerza incluso.
"Untitled/Volume III", disco que llevan presentando por todo el país sonó de maravilla. "Green Cookies", "Behind The Hill" o "GBTW" sonaron el triple de rockeras que en la versión grabada. Además las partes instrumentales se alargaron de manera magistral, del mismo modo que los bises (que duraron veinte minutos más). Así pues, parece ser que este último trabajo se ha convertido en uno de esos discos que en directo crecen y crecen hasta hacer de la sala un festival del rock and roll.
En resumidas cuentas no me queda otra que sentirme agradecida por haber podido disfrutar de un concierto de estas características donde la gente y la banda se unen a la vez que la música se convierte en la única protagonista. Siempre es un placer ver a artistas disfrutar, viviendo en cuerpo y alma lo que predican.
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