Sólo unos meses después de visitar La Cueva del Jazz en Vivo junto a Ricardo Lezón -aka McEnroe-, Ramón Rodríguez repetía idéntico escenario en la ciudad de Zamora. En esta ocasión la parada se incluía dentro de la actual gira “Quema la memoria”, con la que el catalán celebra el décimo aniversario de su proyecto como The New Raemon, en un tour de idéntico título que el libro con ilustraciones de Paula Bonet y el correspondiente disco recopilatorio. Una serie de conciertos en los que el vocalista se acompaña de bajista y batería para recuperar, en formato eléctrico, una selección de temas de entre toda su jugosa trayectoria.
Es difícil que un concierto de he New Raemon no cumpla con unas expectativas mínimas, si tenemos en cuenta la calidad y posibilidades del cancionero, así como su capacidad vocal (una de las más potentes de la escena nacional), y las habilidades de sus acompañantes -especial mención para la valiosa y aparentemente discreta presencia del batería Salvador D'Horta-. Y justamente eso fue lo que ofertó el autor: un concierto cumplidor y solvente, pero que se quedó justo en ese punto al carecer de dosis importantes de pasión. Desde luego que canciones como “La Cafetera”, “Lo bello y lo bestia”, “Reina del Amazonas”, la revisión del “Te debo un baile” de Nueva Vulcano, “Oh, Rompehielos” o la final “Tú, Garfunkel” resultaron atractivas, desarrolladas todas ellas con sonido nítido y solidez interpretativa. Pero precisamente a lo largo de la última década ha habido multitud de ocasiones en las que ver al artista en directo, en diferentes formatos (y con distintas formaciones) y en situaciones variopintas. Por eso es de sobra conocido que sus conciertos pueden albergar un componente emocional que la pasada noche apenas hizo acto de presencia.
La hora y media de concierto resultó ágil y fácilmente agradecida gracias a la validez de los propios temas, y sugirió que sería difícil que el trío que ocupaba las tablas errase en su ejecución. Pero la velada también dejó cierta sensación de intrascendencia, quizá motivada por el cansancio reconocido de los protagonistas. Con The New Raemon siempre apetece repetir, precisamente con la esperanza de que tenga uno de esos días en los que consigue que el público levite con la potencia narrativa y descriptiva de su obra. Pero a paso por orillas del Duero no hubo suerte.
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