A Ramón Rodríguez, aka The New Raemon, se le da casi tan bien escribir canciones estremecedoras como reírse de sí mismo con ironía y despreocupación. Por eso sus conciertos suelen estar salpicados de un humor ácido que choca de frente con la profundidad y llegada de sus propias creaciones, en un contraste que puede llegar a difuminar en exceso el motivo principal del mismo. Eso fue lo que ocurrió en la sala salmantina Plan B, donde el barcelonés finiquitaba la extensa gira acústica con la que ha recorrido buena parte de la península.
Quizá fuese precisamente por la soledad sobre el escenario, o puede que influyese la cercanía cómplice con las pocas decenas de aficionados que acudieron a la cita, pero el caso es que una palpable (y creciente) relajación definió definitivamente el talante de la velada. Una actuación más cercana a la presentación informal que a una de esas ejecuciones apabullantes que el vocalista tiende a ofrecer en directo. Piezas de su último disco, “Oh, rompehielos” (BCore, 15), como “El Yeti”, “Mientras sea intruso”, “Reina del Amazonas” o el mismo corte que da título al álbum, compartieron espacio con clásicos como “La cafetera”, la popular apropiación del “Te debo un baile” de Nueva Vulcano, “Risas enlatadas” o “Tú, Garkunkel” ejerciendo como celebrado cierre.
Repartir protagonismo a partes iguales entre un distendido desarrollo y el impacto implícito de la obra supone un riesgo considerable, que con frecuencia desplaza la atención hacia algún lugar alejado de la propia música. Así por el camino aparecieron coristas improvisados, peticiones más o menos satisfechas, guiños a Manos De Topo, McEnroe o Chris Isaak, o distendidas conversaciones con el público. Un peaje elevado cuando eso significa rasgar el ambiente generado por una serie de composiciones poderosas, aptas a la hora de formar un todo de incuestionables consecuencias. Sensaciones extrañas y contrapuestas, por tanto, las dejadas por sesenta minutos incuestionablemente entretenidos y divertidos. Quizá incluso demasiado divertidos.
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