Elegante contundencia
ConciertosThe National

Elegante contundencia

7 / 10
JC Peña — 06-10-2023
Empresa — Live Nation España S.A.U.
Fecha — 04 octubre, 2023
Sala — WiZink Center, Madrid
Fotografía — Virginia Barbero

La eléctrica conexión de los de Ohio con Madrid se remonta dieciocho años atrás, cuando eran una banda prometedora, intensa y elegante que había fichado por Beggars Banquet, y visitaron la sala Moby Dick. Lo recordó el compositor y guitarrista Bryce Dessner, con una gran sonrisa que compartió durante toda la velada con su hermano gemelo Aaron. Aunque han pasado por algún festival, hacía mucho tiempo que The National no se dejaban ver en sala. La banda respondió con sobrada energía y con esa elegancia clásica que llevan en el ADN.

Dos décadas y varios discos después de aquel primer bolo en Madrid, estuvieron cerca de llenar la difícil plaza del WiZink Center, y convencieron de su estado de forma con un concierto de dos horas y media, tan impecable como por momentos arrollador, apoyándose en un sonido excelente, aunque a veces literalmente estruendoso. Y se pueden contar con los dedos de una mano las bandas que han tenido la férrea constancia, talento y suerte para hacer un viaje de estas características. De una sala pequeña al mayor recinto cerrado de la ciudad. Un caso escaso lo del quinteto, que en el escenario se hace acompañar por otros dos músicos que se ocupan de matices de percusión, teclados y vientos.

Y eso que el momento discográfico de los norteamericanos no es especialmente glorioso, aunque en el reciente Laugh Track encuentro más destellos que en su aburrido predecesor. Ya enI Am Easy To Find había síntomas de agotamiento. La pregunta es pertinente: ¿Estamos ante el aburguesamiento inevitable de quienes han hecho todo lo que tenía que hacer en esta era en la que los grupos no saben o no pueden ponerse fecha de caducidad? Bueno, nadie es infalible, y su vibrante directo y algunas cosas de su trabajo más reciente me han vuelto a llevar la contraria: The National no parecen haber dicho su última palabra.

La original intensidad de Bartees Strange fue un buen contrapunto a la elegancia contenida con la que comenzaron. Con su bucle de piano, “Once Upon A Poolside” es de lo más potable de su penúltimo disco First Two Pages Of Frankenstein, y más si da paso a clásicos del repertorio de un grupo que, desde su clasicismo majestuoso, no engaña a nadie: las bases rítmicas que engarzan los hermanos Devendorf (el batería tiene un estilo tan personal como milimétricamente preciso) soportan las guitarras minimalistas de los hermanos Dessner -que se desarrollan en una sincronización asombrosa-, a veces delicadas, a veces gozoso muro de ruido. Sobre todo ello navega la voz de Matt Berninger, con ese estilo personal entre intenso, inexpresivo y desganado que ha hecho suyo y explota como nadie.

Cierto que las canciones a veces se parecen más de la cuenta -la influencia armónica de la escuela minimalista -, pero muy pronto el guitarrista explicó que iban a celebrar su carrera. Y vaya si lo hicieron. Combinaron hits incontestables de su catálogo (“Don´t Swallow The Cup”, “Blozzbuzz Ohio”, “Day I Die”) con canciones recientes menores (o no tanto, como la estupenda “Smoke Detector”, que culminaron en una orgía de ruidismo) y joyas ocultas de su amplia discografía que no tocaban desde hace muchísimo tiempo (“Sleeping Husband”), para deleite de un público entusiasmado y muy agradecido con su generosidad. Y no, la cosa no se vino abajo con el material de sus últimos trabajos. Tiraron de casi todo, aunque se permitieron el lujo de prescindir de alguna de sus mejores canciones. Reivindican su presente, y eso les honra.

En la parte final del concierto, el grupo se crece en las distancias cortas: brillan “Fake Empire” y “Light Years”, con Bryce al piano. Y tras el desmelene rítmico lleno de electricidad de “Space Invader”, la invitación que hacen al público de que cante en formato íntimo y recogido la preciosa “Vanderlyle Crybaby Geeks” pone el broche perfecto.

Como cualquier banda que se precie, The National tienen en el directo su principal razón de ser. Lo importante es que eso se note. Y se sigue notando. Puede que Matt Berninger, con su pinta de profesor despistado de filosofía, no abandonara su gesto adusto ni siquiera al final, con el divertido, y a veces un poco angustioso -las filigranas que tienen que hacer con el cable de su micro-, baño de masas al que nos tiene acostumbrados. Deben ser cosas, supongo, de la timidez y la concentración. Y de que los tiempos en que se metía en el cuerpo una botella de vino, como es lógico, ya han pasado. O no. Con los grupos sólo hay una certeza: nunca se sabe.

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