A la hora acordada surgió de entre las sombras el quinteto estadounidense The Mystery Lights, alumbrados solo por una luz roja y tenue. Detrás del escenario, una lona con la imagen de una bombilla estallando en pedazos a causa de un balazo, lo que quizás explicaba la oscuridad del ambiente. En realidad, se trata de la portada de “Purgatory” (Wick, 24), el disco que venían a presentar en su segunda aventura por tierras gallegas, tras haber debutado en 2021 en la mítica La Iguana Club de Vigo con la pandemia aún coleando. Esta vez se enfrentaban a un aforo mucho mayor (el público compostelano respondió con generosidad en la noche del jueves), pero traían bajo el brazo el que, para quien escribe estas líneas, es uno de los trabajos más destacados del pasado 2024. Un álbum que define a la perfección qué son The Mystery Lights: el punto justo donde se encuentran la distorsión del garage, el ruido de la psicodelia, la energía del rock y la melodía del country.
Basta de palabrería. El concierto comenzó igual que “Purgatory”, con la fantástica y pegadiza “Mighty Fine & All Mine”. Este tipo de riffs sencillos y canciones machaconas pueden dar la impresión de que los de Salinas, California, van a lo simple, pero ni mucho menos: todos los temas cuentan con estructuras, capas y arreglos de lo más elaborados. A la cabeza de la banda está Michael Brandon, vestido con mono de trabajo oscuro que le daba un aire a medio camino entre un mecánico de extrarradio y científico loco. A diferencia de sus compañeros, no paró de moverse, saltar (incluso desde encima del amplificador) e interactuar con el público con su voz aguda y acento indescifrable. Otras canciones del nuevo álbum, véase la folkie “Sorry I Forgot Your Name” o la misteriosa “Cerebral Crack”, sonaron fantásticas.
Tras cincuenta minutos de actuación realizaron un breve parón y volvieron, a petición de unas chicas del público, con “Too Many Girls”, tema que según el vocalista hacía “mucho mucho mucho” tiempo que no tocaban. El experimento salió bien y continuaron con una canción de su segundo disco, “I’m So Tired (Of Living In The City)”, muy apropiada para cantar en verano en esas calles de Santiago abarrotadas de peregrinos. Continuaron con “Someone Else Is In Control” y cerraron con dos versiones: “I Hate You” de The Monks y un salvaje “Demolición” de Los Saicos, interpretada por el manager de la banda (y hermano del guitarrista) Teddy Solano. Tras 23 canciones (la mitad de ellas de “Purgatory”) desarrolladas en aproximadamente hora y cuarto, la banda dio todo lo que tenía que dar. Ya saben lo que se dice: lo bueno, si breve...
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