The Mars Volta
ConciertosThe Mars Volta

The Mars Volta

8 / 10
Don Disturbios — 01-03-2008
Empresa — Iguapop
Sala — Razzmatazz 1, Barcelona
Fotografía — Fernando Ramírez

Ésta era la tercera vez que tenía la oportunidad de presenciar un concierto de The Mars Volta y debo reconocer que nadie les puede negar el espectacular proceso de crecimiento, tanto musical como de convocatoria, en el que se hayan inmersos desde entonces. La primera vez fuimos sólo una centena de aficionados los que nos citamos con el grupo en la diminuta sala 3 del mismo recinto, por entonces Zeleste, en un segunda visita mucho más certera que la que habían protagonizado meses atrás junto a Les Savy Fav. El grupo venía a recuperar los honores que habían conseguido antes con el hardcore de At The Drive-In, con quienes habían alcanzado cotas de efectividad indiscutibles con el maravilloso “Relationship Of Command”. En su tercera visita, ya en la sala grande del Apolo, The Mars Volta eran ya una entidad completa en sí misma con unas características muy marcadas que venían a ser un cruce bastardo entre el hard rock de Led Zeppelin y el harcore de Fugazi con unas gotas del soul-punk de MC5 y el componente latino de Santana. Pero en esa monstruosa carrera en hacerlo todo más aterrador, oscuro y maligno, The Mars Volta han ido perdiendo matices para ganar en una épica rockera que cada día les acerca más al hard rock de marcado componente psicodélico, con una vertiente experimental, más propia de una interminable jam (que en ocasiones roza el free jazz y en otras el rock duro letalmente progresivo, enmarañado, crudo y ahora incluso con ese coartada demoníaca que tanto gusta al imaginario del heavy más clásico). Por todo ello, no deja de resultar curioso que a medida que la música de los estadounidenses se ha ido escorando hacía una dificultad melódica que prescinde de estructuras y aniquila los estribillos hayan ido ganando en adeptos. Hasta tal punto que el ambiente de la abarrotada sala grande del Razz era del todo irrespirable. A lo largo de casi tres horas de concierto en los que las improvisaciones daban pie a los espasmódicos y epilépticos bailes de un Cedric Bixler que se encaramaba por lo bafles como si de Lux Interior de The Cramps se tratara mientras su pareja de baile, la guitarra de Omar Rodriguez, desarrollaba unos solos de guitarra que ya no parecen haber sido tocados con las cuerdas invertidas. Al final, incluso sacaron a relucir esa vertiente latina que habían sepultado durante el resto del concierto a base de decibelios, realizando un pequeño set acústico en español coreado por sus incondicionales. La buena noticia es que The Mars Volta son únicos en los que hacen. La mala es que el triunfo de su épica progresiva puede dar lugar a una cohorte de insufribles imitadores que, sin duda, acabarían con nuestra santa paciencia. Y es que no todo el mundo tiene la suficiente capacidad para embarcar al respetable en un mal viaje de ácido como el que desplegaron sobre Barcelona.

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