Ahí estábamos, en la enorme fila que se formó a cuenta del pasaporte covid para entrar a la sala L´Atabal de Biarritz. Llenazo de las grandes ocasiones, todo el mundo en “modo concierto”, una sensación rara aún, pero placentera. Hemos de ir recuperando los viejos hábitos y hacerlos nuevos. Era domingo y no hay que dejar pasar la ocasión de que un domingo termine perfecto.
Para no ahogarse en su incontrolable inclinación “beatles” Arthur Satàn, los teloneros llegados desde Burdeos, tiraron de unas pinceladas de psicodelia “casual”, a ratos apoyada en una rotunda armadura sónica y mucho oficio para alargar el té de las cinco. No fue el único momento “brexit” de la noche.
Narcotizar parece ser el objetivo más claro de Lionel y Marie, la capitanía desde donde dirigen el devenir de The Limiñanas. No parecen estar presos del estribillo ni de la búsqueda de la canción perfecta. Su apuesta es unidireccional: ambiente y aroma, que el climax si ha de llegar, ya llegará. Con esas se lanzaron a presentar su nueva obra “De Película”, su nuevo pequeño giro gravitatorio. Puesta en escena seria con 7 luminarias cuyo fin no es otro que servir a la canción y al concepto. Momentos excelsos como en “Juliett Dans La Caravane” ejercen el trabajo artesanal de la araña que teje la trampa con meticulosidad donde vas a caer mientras te contorneas o directamente bailas. Canciones que se van sucediendo en una monotonía rítmica preconcebida y donde logran anular parte de nuestras conciencias: de repente, estás metido. Sonó perfecta “The Gift” con ese aroma british tan Psychedelic Furs. Resaltaron las actuaciones vocales, por el flanco izquierdo el chileno, afincado en París, Edi Pistolas que a ratos se daba aire vocal a los Clash y que tuvo su momentazo en “Que calor!” postal insolente de una noche ochentas traída a nuestros días. En el flanco derecho Renaud Picard un fijo en Limiñanas y muy comprometido con el sonido de la banda. No se me va de la cabeza su actuación vocal en la coda de la impagable versión de Can ("Mother Sky") que se marcaron. Momentos que justifican un día entero. También es de recibo destacar a Ivan Telefunken en segunda fila concentrado en la ardua tarea de otorgar capas de ruidismo controlado, envoltorio imprescindible en la “idea Limiñana”. Muy adecuado su momento frontman cuando micro en mano dio auténtica vida al “Teenage Kicks” de los Undertones.
Limiñanas ahora mismo están para enredar, tejer su particular tela de araña y convocarnos a su trampa sonora. Sus últimos pasos parecen que están dirigidos a indagar el recorrido que puede abrir las composiciones basadas en los bit tecno (¿se dice así?), la carpa after, vaya. Una interesante propuesta, un espacio ideal para seguir desarrollando una carrera bien definida pero siempre a la búsqueda de alguna nueva percepción: afín y al cabo de eso trataba la psicodelia, no?
Una pega? Venga! Las luces. Afortunadamente prescindieron de las filminas psicodélicas que tanto gustan en el gremio Psy pero abusaron del contraluz. No soy muy amigo de sombras y oscuridades. A ratos también desconcertaba una excesiva actitud lumínica poco acorde con la cuidada progresión sónica que tenía lugar en el escenario. Por lo demás, un dimanche perfait.
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