The Legends, el ruido sin furia
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The Legends, el ruido sin furia

4 / 10
Luis J. Menéndez — 14-04-2010
Sala — Círculo de Bellas Artes
Fotografía — Alfredo Arias

De la mano del Primavera Sound, que ha creado el
ciclo de conciertos Entreprimaveras para ir calentando el ambiente ante el
evento magno que se celebrará en Barcelona del 27 al 29 de mayo, abrían la
noche Edredón, todavía sacando brillo a un álbum de debut que no llegará hasta
después del verano. Echaron mano de un repertorio que no escuchábamos desde
hace tiempo, rescatando temas menos electrónicos y más centrados en las
guitarras de lo que nos tienen acostumbrados. Por momentos su cinematográfica
propuesta me trajo a la cabeza “Carnage Visors”
aquella
larga pieza instrumental que los Cure utilizaban para ambientar sus conciertos
en los años del “Faith”
. ¿Un reproche? El de siempre: seguimos
esperando que en algún momento sus largas progresiones terminen de explotar y
mientras no lo hagan, la admiración que ya a día de hoy despierta su música no
terminará de convertirse en algo mucho más grande, en algo que puede llegar a
un público mucho mayor y convertir sus directos en toda una fiesta. A pesar de
ello no hizo falta que el quinteto madrileño llegase a despeinarse para
convertirse en vencedores del pulso con The Legends. Sorprendió de buenas a
primeras la apuesta por una formación clásica de rock que poco tiene que ver
con el estilizado y ensoñador pop electrónico que Johan Angergård ha
desarrollado desde la habitación de su casa en sus últimos discos
. Podría ser que el éxito de Mary Onettes, nuevo
buque insignia de Labrador -el exquisito sello de pop sueco que Johan comanda
desde hace casi dos décadas- le haya hecho ver la luz. Sin embargo la
consecuencia de ello fue que The Legends sometieron su repertorio a la más
absoluta de las penumbras. En un homenaje involuntario a los Jesús & Mary
Chain del “Upside Down”, los acoples camparon a sus anchas a lo largo y ancho de
un bolo en el que reconocer canciones tan brillantes como “Darling” se
convirtió en toda una odisea. También ayudó a ello un guitarrista inoperante y
fallón que se traía las notas escritas (no, no tenía vocación shoegazer, es
que si dejaba de leer la partitura en el suelo se perdía…) y la anecdótica presencia de la
compañera de Johan en Club 8, cuyos coros y arreglos no pudimos escuchar en
toda la noche. Enmendaron mínimamente la plana con un “Call It Ours” como único
bis final que no demasiadas personas entre el público tuvieron el valor
solicitar.

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