“¡Esto no es un funeral, es una fiesta!”. Con ese énfasis, con esa aplastante seguridad, Nicke Royale nos transmitió el sentimiento de estos cinco tipos que ya quedarán para siempre en nuestra retina y coraza sentimental. Porque ver más de una decena de veces a un grupo como ellos y mantener las mismas sensaciones positivas que la primera vez es como llevar treinta años casado y que todo sea como el primer día. Así de simple. Además, esta vez había una expectación previa inusual, con incluso un público nuevo absorto que quería asistir a su primer y al mismo tiempo último concierto del grupo. Esa suma de públicos –los veteranos y los más jóvenes- propició un sold out hasta la bandera que sorprendió hasta a los más incrédulos. Con “Hopeless Case Of A Kid In Denial” sacudieron las mentes y los corazones de un respetable metido en barrena, algo anormal cuando todos sabemos que, por costumbre, el rock’n’roll en la Ciudad Condal no suele obtener la misma excitación y entusiasmo que en otras ciudades. Esta vez, por contra, la comunión entre grupo y público fue total, con el público rendido a sus pies desde las primeras notas. Los suecos demostraron nuevamente el porqué han sido sin ningún tipo de discusión la banda de rock’n’roll que más nos ha hecho gozar durante esta última década. Y lo consiguieron con balazos tan rotundos como “Hey!” o “Everything’s On T.V.”. Con “Toys And Flavors” llegó la apoteosis, y con el aterrizaje de los bises –hasta cinco- la culminación de uno de esos momentos inolvidables que nos llevaremos a la tumba. Gracias es poco.
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