El matrimonio Sparks se presentaba en Barcelona para sumergirnos en la truculencia de las historias desoladas que pueblan su última entrega, “Twilight”. Bueno, o eso se suponía, porque, francamente, uno queda desarmado ante la desenfadada puesta en escena de esta pareja de freaks que no dejan de lanzarse puyas entre canción y canción, cuando no auténticas miradas asesinas de la señora al señor advirtiéndole de que ya ha hecho suficientemente el ganso con la guitarra en medio de algún tema que el hombre ni se atreve a terminar. Y es que Brett parecía algo cocido hacia el final de la actuación. Que no se entienda esto como una crítica negativa, al contrario: la sorpresa fue bien recibida y la frescura es de admirar. Mucho más cuando el concierto en sí resultó magnífico, con la tremenda voz de Brett (que me hacía pensar en Cash) dibujando sus preciosas melodías campestres contra el fondo envolvente de la melódica o del arpa-piano de Rennie; y, por detrás, ritmos sampleados, sin cortarse ni un pelo. Las calas en su último disco fueron pocas para mi gusto: “So Long”, “Cold, Cold, Cold” y, lo mejor de la noche, “No One Fell Asleep Alone”, esa nana encantada que Brett canta con delicadeza al abrigo del susurro de su señora. Después sonarían los timbales de guerra.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.