El rock no necesita salvación

The Dictators fueron de las primeras bandas de New York en impulsar las influencias de MC5, Flamin Groovies, New York Dolls y The Stooges hacia la nueva revolución que se cocinaría en el CBGB. Como suele ocurrir, The Dictarors pagaron el precio de los pioneros. La incomprensión de su álbum de debut, “Go Girl Crazy!” (75), con expulsión de discográfica incluida, provocó cambios en la formación y cierta inseguridad estilística en sus siguientes pasos. Otros vendrían que se llevaran los laureles (ahí están los Ramones que algo les deben), pero nadie les puede quitar las credenciales que muestran con orgullo en el video oficial de “Let's Get The Band Back Together”.

Abrían la noche los toledanos The Red Ducks, podría decirse que nacidos para ser banda invitada de The Dictators a los que expresamente rindieron pleitesía. Con esa calidad y actitud no les costó meterse al público en el bolsillo, supongo que deseoso de cazarlos alguna vez en una velada en la que los propios The Red Ducks sean los protagonistas. Ante una sala medio llena y bastante animada subieron al escenario los miembros fundadores de The Dictators, Andy Shernoff (bajo/coros) y Ross The Boss (guitarra/coros), junto a los fichajes Keith Roth (guitarra/voz) y Albert Bouchard (batería).

La elección de las canciones más punk-rock de su catálogo es un acierto, porque les permite dar un concierto coherente con el estilo en el que son mejor recibidos, por eso se valen fundamentalmente de “D.F.F.D.” (01), el disco en el que el tiempo ya les había mostrado las respuestas correctas. Sonaron “Who Will Save Rock And Roll?”, “Pussy And Money”, “It's Alright”, “Avenue A” etc, pero también las clásicas “The Minnesota Strip”, “Faster And Louder”, “Stay With Me”, “The Next Big Thing”, “Weekend”, etc.

También, las apropiaciones habituales: “New York, New York” (Manitoba's Wild Kingdom), “Dominance and Submission” (Blue Öyster Cult) y “What Goes On” (The Velvet Underground), junto con algún adelanto del que anuncian será su próximo álbum. Para satisfacción del personal, estos muchachos cercanos a los setenta años dieron un concierto a la altura de su leyenda. Claro, que también ayuda poner a la voz principal al más joven Keith Roth para que ejerza de frontman. Podemos estar tranquilos, el rock no parece necesitar salvación, aunque creo que ninguno de los presentes tenía dudas al respecto.