Los hermanos químicos volvieron a Barcelona tras visitar la ciudad –por partida doble- durante la edición de Sónar 2015. En aquella ocasión acababan de empaquetar el que hasta el momento es su último disco, “Born In The Echoes”. Ahora con un directo bastante rodado –llevan desde entonces dando conciertos por todo el mundo sin parar-, vuelven a España para ofrecer una mini-gira que, además de en la Ciudad Condal, les hará recalar en Madrid, Bilbao y Santiago de Compostela. Su última visita a nuestro país, eso sí, fue en julio de este año, cuando volvieron al FIB después de doce años, nuevamente como cabezas de cartel. Y es que estamos hablando de un combo que lleva ya un cuarto de siglo de carrera, siendo uno de los proyectos que más ha hecho por la democratización de electrónica de baile de todo el planeta.
La del Poble Espanyol fue una noche agradable, con una buena respuesta por parte de un público con muchísimas ganas de pasarlo bien, aunque en el que no se vio mucha renovación generacional. La media de edad del público rondaba los treinta y cinco o cuarenta años. Y es que Tom Rowlands y Ed Simons es madura (sobre todo en un contexto como el actual, en el que la EDM manda), aunque el precio de la entrada seguramente también tuvo algo que ver. En todo caso, la velada se presentó como un pequeño festival, con dos teloneros de altos vuelos. Abrió Erol Alkan, a las ocho de la tarde –en pocos minutos el británico ya tenía frente a él a un sesenta y cinco por ciento del aforo del recinto-, ejerciendo de killer en una sesión que se prometía de calentamiento. Dio igual. La premisa entre la gente era algo parecido a “mañana es viernes, víspera de puente, así que quememos las naves”. Y así fue. A continuación, 2ManyDjs cogieron el testigo y ejercieron a la perfección de openers con una sesión cargada a rebosar de big beat, trance, acid, funk, disco y electropop. Y es que con lo que les había dejado Alkan, ¿para qué soltar el pie del acelerador? En el tramo final cayeron Erasure y The KLF. Así estaban las cosas, señoras y señores.
A las diez y media de la noche, con toda la comitiva en pleno deleite, el dúo mancuniano apareció en el escenario, mientras sonaba la intro habitual (una versión del “Tomorrow Never Knows” de The Beatles). De ahí pasaron inmediatamente a “Hey Boy Hey Girl” y ya no pararon en una hora. Por el camino no dejaron ni un prisionero, y es que hay muy pocas propuestas en la escena de baile actual con un cancionero tan solvente. ¿Y cuales fueron sus cartas esta vez? Una concatenación de hits de infarto, compuesta por “Sometimes I Feel So Deserted”, “Chemical Beats”, “Do It Again”, “Go”, “Swoon” y el “Temptation” del primer disco de New Order -un guiño que ya pudimos ver en Benicàssim, este año-. Con “Saturate” el público acabó haciendo palmas y con “I’ll See You Again” se pasaron a la psicodelia big beat. Tras una breve parada para recoger rosas y claveles lanzados por el público encararon el tramo final con la salida de un par de aliados de megalíticas dimensiones, dos robots enormes, tan altos como el escenario, que no dejaron de lanzar lásers a diestro y siniestro. Tiraron toda la pirotecnia con “King Of Beats” y “Block Rockin’ Beats” antes de un descanso. Luego, el bis lo completaron con la tríada formada por “Hold Tight London”, “Wide Open” y “The Private Psychedelic Reel” pero resultó un poco fofa comparado con el resto del concierto. En definitiva, The Chemical Brothers volvieron a ser solventes y cumplieron con su cometido de hacérselo pasar fetén al público. Pero bien es cierto que, con ellos, el factor sorpresa brilla por su ausencia, a causa de a una fórmula –musical y de espectáculo-, que en su día deslumbró pero que hoy desgraciadamente resulta un tanto demodé.
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