Son las 21:00 h. y es el miércoles más caluroso de la Era de Piscis en Donosti. La sala todavía está todavía llenándose y gran parte del público sigue en la cola de taquillas porque todo el mundo compró su entrada por internet pero tuvo que vender la impresora para hacerlo. No hay prisa, llevamos varios meses esperando al bolo del año en Hegoalde (en Iparralde fue ayer, Thee Oh Sees tocaban en el Atabal de Biarritz, estamos que lo tiramos).
Comienzan los rumores sobre el estado de salud de Anton Newcombe y el septeto de Frisco sale a escena entre acoples y una densa y trabajada nube de humo, para abrir fuego con “Never Ever”, de su primer “Spacegirl & Othe Favorites”. De buen humor y con buena cara, especialmente cuando se supone que acaba de expulsar un cálculo renal, el Papa de la psicodélia actual (con el permiso de su Excelencia el Cardenal Christian Bland) saluda a la congregación, concretamente al técnico de monitores, con una frase que es una declaración de intenciones: “Aquí necesito menos volumen y mucha más reverb, por favor”.
Siguen ”Vad Hände Med Dem” y “Geezers” para engrasar la máquina, limar asperezas sónicas y levantar el vuelo. El espectro armónico es rico y gordo, a la Vox de Newcombe se le suman la 335 de Rick Maymi, y la Gretsch de Ryan van Kriedt, tres hachas (2 de 12 cuerdas) tocando exactamente los mismos acordes en la misma frecuencia y reverberando como en la atmósfera de Plutón.
Con “Who?” toda la audiencia está ya entregada al baile y los coros, agitando la cabeza al ritmo de la pandereta del sublime Joel Gion, héroe indiscutible de todo aquel que lo haya visto tocar en directo. Este mundo funcionaría mejor si Gion tuviera un puesto de responsabilidad en las Naciones Unidas, el FMI o la CNN. Piden luz roja, aseguran que les sienta mucho mejor y es cierto. La travesía es larga y todos estamos ya más que cómodos, apoyados en el mellotron de Rob Campanella (productor de Dead Meadow, The Tyde y Beachwood Sparks, entre otros), sus dibujos de sinte y los contundentes bajos de Collin Hegna. No hay grandes altibajos en el tempo, éste es un viaje de intensidades por los treintaypico años de carrera de la banda, con temas de todas sus épocas.
“Anemone” o “Pozac vs. Heroin” nos brindan su cara más shoegazer y la elevadora “Here Comes Waiting For The Sun” nos muestra su lado más estratosférico. De los Elevators a Asteroid #4 en tres cadencias y dos desarrollos. De buenas a primeras, sin avisos, la banda se esfuma del escenario cuando todxs estábamos la mar de a gusto, tras un crescendo timbalístico de Dan Allaire magnificado por una sabrosísima descarga de feedback, sin asomo de bis. Tras dos horas largas de bolo, la sensación es de iluminación y máxima gratitud, como debe ser. Si tienes problemas, no te preocupes demasiado: baja una gota el volumen y sube la reverb a tope.
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