Cuando uno se enfrenta a una obra como “Hospice”, el disco de debut de The Antlers, no lo puede hacer de forma indiferente y sin descifrar el contenido del mismo basado en la enfermedad terminal de una niña que sufre cáncer de huesos. Un disco que ha sorprendido a la crítica de medio mundo por manejar un tema tan espinoso, como doloroso y triste y hacerlo con un envoltorio musical que combina la emoción con la épica del pop más grandilocuente. Y es aquí donde estuvo el problema de su puesta en escena.El trío de Brooklyn consiguió apabullarnos pero no emocionarnos. El concierto en la segunda sala del Apolo empezó prometiendo más de lo que luego acabó otorgando. Y es que la ausencia casi total de los matices del disco, provocó que los temas se sucedieran uno tras otro de forma que parecía que la estructura de todos ellos era siempre la misma. Una monotonía harmónica basada en el crescendo continuo y en la bonita y sólida voz de Peter Sibelmar. Sin embargo The Antlers demostraron en directo que no tienen la fortaleza lírica ni el rico universo de Eels, la presencia escénica y la portentosa voz de Jeff Buckley, ni la riqueza instrumental de Damien Rice. Vaya que todo lo que en disco promete ser una cita que te conmocione, te deje hecho polvo golpeándote en lo más hondo y destrozando tu tierna sensiblidad, acaba resultando algo tedioso por monótono y falto de una emoción que la grabación del disco si logra trasmitir. Por cierto que antes de The Antlers, La Débil a quienes no tenía el gusto de conocer, nos apabullaron a todos con su punk demoledor que me recordó a los Columpio Asesino de la primera época y que sorprendieron por su excelente puesta en escena con detalles como una puerta de chapa en el suelo que golpeaban con saña; el rasgar con un arco de violín la guitarra para crear un efecto con el secuenciador o fundir la contundencia percusiva de una batería y un percusionista. No habrá que perderlos de vista porque la cosa promete bastante.
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