Edición número diecisiete del Sziget Festival y mi segunda incursión en ese parque temático en el que se convierte la Isla Óbudai, en pleno Danubio durante una semana. Alrededor de ciento veinte hectáreas dedicadas al ocio en todas sus expresiones posibles. No puedo imaginarme un espacio tan enorme y tan honesto como el Sziget. En la isla conviven alrededor de unas setenta mil personas sin ningún tipo de tensión. La falta de seguridad en el recinto es lo único que me puede dar una explicación a tal armonía. Es realmente muy difícil expresar cómo se siente este festival si no has estado allí. Sé que suena a tópico, pero hay que vivirlo. En el Sziget cada uno puede ser quién quiera ser durante una semana. Puedes pasarte los siete días sin dormir (hay una zona de la isla en el que la música no para en toda la semana) o puedes dedicarte a aprender húngaro, jugar al ajedrez, iniciarte con los malabares o probar con los graffitis, por ejemplo. Y si a esto le sumas poder pasar una semana en Budapest, ciudad vital, bella y decadente a partes iguales, la propuesta se convierte en insuperable. Pero vayamos con los conciertos. Sin olvidar que las actuaciones empezaban el martes, la programación al completo se desplegaba a partir del miércoles, día con el que empezamos nuestra nueva andadura en el Sziget.
Nos apresuramos para poder ver los últimos coletazos de la actuación de unos renacidos Ska-P, y algo sorprendidos pudimos comprobar tanto su buena forma como la cada vez mayor legión de españoles en el festival. Después llegó el turno para unos sobre valorados y tediosos Snow Patrol que, eso sí, dieron lo que se esperaba de ellos. El prime time se lo repartieron Calexico, algo desangelados pero enormes como siempre, y Lily Allen, que ha vuelto a recuperar su figura y se mostró más enérgica y entregada que de costumbre; incluso se atrevió a versionar con gracia el “Womanizer” de Britney Spears.
El jueves nos lo tomamos con más calma y dejamos pasar con cierto reparo las actuaciones de The Ting Tings, 08001 y 808State. Eso sí, nos dio tiempo de comprobar el gran estado de forma de BlocParty, así como lo tramposo que se ha vuelto ya hace un tiempo Norman Cookcon su alter ego Fatboy Slim. Le cuesta ofrecer un directo en condiciones y no pinchar como si estuviera en una verbena cualquiera. Por suerte Tricky sí ha decidido volver en toda su plenitud. Nos desconcertó al poner de intro a Phil Collins,pero lo arregló con creces con su sólida actuación.
El viernes se presentaba muy cargadito. Los australianos Jet, ejerciendo casi de viejas glorias, precedieron a unos Primal Scream que se defendieron bastante bien para lo diurna que fue su actuación. Y, en medio del concierto de Prodigy (otras viejas glorias paseando sus hits de antaño),el público húngaro y de medio mundo pudo disfrutar de las dos propuestas patrias más esperadas, La Troba Kung-Fú y el siempre alborotado Muchachito Bombo Infierno que, según mis fuentes, ya venía liándola un poco en el avión. Nada nuevo.
El sábado fue un día muy completito. Mientras sonaban Editors pudimos pasear con calma y disfrutar de la parte tranquila de la isla, donde las artes escénicas y otras ofertas más relajadas nos permitieron palpar ese latido igual de intenso pero más espaciado que también nos ofrece el festival. Perfecto contrapunto fue el empezar a acelerarnos con Klaxons, máquina de hits donde las haya. No fue fácil para Manic Street Preachers mantener el listón, pero les vamos a dar un aprobado. The Notwist se presentaban como una buena transición hasta el comienzo de Placebo, pero losproblemas técnicos no les dejaron brillar; Brian Molko y los suyos ejercieron de cabezas de cartel y justificaron sus galones.
Una vez finalizada la jornada en el escenario principal nos adentramos hacia el espacio donde La Fura dels Baus ofrecía un espectáculo creado para la ocasión, mientras escuchábamos los dos últimos temas de la actuación del guitarrista Al Di Meola, perfecto preludio para disfrutar desde la colina de la efectiva creación visual y sensitiva de La Fura.
Para el domingo nos quedaban dos de los platos fuertes del festival, The Offspring y los renacidos Faith No More. Los primeros fueron la cara B de un cassette compartido con Green Day en mi adolescencia, y verlos en directo fue algo parecido a besar años después a la chica que te gustaba en el instituto: ya no me supo igual, pero fue gratificante verlos. En cambio, Mike Patton sigue siendo ese frontman chulesco y sobre actuado, como si el tiempo no hubiera pasado para él ni para el resto de nosotros. Turbonegro cerraron con actitud un festival al que sin duda volveremos el año que viene.
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