La jornada del domingo en las Noches del Botánico nos pilló a todos en medio del recuento de unas elecciones fundamentales para el país, mirando de reojo al móvil para ver unos resultados que parecían ya cantados pero terminaron siendo bien diferentes y que dieron a estos versos de Chicho Sánchez Ferlosio, con los que terminó una jornada mágica, otro significado bien distinto, "gallo negro, te lo advierto: no se rinde un gallo rojo más que cuando está ya muerto", en las voces de tres mujeres que lograron un verdadero sortilegio de magia cruzada entre unas voces que se entretejieron pero también volaron en solitario y reivindicaron el repertorio de sus respectivas tierras, Argentina, Brasil y España.
Inculto de mí, llegué al escenario sin conocer mucho de la música de María Gadú y Liliana Herrero, confiado plenamente en el encanto de la mágica voz de Silvia Pérez Cruz, y salí enamorado de tres voces bien distintas pero todas ellas subyugantes, la fuerza rota, a lo Chavela Vargas, de Herrero, y, sobre todo, la especial combinación entre la sensibilidad de la catalana y la fuerza de la argentina que supone Gadú, toda una estrella en su Brasil natal, que llegó a cantar con el recientemente fallecido Tony Bennett, y que el domingo me dejó anonadado y volviendo a preguntarme cuánto me queda todavía por aprender, con una voz a la altura de las grandes de la MPB como María Bethania, Elis Regina o Gal Costa.
Habían comenzado la velada, derrochando clase, el trío formado por esa leyenda del contrabajo que es Javier Colina, que ha tocado con Morente, Dizzy Gillespie, Jerry González o Tomatito, entre muchos otros, Josemi Carmona, ex de Ketama, y el contrabandista Bandolero, que presentaban disco. Aunque con músicos de este calibre, lo mejor es relajarse y disfrutar de sus interacciones, ya fueran por Chico Buarque, por Morente y Pepe Habichuela (el padre de Carmona) o por Henry Mancini, como en ese final con "Moon River". Salió Silvia Pérez Cruz a cantarse "La Violetera", como en el disco conjunto que hicieron la cantante y el trío del contrabajista, y el bolero "Ella y yo", que han cantado Antonio Machín u Omara Portuondo, donde Colina se le unió a la voz. Fue el preludio perfecto para la aparición de las estrellas del cartel.
El recital comenzó por la más chiquita, de tamaño, y la más veterana, una veteranía que se la nota a Liliana Herrero en una voz más rota y cascada pero con mucha fuerza. Sonó "Giros" de Fito Páez y Herrero ponía su voz macerada al servicio del hombre que la convenció para dedicarse profesionalmente a esto hace más de 30 años. En las armonías, Gadú y Cruz comenzaban a conjugar sus voces y a sacar los primeros destellos de magia de la velada.
La segunda canción fue uno de los clásicos absolutos de la canción popular argentina, la "Oración del remanso" de Jorge Fandermole, que llegó a cantar hasta la mismísima Mercedes Sosa, aquí Herrero sacó partido, una vez más, a su voz más rota, nuevamente muy bien acompañada por las otras dos y su guitarrista de confianza, Pedro Rossi.
Pero nada me tenía preparado para el momento en el que María Gadú cogió su guitarra y comenzó a cantarse "Axé Acapella", algo que he descubierto tras tomar notas de la letra y saber que así se llama. Y es que fue uno de esos momentos mágicos en los que una cantante logra que el público deje todo lo demás y solo se concentre en la fuerza y belleza de una voz que fue como un hechizo. Nadie miraba el móvil, por un momento se olvidó hasta que nos estábamos jugando el futuro.
Cuando terminó, la gente se puso en pie y hubo una ovación cerrada, ¿cómo se sigue a eso? La respuesta es evidente, no se puede. La propia Silvia Pérez Cruz lo expresó a la perfección, después de eso lo mejor es el silencio. Pero había que retomar el concierto y la cantante que jugaba en casa comenzó a cantar "Verde", que es una gran canción, pero que quedó empequeñecida por el momento anterior, aunque hay que reconocer que aquí las otras voces no sonaban tan bien como la de la propia Pérez Cruz, que sigue siendo poesía.
Entonces llegó otro de los grandes momentos de la noche, Gadú volvió a coger la guitarra y le dedicó a la recientemente desaparecido Gal Costa, el "Baby" de Caetano Veloso, a la que Costa puso su celestial voz en el mítico disco conjunto "Tropicália ou Panis et Circensis" en 1968. Gadú y Pérez Cruz se pasaban los versos y sus voces combinaban a la perfección, tenemos que aprender bien inglés, portugués y catalán, aunque esas dos voces se podrían entender sin problema aunque provinieran de planetas distintos.
Liliana Herrero siguió reivindicando a los grandes de su país, como Atahualpa Yupanqui, o del país vecino, Uruguay, del que rescata "El tiempo está después" de Fernando Cabrera, pero los otros dos grandes momentos de la noche llegan cuando Silvia Pérez Cruz nos embrujó con su versión de "Pequeño Vals Vienés", reuniendo en un solo mundo a Lorca, Cohen y Morente, bajo una voz embriagadora y un nuevo dueto entre Gadú y Cruz, en portugués, en el que por momentos se quedaban a capela sus dos voces y ya no hacía falta nada más.
Pero sí hacía falta, tenían que redondear todo aquello haciendo una reivindicación de la cultura y el hermanamiento entre pueblos, así que puño en alto por parte de Gadú comenzó a sonar el "Gallo rojo, gallo negro" del hijo anarquista de un falangista y las voces de Silvia Pérez Cruz, María Gadú y Liliana Herrero te logran reconciliar con todo y hacer que nos fuéramos más felices, y aliviados, a casa.
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