La IX edición de Sopela Kosta Fest sucedió este fin de semana con un buen despliegue de actividades enraizadas en el surf, la ecología, el deporte y la cultura. Nuestro tema favorito, el de los conciertos, estuvo liderado por buenas cabezas de cartel como fueron las catalanas Maruja Limón y los míticos Arizona Baby. Fue un gustazo observar la equidad que rebosaba el cartel y la calidad musical que una tras una, fueron desplegando todas las bandas.
El clima acompañó con agua, truenos y relámpagos a muy buena intensidad, sobre todo el viernes. A algunas nos pareció una experiencia inmersiva en la temática del festival pero a efectos prácticos pudo ser peligroso contener la electricidad del backline. Fue el caso del concierto de Vulcanizadas, el primero de la primera noche. Tuvieron que cortar antes de finalizar el bolo según el organizador del festival, para que no hubiera “problemas eléctricos con las personas del escenario y con el equipo”. Primaron la seguridad de las bandas y pararon un rato hasta que pasara la tormenta.
Vulcanizadas tocaron su éxito “Hermana” y presentaron su estrenado LP homónimo con experiencia y soltura. El público empezó retraído y la primera fila llena de niñas. Las vizcaínas ofrecieron un espectáculo entre el jazz y el soul con una combinación de saxos altos en esta ocasión ya que Elsa García, habitual saxo tenor no estaba. Bajo, teclado, batería y vocales, a velocidad moderada y acertadas en el sonido y los juegos armónicos. En concreto Virginia, la baterista hizo un trabajo fino tanto a las baquetas como al acompañamiento vocal. Escuchamos “La hora” y a las 20:38h el concierto se para y estalla la tormenta.
A las 21:07 la banda de Seattle Acid Tongue está probando sonido en el escenario. Todas o casi todas las bandas probaron sonido justo antes de empezar. Sin avisar empezaron con todo y pasaron al rasgueo desnudo y retro. A Guy Keltner le saltó una cuerda en la primera canción. Psicodelia, funk, punk y rock and roll en el plano sonoro e impacto visual por los movimientos hipnóticos en los punteos espirituales de la guitarra de Shaun Crawford. También problemas en el equipo de voces del bajo y a la batería Faith Stankevich, como siempre de diez sobre todo en los coros de “Blame it on the youth”. Las caderas del público empezaron a soltarse con el nuevo “Acid on the dancefloor” y tras un par de temas, preguntaron al público si querían otra más. Supongo que adivinaréis la respuesta.
Después de las correspondientes colocaciones técnicas y humanas Janus Lester y su formación empezaron con retraso y ofrecieron un espectáculo con todas las letras. La iluminación fue traicionera pero la carga vocal, instrumental y electrónica del bolo de Lester brilló de manera propia. Todo el bolo fue en euskera y en “Su Argitan” comprobamos el dinamismo y la energía de este artista. Canta solo con batería, tira de falsetes, alarga las notas con gorgoritos que le dan un rollo étnico que mezcla con ritmos secos de batería para ensuciar la escena con sludges y recursos electrónicos varios. Es multi instrumentista y cuando tocaron la conocida “Erriola” el público estalló de alegría. Un público por cierto, numeroso a pesar del clima. Apuntar que para conmoción final, y después de escuchar “Dap Dap”, Janus Lester coge un saxofón y se pone a tocar junto a su banda.
Desde Pucela y sin pruebas de sonido se presentaron los originales y los legendarios Arizona Baby con su relativamente nuevo disco en el set list. Vielba recordó que tener su último disco `Salvation´ publicado hace ocho meses en los noventa era como estar “recién sacado” así que lo celebramos igual. Este bolo tuvo bastantes problemas de sonido. El Sr. Marrón no dejaba de moverse intentando encajar las salidas y entradas de audio pero finalmente dio su espectáculo. Tocaron nuevos temas atemporales de maderas y fangos donde fue inevitable pensar en Morricone con “Lonely Road” o viajamos al “lore” musical del Gran Cañón con “IOU Nothing”. Ante los desperfectos técnicos, Vielba confesó que Arizona Baby nunca se quedaría sin sonido porque para su música no necesitan ordenadores, “nos sale del corazón”. La recta final del bolo la tiñeron de reggaetón cuando tocaron “Hit the spot”.
En la segunda jornada llovió menos, no tronó ni relampagueó. El horario de los conciertos se abrió y las cinco bandas pudieron sonar sin problemas, bueno casi todas. Llegamos con el concierto empezado y pudimos ver a la banda guipuzcoana Ginger tocando temas de su último disco "Narras" y otros clásicos. Nos hizo ilusión escuchar “Arnasteko” con un juego de luces muy bueno, algo que no abundó en todo el festival. Una de las mejores bandas garageras del festival, Ginger ahondó en su personalidad un poco riot y un poco dark delante de un montón de niñas que no paraban de saltar cuando tocaron “Paradisuak sutan” con arreglos brillantes y distorsionados y mucho cuidado en los detalles. Justo cuando las baquetas están el segundo beat para empezar la siguiente canción, el de seguridad toca el hombro al baterista y tras un tira y afloja, abandonan el escenario con las caras largas y fuego en sus ojos.
Entre gritos, sílabas, post rock y autotune recibimos a Txopet, una de las propuestas actuales más atractivas de la comunidad vasca. Un power trío donde la fuerza cae en las estructuras, recursos experimentales, carga de autotune y mucha expresividad. Tanto en agudos como en graves crean una tensión vocal, musical y espiritual que envolvió no solo a la carpa si no a Sopelana entera. Tocaron temazos antiguos como “Dorrean gora” con la audiencia distraída pero con inmersiones atmosféricas como la de “Aiztoa Erakutsi” fueron entrando en la escena. Los movimientos espasmódicos son su late motiv. Txopet aportó la esencia más salvaje del festival cuando el vocalista saltó la valla del público con micrófono y cable incluido paseándose entre las personas presentes y estas saltando el cable como si fuera una comba.
The Cherry Boppers se prepararon en el escenario y comenzaron a ritmo de swing y funk con pequeña big band de vientos metales, percusiones, guitarra bajo y teclado. El público estaba animado y la música funk instrumental siempre es un buen reclamo para el baile. De nuevo, la iluminación jugó malas pasadas cuando dirigían luces blancas al público y hubo acoples pero poco a poco se fueron acomodando en los temas de sus discos. Celebramos la aparición de Patricia Reckless, con apoyo lírico en principio tímido pero cargado de potencia y saber estar. Las coreografías de los músicos fueron constantes y también la libertad de movimiento que les acercó más al público cuando escuchamos “Monkey Monkey” o “Scandal time”. Entre los metales se sobre escriben y se respetan con solos furtivos, como si hablaran entre ellos con los instrumentos. Ella parece que tiene una voz normativa pero a la hora de gritar y mantener el grave es la mejor. En el clímax llegamos a intuir sabias referencias a Bruno Mars y en ocasiones, quizás en la estética a Whinehouse, pero esto es otra historia. Terminaron con el público super animado y en todo lo alto.
Tras un cambio larguísimo, el proyecto en solitario de Lide Hernado (Liher), Bele, se presentó en Sopela con una propuesta entre pop, el soul e incluso el gospel y brilló en el escenario de Sopela Kosta Fest de una forma magistral. La donostiarra presentó su primer disco "Herrari" y demostró su potencial arropada por tres músicas (teclados, guitarra/bajo y batería). Una especie de imán imaginario hizo que saboreáramos cada matiz de su voz en temas como “Beruna urre” pero lo más interesante fue que a pesar de la desnudez de la escenografía, ella y su cuerpo consiguieron expresar todos y cada uno de los sentimientos que quiso transmitir. Escuchamos “Ez du inork behar”. La teclista se sumerge en la anarquía y apela a esa forma típica de tocar de las bandas de jazz y las líneas de bajo se dibujaron desde las entrañas que necesita este género. O estos géneros. Terminaron Bele, teclista y bajista arrodilladas y cantando a capella, con unas cadenas y al compás, el grandísimo “Ez dakit”.
La carpa estaba caliente y desde primera hora se escuchó hablar de ellas. Ni cortas ni perezosas, las músicas de Maruja Limón entraron vestidas de flamencas desprendiendo arte, rumba y rebeldía. “Quien se meta con vosotras tendrá problemas”, así, nada más empezar. De no haber a penas, los fotógrafos se aglutinaron en primera fila para retratarlas y descubrimos que además de vascos, en la audiencia había gente murciana, extremeña y francesa. La banda está cambiada con solo dos de las músicas originales pero con “Échale limón” se pusieron rápido a la altura. El set list lo trajeron cargado de clásicos como el de “Rosario la dinamitera”, un poema musicado de Miguel Hernández al que coreografiaron con abanicos e iconografía flamenca. Apelaron al feminismo con “Machito” y a la rumba catalana con “Tierra d`amor”. Presentaron a la nueva formación en la que la guitarrista, gaditana, solo cuenta con 19 años y un duende que lucía con cada ventilador. Este era el primer concierto de la trompetista y la baterista, cubana que se marcó un concierto redondo, potente y cargado de reminiscencias extremas. Era muy tarde y la plaza del ayuntamiento de Sopela estaba sumergida en bailes y compases. Terminaron al estilo de Las Grecas con llamada al “A chili” en “Tu cuerpo” y terminaron el concierto entre aplausos, bragas y calzones que traían el el merchan.
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