“Se trata de vivir cara al futuro, contribuyendo a construir una alternativa limpia, inteligente, de calidad de vida. No debemos desfallecer, hay que seguir adelante, estar vigilantes y mantener viva la conciencia crítica, pues el futuro nunca está conseguido, lo tenemos que hacer desde el presente”. Ese respeto y amor por Lanzarote, la cultura y la naturaleza en general que procesaba César Manrique, es el viento bajo las alas que hace que este festival lleve más de diez años haciendo volar música entre viñedos y volcanes.
Con el buen regusto aún en el paladar del concierto experience de Alberto & García en la bodega El Grifo, música maridada con los mejores vinos y gastronomía conejera, llega el fin de semana grande de Sonidos Líquidos, el festival más sostenible de Canarias (más de ochenta medidas directas para cuidar el entorno en esta edición) y quizás también de la península. Cultura limpia y de calidad en un paraje único, rodeado de viñas centenarias y montañas de fuego dormidas que, por momentos, nos teletransportan a una película de ciencia ficción.
Pero antes de alunizar en La Geria, calentamos motores la noche del viernes en una plaza de El Almacén llena hasta la bandera por un público entregado, tras dos años muy difíciles y ganas acumuladas de recuperar el tiempo perdido. La velada transcurre por esa fina línea en la que se terminan por unir la alegría sanadora de los reencuentros, con cierta melancolía de recuerdos que se nos escapan entre los dedos. De la mecha encendida por el pop emocional y luminoso de los tinerfeños El Faro, a la tromba de clásicos atemporales de La Habitación Roja, recordándonos que, canción a canción, hay que apreciar cada momento y puede ser que esta vez, “La moneda en el aire” salga bien. “Volverás a brillar” y “Segunda oportunidad” para todos, rematando con un vibrante “Ayer” que, con todas las voces desgañitándose al unísono, se transforma en presente y futuro esperanzador. Fin de fiesta con Jorge Martí bajando del escenario y compartiendo micro, sudores y alguna lágrima entre la gente.
El sábado amanece nublado y frío, pero los looks festivaleros, la buena música y las ganas de disfrutar de 3000 personas, terminarán por hacer jirones de azul y dejar que asome el sol por el cielo gris. Aterrizamos en territorio casi marciano y La Geria nos recibe descorchando los mejores vinos lanzaroteños con el rock conejero de Los Iguales. Tomamos posiciones con DJ Carballeira caldeando el ambiente entre cambios de bandas y escenario y, con esa frescura a quemarropa que las caracteriza, salen Shego a por todas. Las madrileñas se meten al público en el bolsillo con pildorazos de punk-pop como la narcótica “Oh boi”, el “rápido, rápido, lento, lento” de “fumas?”, el estreno de un pegadizo nuevo single o la esperada combustión instantánea de “Vicente amor”.
El fuego sigue propagándose en las alturas con el power trío Tiburona, a base de salvaje y adictivo garaje-pop y surf-rock en vena. Primeros temblores en territorio volcánico y subida de temperaturas con los aullidos de “Que viene el lobo”, la rabiosa “No me interesa tu opinión” o la setentera y titular “Sola y feliz”.
La tarde rojiza sobre Lanzarote y más madera firmada por Maika Makowski y su virtuosa y afiladísima banda. Tornado de americana y folk-rock electrificante al alcance de pocos, pasando del country al pop o el blues con la misma maestría y descarnada naturalidad, además de intercambiar posiciones e instrumentos a cada paso. Caen clásicos de su ya extenso y genuino cancionero, pero se centran y tocan techo sacándole brillo a su sobresaliente y aún humeante “MKMK” (21), envolviéndonos en una balacera de intensidad continua: De la abrasiva “Scared of dirt”, a la montaña rusa de pulsaciones de “Purpose”, pasando por las llameantes teclas de “The posse” o la brisa sentimental de “Love you til I die”.
Descorche de botellas sin pausa y repiten La Habitación Roja, esta vez en las alturas y regalándonos un concierto especial para la ocasión, tocando de principio a fin uno de sus discos más celebrados, “Fue eléctrico” (12). Vino va y vino viene y, con el eco de una “Indestructibles” que seguirá resonando entre volcanes durante mucho tiempo, nos dejamos llevar y sin darnos cuenta, nos vemos inmersos en la parranda más esperada con Fuel Fandango, quemando las naves sobre un escenario coloreado por un mar de claveles rojos. Nita, enmascarada y radiante, baila bajo un trance resplandeciente y tarda pocos parpadeos en extender su hechizo sobre La Geria al completo, con Alejandro Acosta entregado en cada pista, al bajo y teclados, emocionante y emocionado por jugar en casa. Es de la vecina San Bartolomé y nos cuenta que de pequeño él venía a vendimiar con su familia a estas tierras. La luminosa enredadera de neones, de electrónica y raíces, se extiende por cada palmo del terreno, recalentando como lava ardiente el suelo y haciendo que no quede un alma sin bailar. De lo más granado de su repertorio, a adelantos de su esperado EP “Romances”, hasta llegar a la erupción final con ese tridente explosivo que va de “Toda la vida”, a “Salvaje” y “Huracán de flores”.
La noche sigue rezumando electrónica, mudando su piel de flamencura y abrazando ahora su cara más pop y pegadiza con Dorian, que llegan con su nuevo “Ritual” (22) bajo el brazo, del que brilla fuerte hoy la reivindicativa “Dual”. Pero son sus incontestables éxitos los que conquistan a un público con ganas de que la madrugada de bola de espejos no termine. Karaoke y baile sin fin con las corrientes circulares de “Tormenta de arena” o una “Cualquier otra parte” que borra todo problema existente o por existir.
Los volcanes ya despiertos, con los ojos vidriosos abiertos como platos, y los termómetros alcanzan su máxima con la dosis final de electrónica más pura y bastarda de la velada a cargo de los belgas Goose. Zigzagueando entre el rock, el punk o la rave, nos capturan con los primeros cortes de su flamante “Enless” (22) en una vaporosa tela de araña de misticismo y resplandeciente oscuridad, de la que no podemos ni queremos escapar. Las luces se funden con riffs afilados de guitarras y beats electrónicos que nos impactan en el pecho una y otra vez. El cielo se abre en dos con una “Can’t stop me now” que baila hasta César Manrique allí donde esté, y echan el telón de estrellas con una “Synrise” donde nos habríamos quedado a vivir la eternidad y un día.
Como decía César, “se trata de hacer convivir la industria turística con la defensa del territorio y de la cultura propia. Y esa convivencia es posible, pero, sobre todo, necesaria, obligatoria para no vivir de espaldas al futuro”. Aún la música y el fuego caminan con nosotros, que no te lo volvamos a contar la próxima edición, vive cara al futuro, vive Sonidos Líquidos.
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