¿Por qué terminas acudiendo a un concierto cuando de antemano sabes -o te imaginas- que lo que te vas encontrar te destrozará los nervios? Pues no lo sé, pero este tipo de cosas ocurren muy a menudo. Intuía que la mezcla de los marroquíes con la imaginería eléctrica de Sonic Youth se iba a convertir en la última revisión del «Pink Floyd In Pompeya» o algo peor. Y aunque no llegó a ese peor poco faltó. Los Jajouka comenzaron con una sesión quizás demasiado breve para tener lectura (para colmo, algunos problemas en la aduana les dejaron con los ánimos bajos). La entrada de Sonic Youth, los auténticos protagonistas, parecía desmentir mis más oscuros temores. Un rápido repaso a «A Thousand Leaves» y veinte minutos más me alejaron del error. Ya estaban imbuidos en lo que se supone su última re-revisión. Ruido metafísico y con una ejecución más que perfecta. Esoterismo puro, más ruido y el acople que casa a la perfección con el nuevo acople, aún más cuando Kim Gordon abrazaba –por si eran pocas- otra guitarra. Y, como colofón, en veinte minutos escasos, la demostración de que el arte oriental es tan válido como nuestro maravilloso rock’n’roll, y para demostrarlo qué mejor que una breve jam con los hermanos del sur. Aunque, no nos engañemos, Ranaldo nunca tendrá problemas en la aduana española, por mucha barba que se deje.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.