La nostalgia es rentable. Tenemos multitud de ejemplos y es quizás el lugar común que más utilizamos para referirnos al pop punk en 2024. Hablamos de giras de reencuentro como la de Blink-182, artistas antes denostados como Avril Lavigne adquiriendo un nuevo estatus de referente y, en general, hordas de millennials entre los treinta y los cuarenta con ganas de seguir romantizando un momento muy concreto de su vida como si después de un concierto no tuvieran que asegurarse de tener un ibuprofeno en la mesita de noche. Pero hablar en estos términos de Simple Plan no es del todo correcto.
Con más de 25 años de carrera, la banda de Canadá siempre apostó por el lado más pop del pop punk, manteniendo una vigencia en la radiofórmula año a año: de colaborar con Good Charlotte en su debut, a hacer una canción de verano disfrutona con Sean Paul, su discografía ha sido totalmente permeable al momento musical. Por eso de entrada pueden sorprender sus acompañantes de gira, Air Yale, Mayday Parade y State Champs, quizás en una reivindicación de sus orígenes más guitarreros para aprovechar ese tirón nostálgico. Toda una declaración de intenciones para llevarnos de vuelta a la época en la que pintarse las converse con boli parecía buena idea.
Y vaya si nos llevan. ‘I’ll do anything’, ‘Shut Up’ y ‘Jump’ son tres petardazos que no tendrían el mismo impacto emocional si las escucháramos por primera vez a día de hoy e incluso su lírica nos podría dar algo de vergüencita, pero los saltos de Pierre Bouvier por todo el escenario, la buena química entre todos los miembros de la banda, sumado a un público eufórico parece una profecía autocumplida. Efectivamente: se puede ser joven para para siempre y puedes estar de fiesta con tus mejores amigos eternamente. Siempre y cuando ese eternamente signifique dos horas de un lunes en el Sant Jordi Club.
A partir de ahí unos cañones de confeti, un medley de clásicos millenials con "All Star + Sk8er Boi + Mr. Brightsid"e que enloquece a todos los presentes, pelotas de playa gigantes acompañando ‘Summer Paradise’, disfraces de Scooby Doo… todo lo que saldría si dibujamos de memoria una fiesta “a la americana” salida de las películas a las que el grupo ponía banda sonora a principio de los dosmil. Es curioso como ese lugar común al que nos llevan no puede distar más de una adolescencia vivida por la mayoría de los presentes. Sin embargo, Simple Plan nos lleva a una especie de limbo atemporal. Al final, ¿qué es la música sino la capacidad de hacernos vivir otras vidas, por muy superficiales que pudieran parecer en su época? Buen rollo, amores adolescentes con toda su intensidad y resolver tus problemas con un portazo mientras suena ‘Welcome To My Life’ no parece tan superficial con el paso de los años. Lo es aún menos cuando, si miramos con atención al público de la sala, vemos que hay algún que otro adolescente y veinteañero. Ahí es cuando Simple Plan encuentra su verdadera profecía autocumplida: convertirse en una banda intergeneracional y trascender más allá de los tópicos. Por eso la narrativa se desinfla un poco cuando recordamos sus tanteos más comerciales que bajan los ánimos de la sala, como esa ‘Iconic’ con un outro al más puro estilo Imagine Dragons (sí, hubo un momento en el que fueron una de las bandas más relevantes del planeta) que curiosamente envejece peor que ‘Promise’, la variación en el setlist de la noche que no sonaba en directo desde 2010 como un guiño a los fans más acérrimos.
Aunque ‘Harder As Rock Tour’ revisita todas las eras de la banda, no busca ser un greatest hits Tour, sino más bien la reivindicación de un legado. Un legado que convierte a ‘I’m Just A Kid’ en su propio himno. Si algo tienen claro todos los presentes es que por muchos años que cumplas, vas a tener 17 años toda tu vida.
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