“Estabais esperando escuchar música en directo. La radio de vuestro coche no era suficiente, vuestros auriculares no eran suficientes. La música en directo siempre vale la pena”. Cuando Tim McIlrath se dirige al público, lo hace de manera casi ceremoniosa.
En los últimos años Rise Against se han convertido en una de esas bandas que podíamos ver en grandes festivales de manera habitual, entre grandes multitudes en escenarios enormes. Por eso había algo de especial en el retorno –más de una década después– a la barcelonesa sala Razzmatazz. Son muchas las cosas que han cambiado desde entonces. Nosotros mismos para empezar. Es una mezcla de nostalgia y hambre de música en directo que se acentúa cuando nada más empezar arrancan con un disparo seguro y directo con “Prayer Of The Refugee”. Y parece que el tiempo se congela.
Rise Against saben como mantener la llama encendida y no dudan en recurrir a su extensa gama de hits para complacer a los más exigentes: al fin y al cabo todo el mundo sabe a lo que viene. Pero ese intercambio de cariño entre la banda y el público a lo largo de los años va más allá de hits o recuerdos. Es el compromiso de Tim McIlrath cuando habla de que “bailar es nuestra revolución”, cuando recuerda los conciertos con Berri Txarrak a los que les dedica las palabras “con vosotros empezó todo” que nos lleva directos a su última gira junto con Refused en 2015.
Pero en estos diez años desde su última visita a Barcelona Rise Against no se han quedado parados. Aunque los temas de “Endgame” siguen disfrutando de una salud excelente y otros como “Help Is On The Way” incendian la sala, no tienen la misma suerte los temas de su más reciente “Nowhere Generation”, que quedan algo descafeinados entre un setlist de temas tan abrasivos como “Give It All”, “Ready To Fall” o “Re-Education (Through Labor)”.
Cuesta ver a una banda como Rise Against en sala en plena época de festivales, quizás por eso su setlist, muy similar al que llevan haciendo este año en formato festival, nos dejó con ganas de más. Quizás es ese hambre por música en directo, por seguir llenando las salas como antes, por seguir disfrutando de temas por los que no pasa el tiempo. Al final, no hay mayor certeza que la que decía Tim McIlrath al incio del show: la música en directo siempre vale la pena.
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