Noche post puente por el 1 de mayo, fiesta nacional. Me dirigía al Daba con dudas sobre la cantidad de gente asistente a la sala por tratarse de un día raro, pero rápidamente me dejó sorprendido, para bien, la cantidad de gente que había ahí congregada. Reconocí alguna que otra cuadrilla de Bilbao, y hasta se escuchaba algo de euskera con acento de Iparralde. Quizá no sea tan extraño sabiendo que han tenido que pasar 3 años desde que Show Me The Body habían anunciado que se pasarían por Donosti, y la pandemia les hizo cancelar los planes, por lo que la expectación era indudablemente alta. Y qué mejor fecha que el día del trabajo para ver sobre las tablas a una de las formaciones norteamericanas más activas en todos los ámbitos del underground y del movimiento D.I.Y. dentro de la comunidad hardcore de Nueva York.
Apenas unos minutos pasaban de las 21h. de la noche cuando salta al escenario un tipo acompañado tan sólo con un portátil apoyado sobre una pequeña banqueta. El tipo en cuestión se hace llamar Lucy (Cooper B. Handy en Spotify, para los curiosos). Agarrado bien fuerte a su micrófono, empieza a soltar sus líneas vocales a veces medio spoken word, con ritmos diversos y bases de hyperpop, pop electrónico, vibes de los 80’s… No se, un híbrido musical realmente curioso que conforma una propuesta que suena muy actual, fresca y que entró realmente bien a la mayoría del respetable allí presente. Eso sí, quizá no sea lo más acertado para el aficionado más puro a las sonoridades hardcore de los actores principales de la noche. El mismo Cooper nos admitió tras su concierto que por lo general la gente suele alucinar bastante con abrir así una noche donde supuestamente te esperas llevar un puño a las orejas antes de un bolo tan enérgico y furioso como el de los Show me the Body. Pero destaca que en Europa la mayoría de gente lo está recibiendo muy positivamente. Su show no pasa de los 30 minutos, en los que el muchacho no se queda quieto ni 3 segundos. Es su particular ejercicio diario que, admite, le empieza a pasar factura tras 11 días de gira seguidos.
Ya con unas tres cuartas partes de la icónica sala donostiarra ocupadas, era momento de cambiar el chip para los protagonistas de la noche y, sobre una oscuridad casi absoluta, comenzaban a sonar la curiosa intro a cappella de The Persuasions “Man, Oh Man” dando paso seguido a los primeros acordes de “Out of place” con un vocalista medio recitando sobre una calma tensa. Todos sabemos que aquello terminaría por explotar en algún momento a medida que se iba construyendo todo mediante notas de sintetizador, y así fue. “Boils up” fue el primer puñetazo sobre la mesa y la primera declaración de intenciones. Aquello prometía mucho sudor, saltos, gritos y locura. El pogo no tardó en crearse entre las filas centrales de la parte delantera, como es habitual. En apenas 3 minutos, aquello ya estaba patas arriba.
Como tónica general, el estruendo de un potentísimo bajo llenaba nuestros cuerpos de decibelios, como rara vez hemos visto en el Dabadaba. Apoyado en ocasiones sobre sintes y una base rítmica sencilla, que no necesita complicarse la vida para expresar la pesadez e intensidad de sus creaciones. Y, como no, lo más llamativo del trío neoyorquino, sobre el escenario no se veían 6 cuerdas. El desbocado vocalista enseguida se enfundó su banjo eléctrico, marca de la casa, que pilló por sorpresa a varios de los allí presentes. Todo un acierto sonoro por lo estridente y particular de un instrumento así en una propuesta tan agresiva. Durante la mayor parte de su repertorio, como era lógico, se dedicaron a presentar su trabajo más reciente hasta la fecha “Trouble the Water”. Un trabajazo de puro hardcore neoyorquino, pero con una gran ambición por la experimentación y la introducción de algunos elementos que nos acercan más al noise y al rock industrial. Eso sí, sus voces en ocasiones medio-rapeadas y las baterías cortantes rompe-cuellos no son ajenas a la propuesta.
Pasan los minutos y es momento de repasar otros ciclos de su discografía. Un pequeño descanso con la interpretación loopeada de “Camp Orchestra” con la que podemos ver su versión más metalizada, o con “Metallic Taste” donde directamente parece que estuviésemos viendo a otra banda. Esa falsa calma enseguida se vio ensombrecida por el caos de “Trouble the Water” o la rabia escupida de “WW4” con la que prácticamente echaban el cierre a un show que se nos hizo realmente corto con sus poco más de 45 minutos. Algo como dejarnos tirados a mitad del climax musical que estaban ofreciendo estos 3 muchachos, aunque no por ello la sensación al cierre del mismo fue negativa. Unos grandes aficionados a la vida en la carretera, por lo que no sería raro poder verlos de nuevo dentro de no demasiados meses. De ser así, creo que tienen a varios seguidores asegurados.
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