Los Sexy Zebras siempre han alardeado de salir a matar en sus actuaciones en directo, motivo por el que han querido plasmar la crudeza y la fuerza del mismo en su último disco “Hola, somos los putos Sexy Zebras” (Vagabundos Records, 2015). El trío madrileño se la jugaba en Joy Eslava y es que, cuando prometes alimentar a la manada con toneladas de carne, las expectativas se elevan y las probabilidades de pegártela, inevitablemente, se disparan.
Una breve intro instrumental, respetando el orden del álbum, y el concierto arranca con “Babilonia”, a la que siguen “Salvajes” y “Libres”, sellando así el primer bloque, que servido en frío sirve a modo de presentación. “Hoy me dejaré llevar (…). Siente ya la libertad, todo viene y todo va”. Y cuando por fin empiezan a dar algo de lo prometido, entramos en el segundo acto. Libertad, ruido, velocidad (la batería no deja que haya silencio entre transiciones), improvisación y mucha puesta en escena. Gritos desatinados, aproximaciones desafiantes al público en las primeras filas, saltos y contorsiones con las guitarras. Su actitud sobre el escenario es lo que piden en la platea: “Echamos de menos que la gente sea libre. La gente que está muerta por dentro nos toca la polla”. Por ahí fueron los tiros, aunque la frase más repetida de la noche fue un brindis para con su público: “Estamos muy orgullosos de estar tocando en Joy Eslava. Eso dice mucho de vosotros”.
Uno de los momentos más destacables de la noche fue el descenso terrenal de Jose, con una GoPro atada al pecho, mientras una marabunta lo recibía como a un Moisés que se abría paso entre las aguas. Antes del bis turno para “La máquina” y “Visitantes” que dieron paso a diez minutos eternos, en los que más de uno pensamos que se había puesto punto y final al show. Sin embargo Sexy Zebras volvieron con aún más fuerza, componentes añadidos y una reestructuración grupal. Un cambio de última hora en la que se reservan la canción “Hijos de puta” para el bis, con Samu (baterista) rapeando en primera fila como un animal fuera de sí que acaba de ser liberado de su jaula y dos baterías acompañándolos, una de ellas improvisada. Jose, ahora en calzoncillos, se lanzó al público de manera accidentada, seguido de un rápido rescate.
El bis se convierte, sin duda alguna, en lo más destacable de la noche. “Búfalo blanco” y “El fugitivo” marcan el final del bolo. Un alarde de frenetismo salvaje y un duelo de entrega entre los Zebras y el público. Al final va a resultar que no era simple palabrería y estos chicos, aún siendo herbívoros, saben cuándo hay que rugir…
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