Hace ya mucho tiempo que Sex Museum incluyen la sala zamorana La Cueva del Jazz en la hoja de ruta diseñada con motivo de cada nueva gira. Una costumbre que este invierno volvía a repetirse, con la intención de que los madrileños presentasen su flamante nuevo disco de estudio “Musseexum” (El Segell del Primavera, 18). Después de tantos choques previos, el espectador resulta plenamente consciente de lo que deparará la velada, en una circunstancia que, lejos de resultar desalentadora, potencia las propias expectativas del reencuentro.
Sobre el escenario se presenta un grupo ya mítico dentro de la escena estatal, con toneladas de oficio invertidas en la interpretación de piezas sólidas y trabajadas a conciencia. Todo trazado con una solvencia insultante y que, en definitiva y sobre las tablas, señala al combo como uno de los mayores exponentes (si no el mayor) peninsulares de un género situado a medio camino entre el rock añejo y el garage empapado en psicodelia. Una calidad y soltura que se hicieron patentes desde el principio, cuando mientras abrían fuego con la instrumental “Dopamina” (encargada también de inaugurar el álbum) reventaba uno de los amplificadores (en la prueba ya había ocurrido con otro), y la dupla formada por Javi Vacas al bajo y Roberto Lozano “Loza” a la batería se dedicaron a improvisar mientras el resto solucionaba el problema.
La anomalía pasó de anécdota a muestra espontánea de poder con el que encender al público, dejando una prueba irrefutable de la profesionalidad, aptitudes y carisma del grupo. Junto a la mencionada base rítmica aparece el órgano Hammond de Marta Ruiz -imprescindible en la propuesta y mágico en su distorsión y pasajes retros-, la guitarra desatada y hábil de Fernando Pardo, y un frontman eléctrico y con renacida presencia vocal como es su hermano Miguel Pardo. Con un volumen generoso pero mejor medido que en ocasiones anteriores (una sala pequeña no necesita excesos) fueron cayendo piezas como “Microdosis”, “Shine”, “Lucky Man”, las reminiscencias punk de “Breaking The Robot” y “Riots”, “Walking On My Grave”, “Horizons”, o los clásicos “You” y “Flyin’ High”.
La enésima visita del cuarteto a la capital castellana dejó pocas sorpresas serias más allá de un repertorio plagado de temas recientes, y sin embargo la habitual sensación de satisfacción tras el concierto era evidente en los aficionados. Fue la consecuencia inequívoca de disfrutar de más de hora y media empapada en un sonido auténtico y arrasador, por momentos asfixiante y, sobre todo, incorruptible a lo largo de treinta años de carrera. Y la próxima vez, repetimos todos una vez más. Seguro.
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