Poderes invertidos y el lenguaje universal
ConciertosSara Zozaya

Poderes invertidos y el lenguaje universal

8 / 10
Mirentxu Palomar — 08-12-2023
Fecha — 30 noviembre, 2023
Sala — Sala VOL, Barcelona
Fotografía — Ane Barcena

Es jueves y las calles de Poblenou oscurecen antes de lo habitual. Los semáforos, que cumplen una función casi estética en el barrio, generan sombras extrañas en movimiento. Los adoquines están húmedos, resbaladizos y pegajosos. Las calles algo vacías. El frío del último día de noviembre rasga las mejillas y aterra a las manos, que rápidamente se esconden en los bolsillos del abrigo como la cría de un canguro, buscando calor y refugio.

Nos encontramos una vez más en la VOL, la sala que nos da tantas alegrías durante el año y que nos obliga a revisitar la zona mucho más de lo que creemos. Un hogar pintado de negro con sus luces de neón. La misma puerta, la misma segunda puerta, pero esta vez hay algo distinto: es un olor, una sensación, un eco, un murmullo. Dentro de la sala aguarda algo especial, una banda poco habitual que viene de la tierra de las montañas más verdes y más altas y del mar más bravo. Una tierra de contrastes, de pureza, de intensidad, de profundidad. La tierra en la que se están gestando los proyectos más interesantes del momento. Hablamos de Euskadi y, concretamente, de una de sus joyas, Sara Zozaya.

La sala está medio llena y medio vacía, manteniendo ese aire místico y misterioso, poco habitual en los conciertos de las bandas locales. En el escenario hay una escalera, lo que hace inevitable proyectar en la mente la portada del último disco de la artista “Nara”. ¿Se subirá a la escalera durante el concierto? ¿La decorará de rosas y flores?

Entre un murmullo casi placentero, las luces se enrojecen y marcan el inicio del acontecimiento. Aparece en escena Sara Zozaya, casi abducida por un teclado que la llama: “Sara...Sara...Sara...” Y, entonces, apoya los dedos sobre las teclas e interpreta una pieza instrumental gótica, ligeramente épica, que dota al instante de unas cualidades cinematográficas, incluso literarias. ¿Es el inicio de una aventura en la que la protagonista se adentra en los bosques oscuros? ¿O es el final de esta, el retorno y la victoria? Entre el público se percibe una tormenta de incógnitas, ¿demasiado profundo para la moderna Barcelona? ¿Demasiado desgarrador para la sala VOL?

Con una elegancia inaudita, sube al escenario la banda que acompaña a Sara Zozaya durante esta gira de presentación de disco, los ya habituales Asier Renteria a la batería y Antton Goikoetxea (Lukiek) a la guitarra, y una nueva incorporación al bajo que genera grandes expectativas, Paule Bilbao de Arima. Sara Zozaya entona con su voz suave y rasgada al mismo tiempo la primera línea de “Parece”, un tema que se disfraza de balada, pero que con el primer golpe de la batería, que genera cierto sobresalto a los asistentes, transita a un ritmo ternario que hace inevitable la luz, el amanecer y el despertar. Los instrumentos entran en comunión, presentándose con una soltura muy seductora, y el concierto se da por inaugurado.

A medida que el directo avanza, se genera una incomodidad interesante entre artistas y oyentes. Sara Zozaya se abre en canal, sin tapujos ni máscaras, y el público, frente a tal performance, no es capaz de distinguir los momentos de aplauso y los de silencio. Quizás aplaudir es un retorno al mundo real del que nos alejamos con la música de Zozaya, por lo que los finales de los temas son algo tensos, y es entonces cuando se genera una dinámica de poderes particular: ¿quién es el observado y quién observa? Habitualmente, el grupo se ve intimidado frente al público, quien convierte el escenario en un punto de fuga y una diana. En esta ocasión, y solamente esta noche, el poder se ha invertido, dotando a la banda del rol de observadores y el público, algo desorientado, el objeto observado.

El setlist avanza con las canciones que forman el nuevo disco, revisitando los clásicos “Bat” o “Lili” con la sorpresa de una versión de “Over the Ocean” de Low, un grupo que parece primo cercano de la propuesta donostiarra. Con el paso del tiempo, el público se acerca cada vez más al escenario, desdibujando esa media luna de espacio vacío que, llegados a este punto, es tan innecesaria. Sea en euskera, en castellano o en inglés, cada vez entendemos mejor la música de Sara Zozaya, quien consigue superar los límites de los idiomas para abrazar un lenguaje universal: el de la verdad y el de la vulnerabilidad.

La propuesta es intimista, pero los arreglos, el autotune puntual y el sonido ligeramente electrónico de este excelente último trabajo dan mucha frescura al directo y convierten la noche en un espectáculo sonoro rico en matices. La artista se mueve entre el teclado, la voz y la guitarra con soltura, aprovechando las posibilidades de cada instrumento.

Una de las grandes protagonistas de la noche es, sin duda, la voz de Sara. Lo que puede parecer un hilo de voz a primeras, se convierte en una trenza fuerte con un timbre muy especial, que emite un sonido sedoso pero con granos de arena de alguna playa del norte, repleta de aire pero punzante y distintiva. Una voz que no parece tener un límite visible, ya que cuanto más se expande más sorprenden sus capacidades, transformándose en un horizonte infinito.

El concierto acaba con “Uda”, el mismo tema que cierra el disco. En el caso del directo, la banda se suma al final de la pieza creando unos arreglos inéditos que culminan de la noche. Se cierra la canción y suenan varios “beste bat”, el público quiere más, muchísimo más, “beste bat, beste bat”. Ahora que nos hemos adentrado en las profundidades del bosque, ¿por qué no quedarnos un poco más?

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