Más de 5.500 navarros han participado en las 25 actividades que nos ha brindado la quinta edición del Festival SantasPascuas en las ciudades de Pamplona y Tudela. Un éxito a pesar de las medidas sanitarias, la reducción de aforo y las restricciones de movilidad entre comunidades que ha sido posible gracias a la mayor implicación del público local y que ha brindado una asistencia similar a anteriores ediciones. Para cerrar las dos últimas jornadas del festival, el público local pudo disfrutar de dos enormes actuaciones capitaneadas por María José Llergo y el dúo formado por María Arnal y Marcel Bagés.
La de Pozoblanco es probablemente la artista que más focos ha acaparado en el flamenco desde la irrupción de la catalana Rosalía. Su juventud, su amplio registro y su interés por innovar en el arte son algunas de las virtudes que se le asemejan y que la convierten en una figura a seguir en el panorama, abanderando una estela que muchos han ido alumbrando desde Camarón de la Isla o Enrique Morente.
Llergo dio comienzo a su actuación con el breve poema de “Cábalas III”, al que acompaña la base musical de unos Califato ¾ en pleno estado de gracia. Tras ese planteamiento de atmosfera sombría y silencio sepulcral, la andaluza decidió acceder al rincón del guitarrista Paco Soto para desgarrarse en una versión de la “Canción de las simples cosas” de Mercedes Sosa. Admirada por la tradición y la fuerza de la música como protesta, Llergo se llevaría a continuación el primer aplauso grande de la noche gracias a la interpretación de la “Canción del soldado”, que homenajea a la clase obrera. Y sin dejar de lado ese espíritu reivindicativo enlazaría con “Niña de las dunas”, dedicada a su madre y a su abuela, y como regalo “a todas las mujeres que nos acompañan”. Con un breve tango despidió la primera parte de un concierto basado en su repertorio menos actual antes de enlazar con su selección más reciente protagonizada por ese disco "Sanación", que paradójicamente “surgió antes de una pandemia mundial”.
Los graves duros y punzantes de Miguel Grimaldo dieron entrada a “¿De qué me sirve llorar?”, previo al despliegue de esa tradicional toná de faena de “Soy como el oro” en homenaje al saber popular y “para que no haya tantas diferencias entre las necesidades de la gente del campo y las medidas que se llevan a cabo desde las instituciones”. “El hombre de las mil lunas”, que sirvió como desfile instrumental y compenetrado de Grimaldo y Soto acompañó a las mil maravillas a la voz de una María José Llergo que se escuchó algo tímida en algunos momentos de la actuación pero espectacularmente limpia durante todo el espectáculo. Así llegó “Nana del Mediterráneo”, acompañada de la guitarra de Soto, y de la que la artista afirmó que seguirá formando parte de su repertorio hasta que deje de suceder el drama de nuestros mares. “El Péndulo”, uno de los grandes temas de su último trabajo sonó resplandeciente previo a la interpretación de “La luz” y “Tu piel”, en las que Llergo muestra sus numerosos registros vocales y su capacidad para llenar todo el escenario de emociones sin demasiado atrezzo ni florituras.
Siguiendo la senda electrónica de su reciente trabajo, Llergo cerró el grueso de su espectáculo con “Me miras pero no me ves” y “A través de ti”, esta última con una envolvente interpretación en directo, antes del bis protagonizado por “Nana del caballo grande” y “Ay, pena, penita, pena”, que demostraron la habilidad de la cordobesa para enfrentarse a los toques más genuinos y tradicionales del flamenco. Fue una noche sanadora y esperanzadora de lo que sigue dando de sí el género y de lo que artistas como la cordobesa pueden seguir brindándonos.
Según Maria Arnal, su segundo disco “habla de la capacidad infinita de transformanos y mutarnos”. Y eso es algo que demostraron en el cierre del Festival Santaspascuas, en lo que supuso la presentación casi en exclusiva (previamente tocaron en Terrassa) de su nuevo trabajo. De la desnudez de antaño en una perfomance sobria con Maria y Marcel solos en el escenario, a una evolución con mayor acompañamiento, presencia y puesta en escena. Las nuevas canciones que dieron inicio al show revelaron la apuesta clara de Maria y Marcel por un sonido más electrónico, innovador y con mayor capacidad de exploración. Los primeros temas sonaron hipnóticos con una escenografía en escalera, dos voces de acompañamiento (Marta y Elena), una guitarra (su productor, David Soler) y un Marcel más liberado de las cuerdas para desempeñar su nuevo rol en los teclados y bases.
A pesar del gran despliegue con los temas nuevos (“Milagro” es una delicia), el primer y lógico aplauso entregado se lo llevaría “La gent”, con una interpretación que ha escalado un par de peldaños gracias a la nueva formación en directo. Le siguió “Ball del vetlatori”, menos acústica de lo habitual, y “A la vida”, que sigue envolviendo de emoción cada una de sus actuaciones, ahora con una Maria Arnal más liberada y llenando el escenario más que nunca. La nueva situación pandémica y las mascarillas deslució en algo el coro ya clásico del respetable en “Canción Total”, en la que Arnal puso todo su empeño para recordar mejores tiempos pasados antes de dar paso a otras de los nuevas y relucientes canciones como es esa repetitiva y memorable “Tras de ti”.
Ya en la recta final de un directo que se hizo demasiado breve llegó otro de los momentos grandes de la noche con las palmas del público en la siempre conmovedora “Tú que vienes a rondarme” y el electrónico y punzante estribillo de “Fiera de mí” con ese bailable “Caminito de perlas” que probablemente acabe convirtiéndose en uno de los momentos grandes de su repertorio en vivo. Las nuevas “Meteorit ferit”, que habla de “cuando algo nos daña y vamos quitándonos capas”, y “Ventura”, cerraron un espectáculo en el que Arnal y Bagés revelaron su ambicioso plan para seguir dotando a las canciones de un carácter auténtico a la par que transgresor.
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