Dicen los que saben que las estrellas nacen por azar. Hay estrellas jóvenes como el sol que iluminan de día, con su bisoñez y enorme intensidad. Pero también hay cuerpos celestes adultos que iluminan el firmamento en las noches más cerradas y sirven de guía para los intrépidos viajantes.
La programación del Festival Santaspascuas podría ser algo así. Lo mismo puede uno disfrutar de interesantísimas propuestas emergentes en horario de día y a la vez encontrarse con grandes espectáculos de virtuosos y consagrados en horarios de noche. Esta crónica quiere ser un ejemplo de ello, con la actuación de una Andrea Santiago que iluminó la mañana del 2 de enero en la sala Zentral y una Silvia Pérez Cruz que desplegó durante más de dos horas un enorme recital nocturno en Baluarte al día siguiente. El azar es que existan, no lo es tanto el empeño en reunirlas bajo un mismo cartel en estos tiempos complicados que vive la cultura.
El caso de Andrea Santiago es el de un recorrido marcado por la perseverancia, pero no por ello menos común en las grandes voces de nuestro tiempo. Recuerdo que hará ya una década que tuvimos nuestro primer contacto a través de las redes sociales dado su interés por el mundo de la música. Lo que al principio parecía que era un gusto por la escritura y la crítica musical acabó siendo un proyecto serio de artista que se ha ido haciendo a sí misma sin más propósito que el regalo de las canciones.
No ha perdido nada de aquella de candidez de antaño pero ha logrado volcar todo su mundo interior en unas melodías que han ido perfeccionándose con el paso del tiempo. Composiciones tan embaucadoras como “Madrid” nos hacen viajar a lugares concretos y se unen a otras más escapistas como “Las Bestias Que Me Acompañan” y “Hoy no puedo dormir”, dos de esos temas en los que demuestra todo su potencial y su capacidad temprana para jugar con la voz.
Acompañada de una banda que la complementa a la perfección sin difuminarla, Andrea Santiago (foto inferior) despliega un espectáculo naíf, delicado y envolvente en el que se pueden escuchar algunos temas nuevos y llamativos como “Luces a quemarropa” o “Materia viva”, probablemente su canción más ambiciosa hasta la fecha y que sirve de presagio de lo que podría regalarnos en un futuro. El camino prácticamente acaba de empezar, pero con algo más de ambición, y cómo no, algo de suerte, hay artista para años.
Dice la propia Silvia Pérez Cruz (foto inferior y encabezado) que “necesita de la cultura, no para su trabajo, sino para sentirse viva”. Algo que ha intentado transmitir en ese maravilloso y reciente álbum que es "Farsa (género imposible)", en el que nos habla de la maternidad “como una forma de conectar con la vida y con esa madre que hace todo lo que puede”.
Así se demuestra en uno de los cortes que dan inicio a su recital en Pamplona. “Todas las madres del mundo”, que nos transporta a esos vientres, a esas almas y a esas esperanzas y temores de todas las madres. Como una conexión clara entre temas presenta a continuación la menos accesible “Fatherless”, en la que Pérez Cruz se enfrenta en el centro del escenario al violín de Carlos Montfort que la acompaña, brindando un silencio intenso y desgarrador para unas palabras de dolor y ausencia.
Pero Silvia no está sola. La acompaña una banda virtuosa que muestra sus enormes habilidades en interpretaciones como “Pare meu”, una de esas melodías al más puro estilo cançó catalana en la que se revela una compenetración instrumental que la hace grande e incluso mejora su versión en estudio. Por su parte, Pérez Cruz, que ha ido demostrando con el paso de los años su dominio de todos los registros, se desmelena también en temas como “Tango De La Vía Láctea” o muestra la capacidad camaleónica de su voz a dúo con Carlos Monfort en el epitafio “Mañana”.
Y, en este sentido, la cantidad de opciones sobresalientes para desplegar sus melodías sirve para que, en canciones como “Grito pelao”, Pérez Cruz se traslade a un extremo del escenario a desgañitarse en la guitarra española de Mario Mas, un viejo conocido de su carrera; pero también para que explore otros sonidos menos comunes como en “Intemperie” al son del pandero cuadrao de Aleix Tobias; o en “Estimat”, con un alegre piano que acompaña la calidez y el abrazo de su canto en lengua catalana.
Para el final, guarda algunas de sus mejores armas. “Ensumo L’Abril”, de su último trabajo, en la que modula, juega, experimenta y aúlla a través de una letra suplicante. O esa “The Womb”, inspirada en Childless Woman de la escritora y poetisa Sylvia Plath, con una pequeña sinfonía que crea una intensa y magnética atmósfera. Ya en el bis, “Pena salada”, con todo el elenco al ritmo de las percusiones, y la vivaz “Siga el baile” de Alberto Castillo, que tan bien adapta a su estilo y que sirve como fin de fiesta para dos horas de un directo redondo y de enorme variedad.
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