Música santa
ConciertosSan San Festival

Música santa

8 / 10
Don Disturbios — 03-04-2024
Empresa — Sonde3
Fecha — 30 marzo, 2024
Sala — Recinto de festivales de Benicàssim
Fotografía — Cedidas por la organización

Una vez más, se está demostrando que la realidad es tozuda en su empeño por desmentir a todos esos agoreros que esperan que este año sí, este año sea el del pinchazo de la famosa burbuja festivalera. Pues va a ser que no. España va bien y las cifras de creación de empleo, ocupación hotelera y gasto per capita durante la Semana Santa así lo demuestran. Algo se tiene que estar haciendo de forma más que adecuada desde muchos ámbitos para que así sea, y el SanSan Festival es un buen ejemplo de ello.

El festival cumplía una década de vida como siempre mirando al cielo. Es lo que tiene organizar un evento de estas características al inicio de una primavera mediterránea, tan inestable como propicia para la celebración del fin del invierno. Por suerte, esta vez el tiempo acompañó y la poca lluvia que cayó fue más anécdota que invitada malévola al evento. Así que pasado el susto metereológico, todo fue propicio para que el evento castellonense fuera un auténtico éxito de convocatoria. El mejor de la historia, de hecho, con casi 66 mil asistentes a lo largo de  tres días, en un ambiente inmejorable y muy transversal. Sorprende ver codo con codo a gente muy joven junto a padres primerizos, iniciando a los más peques en esto de la música, y gente más talludita con unas cuantas muescas festivaleras en el cinto. Un público muy variopinto atraído por un cartel igual de heterogéneo.

Así que lejos de aburrir a lector con una crónica  desgajada en franjas horarias y grupos, mejor hago un resumen general de lo más notorio y dejamos que la imaginación haga el resto. Empecemos, por tanto, con lo más destacado de lo acontecido para el que escribe que, obviamente, no tiene porqué coincidir con la opinión del resto de los mortales. Y es que si tuviera que quedarme con los momentos de disfrute más personal del SanSan de este año, lo haría primero con Arde Bogotá. Los cartageneros salieron a matar desde el minuto uno con un “Clávame tus palabras” iniciada desde el estribillo, es decir, directa a la yugular y sin hacer prisioneros. A partir de ahí, el espectáculo lo puso un Antonio García tan desatado como liberado de su guitarra, que no paró de brincar sin perder nada de fuelle para entonar, con esa voz tan carismática como profunda, los versos de himnos rockeros (sí, he dicho rock y lo mantengo) que ya son emblema y marca de la casa. Temas como “Qué vida tan dura”, “Cowboys de la A3” y esa “Los Perros” con la que finalizaron en quinta y sin frenos. Todo un desparrame que no hace más que refrendar que, su meteórica escalada a lo más alto, no ha sido fruto de la casualidad.

DePedro - Foto de Javier Bragado

Siguiendo en el plano de los mejores momentos del festival, voy a saltar al capítulo del veterano que merece mayor atención de la que en general le prestamos. Y es que Jairo Zavala y sus Depedro nos dieron, lejos de los focos de los primeros renglones del cartel, una auténtica lección de cómo tiene que sonar una banda en directo: con empaque y esa serenidad que otorga la experiencia. Actuación que resultó en cierta medida  la antítesis del vendaval de Arde Bogotá, pero que funcionó a la misma altura. En la misma línea resultó también la actuación Mr. Kilombo. Toda una garantía de ese ‘buen rollito’ que ha sido injustamente denostado en ocasiones, pero que cuando se interpreta con la solvencia y el desparpajo de Miki Ramírez achanta bocas. Algo parecido sucede con Sexy Zebras. A priori no los tienes en cuenta, pero luego se marcan un directo tan contundente y efectivo que no da pie a ningún pero. Por último destacar el buen momento en el que se encuentran Shinova con flamante disco que defender bajo el brazo. Los vascos salieron a por todas y solo les achacaré que no afilen un poco más sus guitarras. Con más rodaje festivalero canciones nuevas como “No cambiaría nada” nos van a volar la cabeza.

Si saltamos al capítulo de “expectativas cumplidas, dieron justo lo que esperaba” cabría empezar por el concierto de Viva Suecia. No hacía ni dos meses que los había visto en el Sant Jordi Club de Barcelona y debo decir que los disfruté con las mismas ganas. Y es que los murcianos tienen uno de esos shows rodados y efectivos que uno no se cansa de ver y escuchar. Bien basculado, buenas visuales y una versión de Nino Bravo incluida ("Un beso y una flor") por aquello de estar en tierras valencianas. También nos dieron justo lo que esperábamos Vetusta Morla. Aunque en su caso nos dieron algo mas, porque los madrileños no tuvieron reparos en defender en directo sus tres nuevas composiciones. De hecho empezaron el concierto con un “Puentes” destinado a convertirse en clásico de su repertorio, para incluir también “Las sábanas de mis fantasmas” y una delicada “Catedral” que vino acompañada de un impactante efecto visual a modo de vidrieras, que ayudó a refrendar su sedoso crescendo. Otros que estuviera a la altura de su veteranía fueron Amaral. Y es que poco hay que añadir al directo de los mañicos que son aupados por los coros del respetable que, obviamente, se sabe todas esas canciones que forman parte del imaginario del pop-rock patrio. Y qué decir del show de Ginebras que no se haya escrito ya. Pues eso, que convirtieron el recinto de Benicássim en un gran parque de atracciones, y recordaron que en ese mismo festival, justo tras la pandemia, protagonizaron el que es para ellas su mejor show. Así que salieron con todas las ganas del mundo a repetirlo.

Ginebras - Foto de Ainhoa Laucirica

Si pasamos a capítulos menos agradables, es decir, los que no convencieron como debían, hay un nombre que me duele mucho admitir. Y es que personalmente tenía muchas ganas de ver a Travis Birds defendiendo las canciones de su magnífico “Perro deseo”, pero solo hubo momentos de destello y en general su concierto no acabó de sonar con el empaque de las grandes bandas. Algo parecido sucedió con Fuel Fandango. Puede que el parón obligado por la maternidad de Nita haya oxidado su rodaje, pero lo cierto es que los he visto sonar en mejores circunstancias. Tampoco me convencieron del todo los sets de Colectivo Panamera, Emlan, Morochos, SUU, Natalia Lacunza y La Paloma. Sus actuaciones no fueron ni mucho menos un desastre, pero tampoco pasaron de correctas. Y es que si hablamos de actuaciones a las que les queda mucho camino por recorrer para ofrecer algo más digno, no puedo obviar las de Querido y Judeline. El primero por novato y la segunda porque tiene uno la sensación de que ese urban-pop cargado de auto-tune tiene menos trayectoria que una escopeta de balines.

Amaral - Foto de Javier Bragado

No quiero acabar la crónica sin mencionar otros conciertos que no pude ver en su totalidad, pero que me dieron la impresión de que, como mínimo, estuvieron a la altura de su nombre y trayectoria. Me refiero a bolos como el de Two Door Cinema Club, que parecen retomar la buena senda gracias a temas nuevos como “Happy Customers”, o unos La Casa Azul que poco les queda por  demostrar y parecen saberse la lección de memoria. También Ángel Stanich estuvo a la altura en una actuación que fue de menos a más, arropado por una banda más que solvente. Por su parte Morreo estuvieron tan efectivos como simpáticos, metiéndose al público en el bolsillo con su pop cañí con ese toque naïf tan desacomplejado. No puedo decir lo mismo de La Oreja de Van Gogh porque, por mucho que me expliquen el fenómeno de blanqueamiento al que han sido sometidos, yo no acabo de encontrarles la gracia. Cuestión de prejuicios pensarán algunos y no voy a ponerme a discutirlo tampoco.

En definitiva, SanSan Festival se ha convertido en una cita a marcar con rotulador rojo en el calendario festivalero, gracias a la combinación de fusionar lo más granado de la escena estatal, con un ambiente festivo en el que todo el mundo parece llevar puesta esa sonrisa de despreocupación que te dan las  vacaciones de Semana Santa.

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