“House of Sugar” (Domino, 19) es un título tan bueno para representar la música de (Sandy) Alex G que parece mentira que se le haya ocurrido al propio Alex Giannascoli. Es, para alguien tan acostumbrado a evitar las explicaciones obvias y diáfanas, casi una traición a sí mismo, a la condición esquiva que atraviesa todas las canciones que ha escrito hasta ahora. Porque la casa de azúcar de (Sandy) Alex G, al fin y al cabo, no es muy diferente de la de Hänsel y Gretel: en ella coexisten lo dulce y lo siniestro, la fantasía y la realidad más dolorosa y cruda; en una poética tan evocativa y llena de detalles como abstracta y ambigua.
Su música también bebe de las mismas fuentes, y a menudo envuelve canciones delicadas y sencillas en capas de arreglos y texturas incómodas y experimentales. Parece, casi, un escudo contra el potencial de sus propias canciones. Y lo primero que llama la atención al escucharle sobre un escenario es que va sin escudo. Ni debajo ni encima de la camiseta. Cuando acaba el pregrabado con el que empieza el concierto, “Project 2”, y la intro de “Gretel”, (Sandy) Alex G ataca el tema con una contundencia más cercana al Neil Young eléctrico que a la tradición indie en la que se le suele inscribir. El carácter destartalado y lo-fi de parte de su discografía desaparece; ni rastro de los titubeos vocales que salpicaban algunos de sus anteriores directos. Y cuando sigue con “Hope”, queda claro que no va a haber nada que se interponga. El formato de directo (cuatro músicos; batería, bajo, dos guitarras y ocasionalmente un teclado) saca la esencia de cada canción, sea americana, folk, rock o noise gritón, y la pone en primer plano. Y no hace falta más que eso. No, al menos, con canciones como las suyas.
La primera mitad del concierto sigue con temas de sus dos últimos discos como “Bobby” y “Taking”, este último con wah wah incluido, antes de hacer alguna que otra incursión en trabajos anteriores para volver con “Near” y “Bad Man” y conducir, con la voz filtrada y el clímax emocional de “Sugar”, a lo que parece el final. Pero nada más lejos de la realidad. Tras salir del escenario y dejar sonando durante apenas un minuto -fantasía, por cierto- el “My Heart Will Go On” de Céline Dion, (Sandy) Alex G vuelve para dar un bis indigno (y lo digo para bien) de tal nombre. Porque ni era tiempo de descuento ni era momento de tirar un par de hits y recoger rapidito. Al contrario: comienza a construir poco a poco, con mimo y desde cero, otro clímax, rescatando joyas como “Adam”, un tema publicado originalmente en un split con R.L. Kelly de 2013 e incluido posteriormente en “Trick” (Lucky Number, 15) que entrelaza con una versión del “What’s My Age Again” de blink-182 que consigue no sonar irónica. También recupera “Be Kind”, un tema que a día de hoy sigue sin estar editado oficialmente: tan pronto como apareció en Bandcamp, allá por 2012, desapareció. Y deja para el final “Brite Boy” y “Sarah”, dos pequeños himnos que, de nuevo, suenan tan perfectos que cualquier añadido (o cualquier intento de pulirlos y redondear sus aristas) estropearía la magia. Y algo de magia hay en las canciones de (Sandy) Alex G, porque el suyo es un realismo mágico. Y qué suerte tenemos de poder verlo sin filtros ni escudos.
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