En "Nobody Knows My Trouble", el tema que abre su último disco, "Fear and Saturday Night", Ryan Bingham canta «nací en Nuevo Méjico siendo ya un cowboy...». Hay que ser muy auténtico para entonar esa frase —y muchas otras que tiran del imaginario fronterizo del norteamericano— sin resultar paródico; últimamente hay demasiada gente calzándose unas botas de vaquero y calándose un sombrero de ala ancha en el mundo de la música norteamericana, y a la mayoría de ellos les falta uno punto de credibilidad, como poco. Sin embargo, para cuando Bingham cantó esa estrofa en su concierto en Bilbao el pasado viernes, todo el público ya tenía bien claro que, si algo es Ryan Bingham, es auténtico. De verdad.
Su herencia es la del country rock, pero el cantautor aúna con mucha personalidad sus raíces tejanas y los sonidos contemporáneos en los que se empapa su música. Todavía más en directo, es imposible llevarse a engaño: Bingham no es un revivalista, es un cowboy del siglo XXI que maneja el directo en la acogedora calidez de una sala con la misma cercanía con la que lo haría en un estadio; y esto no solo es bueno, sino que además es realmente complicado.
Así fue desde los primeros compases en Bilbao, arrancando con “Dollar A Day” y yendo de su primer álbum al último mediante la contundente “Top Shelf Drug”. Los aires hillbilly se mezclaban perfectamente con el carácter rockero de la banda, y desde esos primeros temas el público hervía ante la efervescencia del violín del veterano Richard Bowden integrándose perfectamente en una banda que rezumaba modernidad. De esto no hay duda: el directo de Ryan Bingham, por muy infectado que esté de todos los sonidos y raíces norteamericanas que le caracterizan, es un show de rock, puro y duro. No sólo en cuanto a carácter, sino en los tiempos, en la forma de afrontar el repertorio, el sonido o la propia disposición de los instrumentos en el plano acústico. A mitad de show, Bingham prescinde de bajo y batería para emprender un pequeño —y muy fino— set acústico en el que rescata temas como “The Poet” y “Hallelujah” y rinde tributo a uno de sus padres musicales, el genial Steve Earle, con la muy poco obvia “Galway Girl”, pero en seguida el ambiente se caldea de nuevo con la banda hasta llegar al single de su nuevo álbum, “Broken Heart Tatos”, y un “Southside Of Heaven” que se nutrió de tres partes diferentes, cobrando nueva vida en su versión en directo.
Un concierto difícil de mejorar, tanto en interpretación como en sonido, personalidad o conexión con el público. Pero se mejoró: la inevitable “The Weary Kind” de la película “Crazy Heart” no sonó obvia ni manida en la voz y guitarra desnudas de Bingham, aunque la preciosa “Even Wonder Why”, interpretada con la misma desnudez, dejó bien claro que la canción ganadora del Oscar no es, ni de lejos, la mejor de Bingham. Y, tras este íntimo momento, quizá el mejor del concierto, la banda al completo atacó un poderoso final rockero enlazando “Sunshine” con “Bread and Water” y dejando a los presentes con la sensación de haber presenciado, sin ninguna duda, uno de los conciertos del año en Bilbao. Y uno de los más auténticos, también.
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