En un mundo paralelo, un hombre con gafas de sol sentado tras una mesa le comentaría a Lourdes cosas sobre los matices de su voz, sobre la forma en que trabaja, o se metería con su edad y su peinado, la haría pasar de fase y ahora estaría cantando canciones de divas de la canción fácil. Por suerte, en este mundo en el que habitamos, nos guste más o menos, podemos disfrutar de su voz en pequeños comités como el que la sala Castelló nos permite. Podemos sentarnos, atentos y escuchar cada curva de esa increíble voz, de esa sensibilidad en las melodías heredadas de un cruce entre una Beth Orton y una Joanna Newsom no tan estridente, o lo que viene a ser una respuesta a las nuevas divas de la música independiente británica: Emma The Great o Florence And The Machine. Y en ese universo tan pequeño, es imposible no caer embelesado ante la atmósfera que dibujan canciones como “Cigarettes”, “Take Me Home” o “They Don’t Believe”, interpretadas con formato pequeño de banda que no la libró del nerviosismo digno de presentar un proyecto tan personal. Y tras ello, si a Lourdes, en este mundo, le da por interpretar canciones de divas de la canción como Cindy Lauper (“Girls Just Wanna Have Fun”) o Judy Garland (“Over The Rainbow”), nosotros no seremos quién para impedírselo.
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