Lo de Russian Circles es imparable. Cuando les organicé su primer concierto en Madrid, allá por 2008, recuerdo haber descubierto, al investigar para la redacción de la nota de prensa, que eran ya decenas de nacionales los que habían visto al trío en directo fuera de nuestras fronteras, viajando en exclusiva para disfrutar del directo de los de Sargent House.
Aquél día el trío de Chicago colgó el cartel de “no hay entradas” en la puerta de Ritmo y Compás, aunque gran parte de la culpa la tuvieron sus compañeros de tour, These Arms are Snakes. Desde aquello, Russian Circles han cosechado lleno tras lleno en nuestra ciudad en las, al menos, cuatro visitas más que nos han hecho, incluída la de ayer en Joy Eslava. Y qué salvajada lo de anoche. Desde el arranque Russian Circles dejaron clara que su evolución y madurez, compositiva e interpretativa, no ha parado de crecer. Perfectamente acompañados por la ambientación visual (un 10 para el técnico de iluminación) desgranaron un repertorio con una selección equitativa de temas representativos de toda su discografía. Desplegando esa mezcla contundente de rock setentas, metal de tonelaje y paisajes postrockeros que caracteriza su sonido, con mordida feroz y a la vez precisión quirúrjica. Los mayores vítores llegaban cuando atacaban algunos de los temas de sus primeros discos, y fundamentalmente cuando llegaba la parte heavy de sus largos desarrollos. Un bolo, otra vez, de sobresaliente para una banda que, por lo visto anoche, aún sigue en continuo crecimiento. Lo dicho, lo suyo es imparable.
Abriendo la noche estuvieron Helms Alee. El directo del trío de Seattle estuvo plagado de voluntad y actitud, pero el sonido fue un lastre que les acompañó desde el primer instante, haciendo que todo desapareciese ante el atronador sonido distorsionado del bajo de Dana James. Fue quizá el único punto negro en una noche de salvaje rock instrumental. Y que vengan muchas más
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