El Rototom es un oasis de buen rollo y tolerancia, pero la familia reggae puede ponerse muy talibán cuando quiere. Un festival de ocho días con más de ciento cincuenta conciertos debería poder permitirse salir de vez en cuando de las fronteras de género (por su escenario ya pasaron en años anteriores Calle 13 o Cheb Khaled) sin que se arme tanto revuelo como el que provocó la presencia en el cartel de Lauryn Hill (en la foto superior). Cierto, la estadounidense no es una artista reggae, pero ofrece hip hop y soul de alto octanaje, estilos ambos nacidos también del grueso tronco de la música negra, y ofreció un espectáculo soberbio, digno de un gran evento internacional como es el Rototom. De hecho, de su largo concierto del sábado solo sobró el tramo final en el que hizo varias concesiones innecesarias (hasta cuatro versiones de Bob Marley). Antes había puesto al público nervioso retrasando su salida al escenario cuarenta y cinco minutos (treinta de ellos ocupados por un DJ que se marcó un intachable warm up), pero cuando pisó las tablas demostró que es una diva de alto nivel, y que su actual gira es una reivindicación de su carrera y una rehabilitación en toda regla de su figura. Su primer concierto en España arrancó con una fuerza avasalladora, tuvo un receso en su ecuador para que mostrara su faceta acústica y volvió por sus fueros en la segunda parte. Dos horas de puro espectáculo que unieron su nombre a los de Mo’Kalamity y Jah9 para constatar que este Rototom ha sido el de las mujeres.
Si la primera ya fue destacada en la crónica del arranque del festival, vale la pena detenerse también a la segunda, una cantante integrada en el movimiento Reggae Revival que dejó con la boca abierta al público con un show auténtico en la esencia y con fundamento en lo musical. A nadie le cupo duda de que ha nacido una nueva estrella en el firmamento de los ritmos caribeños.
Para desespero de los fundamentalistas, el viernes fue otro artista ajeno al reggae quien se llevó el gato al agua. Shaggy era quien cerraba la noche, echando mano de populismo barato y escaso de facultades vocales, pero fue Femi Kuti (en la foto) quien brilló gracias a una lección de afrobeat digna sucesora de las que protagonizó su padre hace décadas. Adaptó alguna de sus canciones a ritmos reggae, pero hizo lo que mejor sabe: Bailar con gran clase, tocar varios instrumentos, propagar el mensaje africanista y desplegar un repertorio ante el que es imposible permanecer quieto. Acompañado de una numerosa banda y tres bailarinas, derrochó energía y se metió a la gente en el bolsillo sin dificultad.
No obstante si se trata de señalar al artista que más iras despertó entre la concienciada comunidad rastafari ése fue, además por méritos propios, Sean Paul, estrella del miércoles que congregó gran cantidad de público, pero ofreció un show muy pobre, tremendamente comercial y alejado del espíritu (musical e ideológico) que impera en el Rototom. Si hubo una inclusión injustificable en el cartel, fue la suya, no la de Lauryn Hill o Femi Kuti.
En todo caso, los puristas tuvieron motivos más de que sobra para disfrutar a lo largo del festival, ya fuera con Junior Kelly (que ofreció un estupendo concierto acompañado por Dubtonic Kru, como Jah9, y sufrió el único chaparrón meteorológico de la semana) o con veteranos de la talla de Midnite, Twinkle Brothers o Inner Circle, quienes demostraron la necesidad de seguir contando con leyendas de avanzada edad en un festival en el que cada vez se combina con mayor acierto la cuota histórica con las nuevas tendencias de la música jamaicana.
Y como no todo sucede en el Main Stage, tampoco conviene olvidar los intensos momentos vividos en la Reggae University (con presencias como la del productor Bunny Lee) o en escenarios como el Dub Academy (donde cada noche los franceses Blackboard Jungle demostraron cómo funciona un sound system) y el Showcase Club, en el que hubo una destacada presencia local de la mano de Aspencat, Paupa Man o Auxili, entre otros.
El Rototom sigue creciendo año tras año. La cifra oficial de asistentes en 2014 se ha elevado a doscientos cincuenta mil, señal inequívoca del grado de implantación que el festival ha logrado en España en un tiempo récord. El año que viene, más.
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