¿Recuerdas el último concierto del que pudiste disfrutar? ¿El calor de la sala a la que acudiste en el momento de cruzar su puerta? ¿El ruido de los que murmullan entre bolos? ¿La última cerveza que pediste y con la que, casi a ciencia cierta, brindaste?
Quién nos iba a decir que esa sería nuestra “última vez” durante mucho más tiempo del que esperábamos. Quién nos iba a decir que tras un 14 de marzo, la música, como nuestra vida, también sería repensada.
Y ahora que la realidad se manifiesta aplastante y la espera es una puerta abierta a la inquietud, la memoria se convierte en un gran antídoto. Con ella, levanto el calendario y vuelo directa al viernes 6 de marzo, fecha en la que Rosy Finch publicaban su nuevo LP “Scarlet” y lo presentaban por primera vez sobre un escenario. Lo hacían en casa, en la Nave Iguana (San Vicente del Raspeig) y acompañada de una de sus bandas amigas, el dúo madrileño Árida. He aquí el último concierto al que una servidora acudió y el último, por cierto, que se pudo celebrar en la Iguana.
Estábamos ante la segunda vez de este combo, con dos poderosas mujeres al frente, en Alicante. La primera se producía tres años antes, en el centro cultural Ocho y Medio. Esta ocasión, sin embargo, adquiría una dimensión profesional y emocional muy intensa para Rosy Finch: era la primera vez que la nueva agrupación se presentaba ante el público -recordemos que la banda anunció cambió de integrantes en lo que respecta a bajo y batería- y además, con nuevas composiciones. Toda una prueba de fuego que superaron con creces.
La noche comenzaba como cualquiera de esas noches que tanto anhelamos: Con encuentros, reencuentros, abrazos, risas y cervezas. Entre puntuales e impuntuales. También con quienes llevaban toda la tarde allí o los que después, llegaban directos del trabajo. Por supuesto también nos recibieron las personas al pie del cañón. Las que se ocupan del sonido, iluminación o barra -en la Nave Iguana esto recae en Ángel y Laura, que lo hacen todo verdaderamente fácil- y quienes aguardan en taquilla, con Pau y César de Surnia Records para la ocasión.
Alrededor de las 23:00h arrancaban Árida. Si en 2017 presentaban “Despertar”, esta vez, el turno era para su último LP “Días Salvajes” (2019). Sobre el escenario, Sara y Javi confirmaron su saber hacer, sacando a flote toda fuerza sonora. Esa que, como un ciclón bravío, arrasa con todo lo que tiene por delante.
Su rock, envuelto en grunge y mucha influencia noventera gustó al público, que también pudo saborear temas de su discografía previa como “Quebranta”, de su primer EP. Con el paso de los años, Árida han perfilado su sonido, saltando entre los márgenes y navegando entre un rock más desbocado en sus inicios a uno donde cada vez se destila mayor delicadeza y personalidad. Con este directo lo corroboraron, al igual que la huella que en ellos, y especialmente en Sara, tiene PJ Harvey. De hecho, y como en otras ocasiones, también la versionaron. Y todo ello, unido a la contundencia y una energía que fue creciendo con el transcurso de los temas, creó la antesala idónea para lo que estaba por llegar.
La puesta de largo para Rosy Finch era ya un hecho. Hacia la medianoche de ese viernes -que ahora queda tan lejano y a la vez, tan nítido- sonaban los primeros golpes de “Oxblood”. Y bastó para saber que lo que sea avecinaba iba a ser sencillamente bestial. Una aplastante aura de tonos rojizos se apoderó de la Nave Iguana y fue en auge hasta el final de su directo, con un público que arropó a la formación sobradamente.
La conexión entre los tres miembros fue más que evidente y a excepción de un pequeño problema técnico con la batería -con el parche del bombo como única víctima- nada más puede objetarse. Óscar (Domo/Pyramidal) al bajo y Juanjo (Grajo/ The Dry Mouths) precisamente a la batería, han resultado una apuesta firme para el sonido apisonador de Rosy Finch. Aquellos que puedan atestiguarlo en sus próximos conciertos -porque llegarán- sabrán de lo que hablo. Y precisamente, ese rodaje será el que les permita afianzarse en sus nuevos roles, con una base impecable desde el punto de partida.
Por su parte Mireia Porto -vocalista, guitarrista y quien dirige el proyecto en su totalidad- dejó claro que esto es para ella. El rumbo de Rosy Finch parte de sus decisiones y se hacía visible esa noche. “Scarlet” aúna grunge, sludge o doom y sobre todo, pura influencia 90s con Nirvana o Melvins a la cabeza. Pero sobre todo, este nuevo disco es dolor, ira y transformación. Y Mireia, acompañando técnica y visceralidad vocal, su encarnación.
Tras mucho tiempo sin el directo de Rosy Finch, su vuelta ratificó la densidad, agresividad y salvajismo que anticipaba su nuevo álbum, mucho más definido que su predecesor “Witchboro”. De él se pudieron rememorar temas como “Miss Howls” o “Hyde Formula” sin embargo, fue la fuerza de “Scarlet” la que nos trasladó al mismísimo abismo.
Y de él hubo que salir, al igual que lo hicimos de una noche que hoy casi adopta tintes de un relato costumbrista. Uno que espero os permita recordar que en 2020, la música, en todas sus formas, nos necesita más que nunca.
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