Rock in Rio celebró su décima edición y veinte aniversario en Lisboa estrenando nueva sede en el parque Tejo y reuniendo 160.000 asistentes en un primer de semana coronado por la mítica banda alemana Scorpions y el británico Ed Sheeran. Unas 80.000 personas asistieron cada jornada, un rotundo sold out que pone de relieve la ya estrecha relación del evento con el público portugués. Disfrutamos en primera persona de un evento que se ha convertido en orgullo de la ciudad. El festival continúa los días 22 y 23 de junio.
Como tiene lugar una vez cada dos años, se cumplían dos décadas redondas desde la primera edición en la capital portuguesa. Rock in Rio, cuya primera edición en Brasil se remonta a 1985 -recordemos: cuando no existían los grandes festivales de música como la industria que son a día hoy-, ha sido espejo y referencia para muchos de los que llegaron después.
Empezando por un recinto lleno de stands de las marcas imprescindibles para su financiación. Las marcas ocupan sus espacios y atraen al público con juegos, regalos y promociones, un poco al estilo de los parques temáticos, o incluso de atracciones. Icónicas son la noria en el centro del recinto con unas vistas impresionantes y la tirolina frente al escenario principal, justo delante del icónico puente Vasco de Gama que atraviesa el estuario del Tajo. Entre los conciertos o durante ellos, miles de asistentes pudieron disfrutar de estas atracciones y otras ofrecidas por las marcas. El espíritu familiar abierto al mainstream sigue siendo el sello diferencial de Rock in Rio, en relación a muchos otros que buscan un público determinado.
Con su vocación festiva, el festival se dirige sin complejos a todo el mundo. La participación de artistas internacionales se complementa con las bandas locales más destacadas: Pluto, Capitão Fausto o The Legendary Tigerman son los equivalentes locales a nuestras grandes referencias del indie. Y la efeméride de los veinte años -décima edición en Lisboa- dio lugar a una edición especial que, sin llegar a las dimensiones colosales de la versión brasileña en Rio de Janeiro, aumentó significativamente en cuanto a la escala de las ediciones precedentes. El público respondió en masa, aunque la tranquilidad de los locales y el gran despliegue de personal, puntos de bebida y comida y autobuses al centro, hizo que todo se hiciera todo lo fluido que puede ser un evento que reúne a tanta gente. Pudimos conocer algunos detalles de la complejidad de un festival de estas dimensiones -y que estrenaba sede- reuniéndonos con la Vicepresidenta Ejecutiva del festival, Roberta Medina (al fina de este artículo).
En cuanto al cartel, la organización optó por una combinación de artistas internacionales para un público muy amplio y bandas de referencia locales. El sábado estuvo protagonizado por las guitarras afiladas, con una oferta musical que nos llevaba a distintas variantes del rock. Los norteamericanos Living Colour, que se disputaron el público con sus compatriotas Rival Sons, probaron desde el escenario Galp que su combinación de metal con sonidos funk sigue plenamente vigente, y se atrevieron a versionar a Prince y Led Zeppelin. El inmenso escenario Mundo atrajo a un gran número de público local para disfrutar de la histórica banda portuguesa Xutos & Pontapés -acompañados por la Orquesta Filarmónica Portuguesa- y Extreme, el grupo liderado por el virtuoso guitarrista Nuno Betancourt -oriundo de las Azores-, que mostraron buena forma tanto en su versión rockera deudora de clásicos como tierna y acústica. Betancourt celebró sus raíces marcándose el himno portugués con su guitarra.
En el mismo escenario Mundo actuaron con su solvencia habitual Evanescence, que sacaron máximo provecho a un sonido atronador, y la abrumadora potencia vocal de Amy Lee. Por la noche, los suecos Europe y la banda de Hannover Scorpions reunieron a una multitud totalmente dispuesta a disfrutar de himnos como “The Final Countdown” o “Wings of Change”. Los momentos llegaron, claro, y el público se lo pasó en grande, que de eso se trataba, aunque la edad no perdone. Y es cierto que en el caso de los alemanes, un grupo de la generación de The Rolling Stones o The Who, no habrá muchas más ocasiones de verles en directo, aunque se beneficien sobre el escenario de la pegada de Mikkei Dee, exbatería de Motörhead. Antes de su actuación, se desplegó un espectáculo audiovisual coronado por fuegos artificiales, que celebraba el aniversario del festival.
Scorpions - Foto de Rita Seixas
La soleada jornada del domingo fue más familiar, con predominio del pop juvenil. El público adolescente e infantil respondió. Defendió sus canciones con su banda Íñigo Quintero, el único español que actuó en este fin de semana, reuniendo en el escenario Tejo a una muchedumbre impresionante. Un fenómeno de redes sociales (y algo más) camino de convertirse en estrella juvenil. El británico Jake Bugg puso la nota más rockera de la tarde, que estuvo repleta de las melodías tiernas de solistas como Lukas Graham y su indie soul, Calum Scott y Lauren Spencer Smith.
Tras la repetición del espectáculo audiovisual conmemorativo salió Ed Sheeran al gran escenario principal. El cantante volvía a la edición lisboeta del festival una década después. Recibido por un griterío ensordecedor, Sheeran demostró ser de los pocos artistas capaces de llenar por sí solos un escenario de estas dimensiones. Es verdad que se apoya en proyecciones y los loops de voz y guitarra que va grabando en directo -un recurso al que saca máximo partido-, pero no hay mucha gente con el arrojo de no depender de banda alguna delante de setenta y cinco mil personas. Y aunque su set tuvo un par de momentos de desmayo, aguantó bien como cierre por todo lo alto de este primer fin de semana. El pelirrojo británico salió con camiseta del festival y recordó con cariño nostálgico sus tiempos en los pubs de Londres hace quince años. No, no hace tanto.
Por cierto que en ambas jornadas, sobre el pequeño escenario adicional “School of Rock” actuaron bandas de chavales locales que le hicieron justicia con actitud e intensidad a canciones de Pearl Jam, Guns ´N´ Roses o Led Zeppelin. Sus profesores deberían estar orgullosos. Es una bonita manera de tender puentes generacionales en un evento que, a diferencia de otros macro festivales, tiene como uno de sus pilares reunir a público de todas las edades. Su objetivo se cumplió plenamente en esta décima edición lisboeta, bajo un sol espléndido. El despliegue de operarios de limpieza, la enorme zona VIP con vistas a los dos escenarios principales o el exquisito tratamiento a la prensa son otros elementos que suman. La fiesta continúa en septiembre en la edición brasileña.
Roberta Medina
Roberta Medina: “El entretenimiento puede hacer el mundo un poco mejor”
El domingo tuvimos la oportunidad de tener un encuentro en el corazón del recinto con Roberta Medina. La Vicepresidenta Ejecutiva de Rock In Rio es hija de Roberto Medina, el empresario y publicista pionero que creó el festival en una edición de 1985 que pasó a la Historia por la actuación de Queen bajo la lluvia…no en vano, en el recinto lisboeta una enorme zapatilla embarrada se erige como símbolo de aquel primer festival. Roberta ha vivido de todo en estos años. Recordó con entusiasmo momentos mágicos de la edición brasileña, como una actuación de Coldplay (también con lluvia) y anécdotas sabrosas como el momento en el que el bajista de Queens of The Stone Age salió detenido por tener la ocurrencia de salir a tocar desnudo. “Ya no hay tanta locura”, afirma, porque todo se ha profesionalizado mucho. Ella aboga por proteger y mimar a los artistas, una vocación que ha interiorizado el festival que dirige. No es fácil ponerse delante de setenta y cinco mil personas y aguantar la presión.
Cierto que Roberto Medina tuvo la idea de crear el primer gran festival desde Woodstock, poniendo el foco en los artistas, pero también en el público. Precisamente ése fue su gran acierto. Su hija cree que es la práctica y la experiencia lo que permite ir puliendo “sobre la marcha” los miles de detalles necesarios para asegurar al nutrido “público intergeneracional” -incluyendo padres e hijos- una experiencia placentera en un entorno tan grande. Con el cambio a su nueva sede, y aprovechando parte de la infraestructura que se creó para la reciente visita del Papa, la edición portuguesa está “creando una cultura nueva”, que, como vimos este fin de semana, ya ha recibido el respaldo masivo de los lisboetas.
La relación de Rock in Rio con la capital portuguesa se ha hecho “brutal, con una relación emocional muy potente”, admite, pese a que la venta de entradas, más de día que abonos, es un reto: deben competir con la gran oferta de cultura gratuita que, como sucede en muchas ciudades europeas, ofrecen las autoridades locales. Medina explica que la venta de entradas se complementa con la aportación de marcas y sponsors en una proporción cincuenta/cincuenta. La llegada al parque Tejo, frente a la misma desembocadura del Tajo, promete nuevas posibilidades y la contratación de más artistas en ediciones venideras.
La empresaria brasileña cree que “no se puede hacer un festival portugués sin artistas locales”, de igual modo que sucede en España. El gran objetivo del evento que dirige es “mostrar que la música y el entretenimiento pueden hacer el mundo un poco mejor, a través de pequeños pasos: es una ciudad donde la gente se porta bien, independientemente de lo que piense sobre otros temas. Y es porque dentro dependemos los unos de los otros”.
Medina, que sostiene que lo mejor que puede decirse de Rock In Rio es que es la “Disneylandia de la música”, se refirió a los factores económicos adversos que hicieron inviable la edición en Madrid, tras dos ediciones bastante exitosas: la gran crisis económica de 2008 frustró un crecimiento que era imprescindible para su viabilidad. Sin embargo, Medina defiende las virtudes de la infrautilizada Ciudad del Rock de Arganda del Rey, y relativiza la distancia que la separa de Madrid (quizá porque es de un país enorme como Brasil). De todas formas, de momento no existen planes para volver. Lisboa, ciudad llena de atractivos y que no queda tan lejos de España, es ya su gran sede europea.
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