La vida es un misterio. Mientras la Península agoniza por culpa de una extrema sequía, en Gipuzkoa ha llovido a mares durante la Semana de Pascua. La tarde del viernes no invitaba precisamente a salir de casa, aunque en Andoain la cita era mayúscula. Robyn Hitchcock, el genial cantante, compositor, guitarrista, pintor y poeta inglés que arrastra desde hace décadas la etiqueta de músico de culto, presentó en el auditorio Bastero el refrescante “Shufflemania” (2022). Y como no hay quién entienda este extraño mundo, se congregó mucha menos gente de la que merece un músico superlativo como el ex líder de The Soft Boys, a un precio de risa: 12 euros.
A punto de cumplir 70 años, su carrera en solitario vive una primorosa segunda juventud. En realidad, sus baches creativos se pueden contar con los dedos de una mano. Su blanca melena, fuerte y abundante, recuerda al pelazo que gastan otros colegas de profesión como Nick Lowe o Paul Weller. El paso del tiempo no le ha pasado factura a su voz, tan fresca y llena de matices como siempre. Hitchcock también mantiene el punto entrañable y excéntrico de algunos artistas. Es un tipo auténtico, de verdad. A la salida del show se disculpó varias veces por no prestarse a hacerse fotos con los fans (“solo me fotografío con gatos”) y en medio de la actuación se armó un pequeño lío con los cables que pululaban por el escenario: “Cuando yo era pequeño y Elvis Presley empezó a tocar no había nada de esto”, dijo.
El concierto pasó en un suspiro. Encadenó temas antiguos y nuevos, cayeron algunos hits inevitables con la potencia y el brillo de antaño (“So You Think You Are in Love”, “I Wanna Destroy You”) y el directo tuvo el mérito de teletransportarnos al pasado (los últimos años 70, la década de los 80 y 90) sin un ápice de nostalgia y con una vigencia absoluta. Sus acompañantes actuales, la formación española Los del Huevos Band, se encargaron de que no decayesen los decibelios, potenciando la vertiente más rock y contundente del repertorio. Un ejemplo: “Mad Shelley´s Letterbox”, del homónimo “Robyn Hitchcock” (2017), parecía directamente rescatada de la oleada punk y new wave de 1977. La edad no es un impedimento para el músico inglés.
Robyn Hitchcock brilla en distintas facetas, pero fue un gusto cuando se plantó solo ante el público para casi susurrarnos al oído una íntima “Queen Elvis” en una versión calcada a la del disco. Y para el recuerdo del centenar de personas congregadas en Andoain, quedarán dos perlas del álbum “Olé! Tarantula!”: la efervescente y muy Bowie “Adventure Rocket Ship!” y una emocionante balada dedicada al bajista de los New York Dolls, Arthur Kane, fallecido en 2004, “N.Y Doll”. La letra dice así: “One in a million people touch you. / How do I explain / Sincerely I remain, Arthur Kane”.
Se quedaron muchas joyas fuera del setlist, empezando por “I Often Dream of Trains” o The “Man Who Invented Himself”. A cambio, los nuevos temas sonaron especialmente convincentes, como fue el caso de “The Sir Tommy Shovell”. El sorprendente blues de “Midnight Tram to Nowhere”, también de “Shufflemania”, sirvió como inesperado cierre. No hubo tiempo para más. Antes, se emplearon a fondo los pamploneses Juárez, un valor seguro que desde el pop ruidoso y el rock independiente han desarrollado una carrera muy interesante que ya acumula cinco discos y una década de vida. La colorida luna que sirve de portada de su último LP se proyectó de fondo durante un concierto que tuvo varias fases, con un final abrasador y laberíntico.
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