Una vida en 80 minutos
Conciertos / Robert Forster

Una vida en 80 minutos

8 / 10
Javier Corral “Jerry” — 03-06-2024
Fecha — 01 junio, 2024
Sala — Dabadaba, Donostia
Fotografía — Ainhoa Bonifacio

Apenas pasan unos pocos minutos de las ocho, cuando nos cruzamos con el propio Robert Forster, guitarra enfundada en mano, muy cerca del callejón que da acceso a la sala Dabadaba donostiarra. Y es él quien nos informa que el concierto comenzará a las "nine o'clock", es decir media hora después de lo previsto. Ocurrió que se rompió la etapa de monitores, probó sonido y afectuoso dijo que si no había otro remedio tocaba así. Por fortuna se solucionó el asunto y acabó haciendo una prueba express cuando volvió del hotel. El caso es que un cuarto de hora antes de las "nine o'clock" entramos en la sala y allí estaba el músico australiano chequeando el sonido rodeado ya de público. Una vez terminada, Forster anuncia que volverá en "seven minutes" para cumplir lo pactado. Quizá la puntualidad no sea sólo cosa de suizos y británicos.

Ya en escena de verdad, comienza con "Always", uno de los temas más precisos de su último álbum en solitario, el excelente "The candle and the flame", publicado en febrero de 2023, para a continuación dirigirse a los 250 asistentes que casi llenan la sala, y soltar que contaría la historia de su vida porque "aquí hay gente que sabe quien soy y quien no". Acierta. Poco después alguien pretende recalcar su compostura británica, sin conocer su verdadero origen aussie. No es fácil imaginar qué empuja a un determinado público a asistir a un concierto no mediático, pero bienvenido sea. Quizá sea más fácil explicar las razones y terapias que llevan un señor de casi 67 años, que a su nivel lo ha sido todo, a recorrer el mundo de punta a punta con una guitarra.

Oriundo de Brisbane, Forster fundó en diciembre de 1977 junto a Grant McLennan (fallecido en 2006) The Go-Betweens, probablemente la primera banda no americana ni británica, que se convertiría en referencia esencial de buena parte del pop independiente mundial. Eso que ahora le lleva a Dabadaba a presentarle como «quizás, el compositor de música pop más brillante y menos conocido del planeta». Hay en él una parte de trovador lírico atemporal, provisto de una narrativa elegante, profunda, artística, también inquietante, que eleva el rock a más cosas que un compendio afortunado de ritmos desgarrados y dislocados.

Ya para esa segunda canción se ha deshecho de la chaqueta y empieza a cogerle el punto al sonido y a encontrar aquello "absolutely perfecto" entre traguitos de café, agua y algo de cerveza. La sucesión de canciones con las que viene a relatar sus memorias se detiene por pura lógica muchas veces en The Go-Betweens, y alcanza momentos a destacar en la suavidad de "Dive for your memory" de "16 lovers lane" (1988), álbum al que recurrió hasta en cuatro ocasiones, el dylanismo de "Baby stones" de su estreno en solitario "Danger in the past" (1990), aunque falte el piano, la cadencia ágil de "Clouds", el nervio de "Was There Anything I Could Do? coreada por el público en la ausencia de grupo. Pero me atrevería a decir que el culmen llega con "Tender years" de su mencionado último álbum, canción que se engrandece desde una óptica similar a un thriller de suspense, que infunde tensión de forma progresiva. La despedida llega con ese monolito a la ansiedad urbana que es "Here comes a city", y lo más cerca que ha estado de un hit en toda su trayectoria.

El bis comienza con "Rock and roll friend", que podría ser perfectamente de Jonatham Richman, en contraste con un animado "Spring rain", que abría "Liberty Belle & the black diamond express" (1996) ya con un Forster extenuado y al que se le escapó un suspiro de cansancio. Un rato antes, alguien desde el público le había solicitado "Surfing magazines", pero entonces prefirió elegir "She's a fighter", dedicada e inspirada en Karin Bäumler, su esposa y compañera musical como violinista durante más de 30 años, y que en 2021 fue diagnotiscada con un cáncer de ovarios. Pero es en esta despedida final, tras 80 esforzados minutos, cuando Forster se acuerda de las revistas de surf (que por cierto dieron nombre a una banda con gente de The Wave Pictures y Slow Club) y de cómo se le había recomendado Mundaka (y su famosa ola) desde las primeras filas un rato antes. Es el colofón a un concierto tan disfrutado como anhelado con la compañía de banda eléctrica.

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