Dentro del arte en general y de la música en particular, pocos son los artistas que consiguen el clamor popular, haciendo lo que literalmente les sale de las pelotas. Menos aún son los que se muestran transgresivos, y consiguen que las masas les abracen como a uno más. Esa situación se da en contadísimas ocasiones, y sin duda, Robe puede que sea uno de los más significativos. Ver la forma en la que, más de treinta años después de sus inicios, ha conseguido que sus palabras estén tatuadas a fuego en miles de corazones, sigue resultando emocionante. Tan emocionante, como admirable desde la óptica de cualquiera que ame el arte de juntar palabras.
En esta nueva gira, después de toda la controversia acaecida en lo referente a Extremoduro, Robe vuelve a demostrar que por encima de conciertos multitudinarios con entradas agotadas, su preocupación sigue siendo dibujar pedazos de alma. Pintar su propio mundo a su puta manera, importándole poco lo que el resto del mundo pueda o quiera opinar. Esa ha sido siempre su fórmula secreta, y con los años, las canas y la serenidad, la que continúa empleando para continuar un camino que hace décadas hubiese parecido utópico.
Bilbao se vistió de gala para contemplar la nueva venida del maestro extremeño, en un Bilbao Arena que estuvo lejos de llenarse, pero presentaría una buena entrada. Muchísima gente de toda condición, agolpada frente a la que sería la presentación en sociedad de "Mayéutica", la última pieza del puzzle que lleva media vida tejiendo el genio de Plasencia.
Comenzaría la extensa función, con los músicos tomando las tablas a través del coño que protagoniza la portada de su último artefacto. Uno por uno, recibiendo su merecida ración de aplausos y dejando al maestro en cola, para que pusiese al pabellón en pie. Arrancarían renunciando al mundo en tono pausado y sentido, dejando a las claras desde los primeros compases, que aquello sería una velada para el recuerdo.
Nos recordaría Robe, como siempre ha sido un “Guerrero” de las palabras, pellizcándonos el corazón con glorias pasadas como “Si Te Vas” o “Golfa”, al tiempo que seguía defendiendo su manera de ver la vida, “Contra Todos”. En esta primera parte, constataríamos sin duda alguna, como la banda que acompaña a Robe en directo, es la mejor que nunca haya tenido. Miembro por miembro, músicos de un nivel y versatilidad abrumador, que engrandecen la obra del maestro, y la dignifican frente a los que aun piensan, que esto es rock kalimotxero de bajo octanaje.
Terminaría el primer tercio, empuñando aquella introducción al caos que contenía "La Ley Innata", una obra vilipendiada en su momento, que los años han puesto entre las piezas maestras del rock español de todos los tiempos. Un trabajo histórico que terminaba, donde comienza su nuevo "Mayéutica", de ahí que la segunda parte del concierto, estuviese presidida por los más de cuarenta minutos que contienen este poliédrico artefacto. Aquí podríamos comprobar lo muchísimo que ha calado la última obra de Robe entre sus fieles, resultando impresionante la forma en la que la gente se desgañitaba con cada fragmento, haciendo suyas cada una de las miserias y alegrías que iba recitando el de Plasencia. Unas vivencias, que sonarían con una nitidez y claridad deslumbrantes, en perfecta sincronía y con los debidos momentos de lucimiento para todos y cada uno de los artistas que pululaban sobre las tablas.
Habiendo presentado a su nueva criatura, lo único que le quedaría a Robe para salir de allí a hombros, y rematar las más de tres horas de poesía musicada que teníamos contratadas, sería sacar tres de sus mayores himnos y dejar que volviésemos a rememorar todos los momentos de nuestras vidas, a los que este señor ha puesto banda sonora.
“Standby” con la mítica intro que recitaba Suso y “La Vereda de La Puerta de Atrás” serían de esta manera los momentos álgidos del cotarro, dejando en lo más alto esa maravilla que se llama “Y Rozar Contigo” y terminar una vez más con las palabras de Chinato, al grito de “Ama, Ama y Ensancha El Alma”. El remate perfecto para la última lección del señor Iniesta, hasta que volvamos a buscar nuevos retazos de su poesía flamígera.
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