Extremoduro soy yo y con los que me junto
ConciertosRobe Iniesta

Extremoduro soy yo y con los que me junto

8 / 10
Alfonso Vázquez — 20-08-2024
Fecha — 17 agosto, 2024
Fotografía — Alberto Ledo

El público puesto en pie, agitando las banderas, grita una y otra vez: Rooobe. Rooobe, Rooobe. Así esperaban ocho mil almas según la organización, la aparición de Roberto Iniesta en el estadio Antonio Álvarez Ito de Almendralejo. Afortunadamente ya cayeron en el olvido aquellos años en los que Robe no era bienvenido en su tierra. El PP lo baneó por conocer a cuantos se marginan y el mismo PP lo invitó a regresar a casa por la puerta grande, concediéndole la medalla de Extremadura, tras haber aprendido a hablar con la sabiduría que da el fracaso ¿Fue a Robe? ¿Fue a Extremoduro? Bueno, la simbiosis entre ambos es perfectamente sublime, como él mismo nos cuenta: “Extremoduro soy yo y con los que me junto”. Y aquí estaba Robe y su banda, en la tercera fecha en Extremadura de esta gira Ni santos ni inocentes.

Tras un calculado retraso de media hora que fue amenizado con la música de bandas clásicas como Camel o más actuales como Fausto Taranto, la exquisita formación que acompaña a Robe comenzó a salir al escenario ante la creciente aclamación del público. Y en el momento preciso apareció él, rodeado de un aura de grandeza, interpretando "Destrozares". Comenzaba una noche de puro rock transgresivo como sólo él sabe hacerlo, con su estilo inconfundible tantas veces imitado a pesar de ser inimitable. En las primeras canciones se mostró más comedido, pero a medida que avanzaba la noche comenzó la interacción con el público. Y como reconoció tras la tercera canción, es que se encontraba en casa. Un placentino en tierra almendralejense con una banda de grandes músicos de la tierra. Se les veía a gusto en el escenario y siguieron transmitiendo energía y disfrutando tema tras tema. Porque Robe, además de ser una estrella que brilla con luz propia, dejó espacios para que cada uno de sus seis acompañantes pudiera brillar en sus propios momentos, al igual que lo hacían en los Niños de los ojos rojos, en Sinkope, en Acetre o en la Orquesta de Extremadura. La música de Robe, el rey de Extremadura, aunque ya no sea Extremoduro, rezuma Extremadura. Y es que Robe es grande y se rodea de grandes; tal como elogiaba Bunbury, "solo nos queda limpiarnos las orejas y ante el maestro mostrar admiración, respeto y silencio. Y recordad, Robe es Robe".

 Ante un público variopinto, desde adolescentes hasta coetáneos de este cantautor del rock, llegaron momentos emocionantes cuando Robe recuperó canciones de Extremoduro como "Stand by", "Si te vas" o "Buscando una luna" (con una luna casi llena sobre el escenario). Poco antes de la hora y media de concierto, Robe, guiando de manera inefable e infalible a su parroquia, pidió un descanso: tomaos diez, quince o veinte minutos, lo que necesitéis, y haced lo que os dé la gana, pero que no os vean.

El descanso se extendió media hora tras la que Alber Fuentes regresó al escenario dando una magistral lección de batería mientras el resto de músicos se iba incorporando al espectáculo para seguir desgranando clásico tras clásico, desatando la apoteosis. Robe, antes de continuar, demostró estar pendiente de todos los detalles y mostró su solidaridad con el pueblo palestino, pero pidió que bajaran las banderas enarboladas por esta causa por respeto al público que estaba detrás (en su casa las banderas son la ropa tendía). Y al mismo tiempo pidió al público guardar los móviles y disfrutar del concierto. En caso contrario, dijo con humor, dispararía.

Entre los silencios que se producían entre canción y canción, algunos demasiado largos, el público comenzó a entonar clásicos como "Jesucristo García" y "Extremaydura", a lo que Robe, con una sonrisa, respondía, esa no me la sé. Y, para terminar, un emotivo" Ama y ensancha el alma" cantado a coro por los asistentes, con un final instrumental alargado para que Robe, guitarra en mano, se paseara por el frontal del escenario con la mano libre golpeando su pecho en señal de cariño mientras oteaba lentamente al público, como si quiera conectar con todas y cada una de las personas que asistieron a este memorable espectáculo sin dejarse a ninguna. Un final de fiesta apoteósico y emotivo en el que Robe se dio un baño de masas y toda la banda recibió una calurosa ovación que transmitía todo el calor y cariño de sus paisanos.

En definitiva, un concierto magistral, con una banda compacta y compenetrada, con una puesta en escena correcta y un sonido atronador y sin fisuras. Pero para que no todo sea bueno en esta crónica, hay que resaltar un error de organización de esos que pueden costar un disgusto: el desalojo de las ocho mil personas se producía por un único portón de chapa ante el que se formó un colapso tremendo. Aunque afortunadamente no ocurrió ningún percance, ya conocemos casos en los que estas congestiones en espectáculos masivos terminan con percances fatales.

 

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