Dos terceras partes de una repleta Joy Eslava (un tercio de los asistentes a conciertos en Madrid, ya se sabe, a lo suyo) acudían a comprobar cómo defendería Richard Hawley en directo un disco tan complicado como “Standing At The Sky’s Edge”, trabajo incómodo para el oyente, guitarrero, oscuro, ciertamente arriesgado para la carrera de un artista que bien podría haber elegido acomodarse en su papel de crooner underground y sacar rédito de ello. Camino que no ha tomado.
Lo que sucedió entre “Hotel Room” o “Tonight The Streets Are Ours”, primeras interpretaciones de la noche, y el final, con la majestuosa “The Ocean” y “Lady Solitude”, constató que quien arriesga, en cierta manera, nunca pierde, que incluso acaba ganando sí o sí. Y que Hawley acierta. Acierta cuando se cabrea con la gente, con los políticos, acierta al plantear un desfile de guitarras, pasajes de ocho minutos, al tirar corrientes de tensión entre escenario y público. El acierto de no negociar algunos intangibles. Es complicado argumentar por qué el concierto del ex Pulp entra a formar parte de los eventos musicales del año en la capital, pero así debe ser.
Porque la intensidad, la autenticidad y la falta de autocomplacencia no se pueden medir, pero a veces, las tienes enfrente, y son apabullantes.
A Hawley le sienta bien todo lo que hace, pero siendo sincera la psicodelia debería racionarla.