Resurrección contra los elementos
ConciertosResurrection Festival Estrella Galicia

Resurrección contra los elementos

8 / 10
JLVillar, L.A. Serrallé y Quique B. — 12-07-2022
Empresa — Resurrection Fest
Fecha — 03 julio, 2022
Sala — Campo de Fútbol /Viveiro
Fotografía — Rubén Navarro

Cinco días de festival en un formato inédito, con polémicas por cancelaciones previas o coetáneas, clásicos que no fallan, revelaciones electrónicas y, sobre todo, muchas ganas de fiesta.

La resiliencia de un Resurrection Fest EG que ha tenido que postergar la celebración de su XV aniversario por las consabidas dificultades mundiales –que han noqueado especialmente al sector– es la prueba de su capacidad de lidiar con las caídas sucesivas de los cabezas de cartel inicialmente previstos (System Of A Down o Avenged Sevenfold), y que ha sabido aguantar el chaparrón ante las cancelaciones sobre el reloj de Madball, Amenra, Rotns o Raised First, entre otros, devolviendo el mandoble incorporando a pepinazos como Gojira o Stick To Your Guns. No puntúa la caída de Korn el propio domingo de su concierto por problemas con el avión de la banda, tras el tremendo esfuerzo de la organización por encajar su actuación a primera hora de la tarde, que dejó descolocado todo el line up del día. Los de Davis hicieron bomba de humo y dejaron al festival con el culo al aire.

Hablamos del evento metal-hardcore-punk (ahora también psychostoner) más grande de la península y uno de los grandes de Europa. Hablamos de una forma distinta de entender el concepto (pueblo pequeño, conexiones difíciles, clima adverso y primeros nombres de cada estilo musical), que crece con su público y viene peleando cada año para mejorar la edición anterior. Un estilo propio contra otro tipo de eventos prefabricados y que este año ha canalizado su éxito apostando por un all in: más días (cinco), más bandas (ciento veinte) y más gente (140.000 personas según la organización). Todo ello en una edición que ha suplido los cabezas mediáticos de años anteriores con la fidelidad y ganas de un público heterogéneo que se cruza el país (y las fronteras, especialmente portuguesas y francesas) para mantener un concepto de festival que ya trasciende lo musical. Es evidente que existen muchos peros, en el fondo (bandas locales y nacionales relegadas a primeras horas, falta presencia femenina en el cartel, desajustes horarios…) y en la forma (mismo recinto con más público: las costuras se estiran y fallan ciertas provisiones e infraestructuras hasta ahora bien gestionadas, como baños, merchandising, foodtrucks, tránsitos, carpas…). Algunos de estos peros alimentan a los orcos de las redes sociales, sin embargo, no empañan la trayectoria y el esfuerzo del Festival.

Calienta, que sales. Miércoles Warm Up

El Warm Up de esta edición rompió los moldes de asistencia de una fiesta de calentamiento, a lo que contribuyó ser el auténtico día cero postpandemia y un cartel que podría ser cabeza en cualquier festival del sector de la siderurgia musical. A pesar de unos problemas técnicos en el Ritual Stage, el banderazo de salida con Bolu2 To Death, Serrabulho y Onza a base de hxc, grindcore y punk dio alas a los ansiosos comensales para empezar a dar volteretas.

Directazo el de Bled From Whitin. No es la primera vez que esta peña enseña los dientes (el cantante ya había venido con While She Sleeps en 2019 por un problema de su vocalista) haciendo un metalcore fluido con groove y cambios que peinaron hacia atrás al público, apuesto a que volverán con más minutos.

De los maoríes Alien Weaponry ya hablamos en la edición de 2019 y con razón han vuelto a lo grande, Haka incluida de nuevo, esta vez centrados en su segundo álbum “Tangaroa” (21) con un sonido grave y tribal bien distorsionado con ecos a los Cavalera. A continuación, siempre en el escenario principal, Bullet For My Valentine tuvieron la oportunidad de tocar de noche (en 2016 el horario desmereció su actuación) y apretaron los dientes para presentar su ultimo disco homónimo, que retoma los sonidos que les hicieron famosos hace más de una década, arrancando con su temarral “Your Betrayal” para agitar un pit que ya no iba a parar hasta el final.

Sobre la una empezó la banda esperada del día, Deftones. En un bolo que fue de (mucho) menos a más, faltando contundencia y con los graves muy bajos los tres primeros temas, la banda se fue engrasando y ganando calidad de sonido en los temas en los que Moreno se unió a la guitarra, “Rosemary”, “Sextape” o “Bloody Cape”. Contra los agoreros y haters varios, Chino aguantó la voz tanto en los temas más arenosos característicos de su sello, tipo “Digital Bath”, como bordando “Ohms” y apretando el final, volviendo a sus orígenes con “Lotion” y una apoteósica “7 Words” con la que saltaron hasta los más fariseos.

Jueves de Resurrection. El beso de Judas

Con el cuello ya engrasado del warm up, el jueves volvió a vibrar Celeiro con una afluencia masiva al recinto, abriendo boca en los escenarios Chaos y Ritual con bandas nacionales (siempre los primeros): el deathmetal underground de Bonecarver y el folk metal medieval de Lèpoka, que se la juegan con un violín sobre el escenario.

Buen bolo de los punk rockers en claro ascenso Wasted Wiltons y enorme la potencia de unos Vita Imana conectados a su público, mención especial a Chris Masuak como rara avis en este festival, una suerte banda de blues rock en formato trío que reclama ser vista en sala.

Los catalanes Blaze Out consiguieron el primer wall of death del día y los nativos viveirenses True Mountains, con su punk rock que destila buenas melodías, claridad crítica de sus letras y buena actitud, demostraron que había razones para excusarse del primer bolo grande del día e ir a verlos al Chaos. Pero ojo, es que en el Main Stage había mucho que ver: Sepultura. Años de ausencia de conciertos, gente con muchas ganas, buen tiempo y un grupo al que se le tiene cariño fueron una mezcla perfecta para un conciertazo. Desde la primera nota de “Arise” hasta la última de “Roots, Bloody Roots” la banda sonó limpia, el público lo dio todo, inmensos circle pits, y la gente gritando todas las letras como si estuviese en un karaoke. Musicalmente no se notó nada la ausencia de Andreas Kisser (en Brasil con su mujer, quien finalmente ha fallecido, RIP), aunque nominalmente su falta pueda dar pábulo a quienes sostienen que ya son una banda tributo. Pues por muchos años. Todos los clásicos sonaron muy sólidos y los temas más recientes no desentonaron: “Means To An End”, por ejemplo. Sepultura en el Resu puede estar en el main stage a cualquier hora.

Casi pisando su hora, mereció la pena ver a Adrift atronando en el Desert Stage con su marca entre el sludge y el death, esta peña tiene un directo brutal trabajado tras casi dos décadas de underground. Los primeros suecos del día, Vomitory, pódium del death metal, arrasaron a sus devotos en el Ritual Stage. Los segundos suecos del día, Misconduct, jugaron su baza al empezar homenajeando a Pennywise con un “Bro Hymn” que puso a la escuela clásica en primera fila, y que ya no paró. Hardcore melódico con temáticas de sentido común (igualdad, no al racismo, etcétera), nada revolucionario pero muy divertido. El cantante se mezcló constantemente con las primeras filas. Ambiente y energía en el Chaos Stage, siempre pura diversión. La trinidad sueca la completaron los muy esperados Opeth, a los que la organización tuvo la nefasta idea de presentar aún de día. Ese sonido progresivo pleno de matices oscuros sufre con la luz del sol.

Pasando por Wiegedood haciendo black metal (género minoritario esta edición) en el Desert, llegamos a los cabezas de cartel del día: Judas Priest en la celebración de sus cinco décadas de trayectoria. Enormes. completísimo concierto con todos sus clásicos y trucos. Halford sacando los colores a las nuevas hornadas del metal. Impresiona cómo mantiene la voz en todos sus registros. Se nota que lleva cincuenta años en esto, mantener esa tensión en “Painkiller” después de décadas de gritos agudos es increíble. Otra leyenda que deja su muesca en Viveiro, con miles de incondicionales contentos.

La jornada se fue cerrando con Me And That Man, el concepto de la banda es perfecto combinando el dark folk, el country y el gothic blues apoyado en dos voces. Integrantes de los oscurísimos Behemoth en un proyecto alejado de esos sonidos extremos. Honestidad en la pregunta de Nergal al comenzar su concierto: “¿Qué hacéis todos aquí si están tocando Dark Funeral ahora mismo?”. A los temas quizás les faltó un poco de punch en directo, un poco de más intensidad, garra. Esta sensación se hizo más evidente después de ver a un gran descubrimiento del festival en un estilo similar un par de días después, The Picturebooks. Una propuesta parecida estilísticamente, con solo dos integrantes, capaces de transmitir más con menos.

Los cuartos suecos de la jornada, Dark Funeral, hicieron suyo el Ritual Stage, en un show que abrió el black metal a legos en la materia. Con partes más experimentales en comparación con el sector tradicional blackmetalero, convirtieron su directo en un espectáculo más ameno dentro de un perfecto metal extremo.

Tras una inédita propuesta de los vascos Numen y su folk metal tradicional en euskera, la noche la cerraron Hamlet en una exitosa vuelta al directo de sus discos más reconocidos, “Revolución 12.111” e “Insomnio”, haciendo justicia en el Main Stage a esta incansable banda madrileña que no se dejaron “Dementes Cobardes” o “El color de los pañuelos” para arengar a los incondicionales y nostálgicos noventeros.

Viernes de dolores en negro

La resaca Judasiana del jueves abre el viernes nuevamente con sol y sin cansancio entre el público. Quejas por los precios del comer y el beber en Viveiro estos días, que han subido como el color negro en el pueblo, mucho disfraz y ya huele a la masificación del fin de semana.

Entramos directamente con los catalanes Kids Of Rage y su hardcore melódico bien hecho, que dio paso a unos esperados Caliban con su metalcore de alta escuela. En perfecta forma tras trece discos en el mercado y atreviéndose incluso con una versión de sus admirados Rammstein. A continuación, los vigueses Aphonnic repartieron estopa y presentaron en condiciones su último Llargo, “La Reina” (21) haciendo notar que juegan en casa, gran show.

Thirteeen Bled Promises hicieron su trabajo: puñetazo en la cara a base de deathmetal y deathcore. Les siguieron los ucranianos Jinjer, quienes ya tienen una parcela en Viveiro. Combinan una calidad técnica de conservatorio con el carisma de su frontwoman TatianaShmaylyuk, peinando para atrás a todo el público. Lo dijimos en la crónica de 2018, han pasado de banda novel a merecida primera línea. Pasando de puntillas por Bourbon Kings e Ill Niño (sorpresa de última hora que sigue haciendo ese nu metal del que ya no te acordabas) llegamos a otro grupo que ya empieza a ser clásico en Celeiro, El Altar del Holocausto en el Desert Stage, con sus túnicas blancas, su ritual casi de comunión y fomentando los wall of death a través de su mística instrumental.

Empezando la noche, Tim Mcllrath y los suyos, Rise Against, se apoderaron del Main Stage mientras empezaba a sonar uno de sus grandes hits: “The Prayer Of The Refugee”. Un acierto para que los despistados no se perdieran nada de uno de los bolos del día, no por su especial potencia en directo (hecho notorio y reconocido), sino por la calidad de sus temas. Con varias canciones del “Appeal To Reason” ya no les hicieron falta florituras para acabar el concierto viendo a la gente contenta. Volverán.

Al acabar dio tiempo a ver a los franceses Celeste en el Desert, en una de las mejores actuaciones de esta XV edición del Resurrection. Post-hardcore, sludge o no sé bien qué, pero absolutamente bien afinado y con una potencia vocal que dejó a la parroquia –que llenaba la zona– ojiplática. Si te gusta Sabaton, los chalecos y la invariable temática militar, los enésimos suecos de esta edición hicieron su día. Fuego, sentadillas, efectos y bombas para la delicia de los miles de fieles que se quedaron a ver el espectáculo, que terminó con su tradicional “To Hell And Back”.

Después de un retraso por problemas logísticos que redujo su actuación a apenas media hora, atronaron Lionheart en el Chaos. Welcome to the West Coast, y nunca mejor dicho. Los californianos por fin desembarcaban en el Resu. Tras años de promesas y deseos, visitaban las no tan skateables playas de Covas y Area y joder, no defraudaron. Directos y al lío. Algo más de media dando briza; implacables, con el mínimo descanso entre temas y un público entregadísimo en el posiblemente mejor pit del festival a pesar de las intempestivas horas a las que sonaron. Cayeron todos los clásicos como puños haciendo que la peña volase. Se les notaba la urgencia (Rob Watson no hacía más que mirar el reloj entre canciones, tendría que llegar rápido al Golden Gym) y aun así dieron cera a topísimo. Que vengan más veces y con más tiempo.

Cerraron Decapitated en el Ritual con su dosis de metal extremo ante sus incondicionales. Death ultra técnico para expertos con doble bombo y voz salida del averno. Excelente cierre para preparar dos jornadas más!

Sábado. Electric Rain en Viveiro

La bruma matutina en Viveiro, clásico del verano en la mariña lucense, anticipaba la treboada sonora que estaba por venir. Sábado de festival, afluencia máxima, disfraces, quejas con y sin razón y muchas ganas de lío. Orcos, dinosaurios, unicornios y un fulano en traje y corbata por el pit. Puro Resu, vamos.

La jornada fue calentándose desde primera de la tarde y, después de los franceses Dagoba dando tralla industrial en el Main Stage, los nacionales Sound Of Silence dieron cera en el Ritual con su deathcore melódico extremo cantado casi desde primera fila del público.

En el Desert, Willis Drummond mantuvieron su original propuesta, que mezcla distorsión y melodía vocal en euskera, congregando a veteranos y niños. En el mismo escenario, a continuación, los ya mencionados The Picturebooks, con una propuesta loca de blues rock oscuro, con una base rítmica apabullante sin platos en la percusión y con un sonido que es puro Nashville siendo alemanes.

La auténtica bomba del festival fueron los nipones Crossfaith, cogiendo el testigo de nuestros queridos Crystal Lake, en el concierto que cerraba su gira por Europa. Cuando llevas muchas ediciones de este evento y ves pasar hordas de chavales hacia el Main Stage, recuperas la fe en un sector que es capaz de reenganchar al público joven con propuestas como la suya. Esta gente sabe combinar, mediante metalcore y cierto virtuosismo, la técnica de un beatdown con la electrónica noventera mezclado con esa estética extrema japonesa que hace vanguardia, haciéndonos creer que han (re)inventado el nu metal. Reventaron el festival por la mitad con su actitud y sonido, que el público devolvió multiplicando el número de circles y moshpit. Así, sí.

Al mismo tiempo, en el Chaos, Blowfuse movían a sus fans a ritmo de skate punk y rock alternativo de los noventa, limpio y perfecto. Saltos al público, mortales, actitud y mucha profesionalidad la de estos catalanes incansables. Dejando paso a la noche, primer gran nombre del día (y del Festival), Mastodon, quienes conservan la capacidad de sorprender y clavaron un directo (que no era su especialidad) en el que se permitieron jugar más alto, más rápido y más fuerte. Los catedráticos del metal progresivo variaron su tradicional repertorio para regalar “Crystal Skull” al segundo tema, enganchando a la gente desde el inicio. Continuaron combinando viejo y nuevo para terminar con un clásico, “Blood And Thunder”. El hit removió a los presentes y cerró un gran concierto que demostró su mejoría en el directo.

Casi coincidiendo, en el Chaos, la otra sensación del festival con su circle pit hip hop (según ellos mismos), los Moscow Death Brigade con una mezcla desenfrenada de bases, metal y desparpajo chandalero que dio cera hacia mil frentes. Un formato en trío con instrumentos (bien) pregrabados que hicieron bailar a todo el foso. Toundra jugaron en casa en el Desert. Sus fans son legión en este festival y demostraron su conexión con el público a través de un directo limpio y una atmósfera instrumental característica que saben trasladar del sonido de sala al de un festival.

Hablar de Gojira es hacerlo de una banda que nunca decepciona (su concierto en 2014 está en el Guiness de los Resu). Esta edición han aparecido como salvadores de un cartel que se iba despedazando y lo arreglaron como saben: atronando el recinto. No esperes fuegos artificiales, músicos llenos de tatuajes, o mensajes inspiradores. Boom. Llegan, tocan, te dejan con la boca abierta y se van. Varios temas de su anterior disco, “Magma”, un repaso a los más emblemáticos de su carrera incluyendo “Born For One Thing”, una de las canciones más celebradas de su último “Fortitude”, y el público de nuevo entregado. Noventa minutos de escándalo que finalizaron con “Amazonia” que ya es el clásico de sus cierres.

Desde Sheffield rompieron la pana del hardcore beatdown Malevolence, de lo mejor de la nueva escena británica. Kárate pit y puños voladores en un Chaos en llamas para cerrar las actuaciones del día, salvando el tributo a Rage Against The Machine de Bulls On Parade en el Ritual Stage, portugueses que repetían cierre de edición y que –con un sonido más que digno– aprovecharon los himnos de la banda tributada para conseguir los mejores coros etílicos de la jornada.

Domingo. El show debe continuar

Lluvia y jaleo extraoficial tras los avisos de Korn de saltar del barco, que acabó en cancelación y consiguiente oleada de protestas e indignación (verbalizada en la afición, interiorizada en la organización). Sin apenas tiempo para reajustes, lo que provocó que varias bandas se solapasen cuando no era necesario al haber tiempo y espacio suficiente, abrieron la lata el dúo gallego Grima, presentando “A ver a qué sabe” (22), con una contundencia y descaro que los está llevando a petar salas por toda la península.

Pese a la menor afluencia por ser domingo, la lluvia intermitente y la caída de Korn, la masa se reagrupó para disfrutar de el metal punk electrónico y divertido de Electric Callboy (antes Skimo Callboy), que metieron color, zapatilla y frescura en el Main a un festival que resurgió gracias a su loca propuesta. Su juego nos recordó por qué en Alemania se liaba tan gorda con la electrónica; simpatiquísimos, cambios de vestuario cada dos por tres y esa propuesta Backstreet Core que tanto nos gusta. Entre ellos y Stick To Your Guns hicieron que el domingo fuese el día más partyhard y la caída de Korn quedase diluida.

Ruxe Ruxe, banda gallega incombustible y auténtica, supieron dar ración de punk y Oi! a sus incondicionales. Tras un paso fugaz por el Ritual para adorar a Diva Satánica y sus Bloodhunter, el primer plato fuerte del domingo de resurrección lo sirvieron Stick To Your Guns, carne habitual de escenarios y situaciones más pequeñas (reconocieron humildemente que estaban impresionados por el Main Stage y la respuesta del público, chapeau). Demostraron que resuelven en un escenario grande sin problema. Pese a los problemas del micro en los primeros temas, estaban cómodos, motivados y contentos con la respuesta del público a pesar del mal tiempo. Sus canciones funcionan mejor en directo que en álbum, banda y público se retroalimentan y los temas alcanzan un potencial inédito. Aunque no presentan material desde 2017, el repaso a su discografía abrió varios wall of death y movió al personal hasta el último riff.

Belvedere mantuvieron su línea de hardcore melódico –de la que nunca se han separado– en el Chaos, llenando la carpa a ritmo de punk rock y buen rollo veterano, metiendo hasta una versión de la épica “You” de Bad Religion. Heaven Shall Burn quisieron reeditar el exitazo del bolo inolvidable que dieron en la edición 2015. ¡Qué nivel tienen estos alemanes! Con “Voice Of The Voiceless” o “Counterweight” el foso se llenó de mosh, arando a base de circle pits el terreno empapado. Mucho cuidado con Knocked Loose en el Chaos. Mejor disco del año de hardcore en 2019 con su arrollador “A Different Shade Of Blue”. Después de verlos piensas, ¿cuánto le va a durar la carrera al chaval este? Vaya gritos. Esa voz de adolescente desquiciado, esta banda tiene personalidad y una proyección tremenda: riffs mátematicos y beatdown de manual que funcionan perfectamente con el hardcore moderno. Sin duda la banda hardcore emergente más en forma del momento.

Angelus Apatrida son una familia y en Viveiro juegan en casa, con un nivel técnico apabullante y plena conexión con el público. Algunos problemas con el sonido al inicio no evitaron que con su thrash se mazasen pulpos en el pit, con uno de los mayores mosh del festival. Lástima los últimos momentos del concierto, en los que les cortaron el sonido a menos de un minuto para acabar por distintas versiones: Bring Me The Horizon quisieron empezar antes (otra vez la arrogancia de estos chavales)/AA habían empezado unos minutos tarde. Cruce de reproches con la organización en redes –sin sangre y con respeto–pero nos queda el recuerdo de un concierto impecable.

Bring Me The Horizon venían con la etiqueta de salvadores del desaguisado y cabezas del cartel del domingo tras la espantada de Korn. Y los británicos supieron jugar sus cartas con su amalgama de metalcore, electrónica y ramalazos pop. Éxito absoluto según el respetable, profesionales, sonido contundente y visuales perfectamente sincronizados. Presentaban “Post Human: Survival Horror” en una vuelta a sus orígenes, y supieron motivar a un público que llevaba cinco días en pie y que se dejó los restos al son de “Can You Feel My Heart” y el resto de sus clásicos modernos, cerrando el espectáculo con la archiconocida “Throne”.

Un festival con la gente cabreada, con precios abusivos (tanto en el festival en sí como en Viveiro) pero que nos trajo grandes alegrías, ya que llegamos con un mono gordo después de dos años sin poder levantar la hierba de Viveiro como nos gusta. Esta esperada edición estuvo mucho tiempo en el aire y la organización se enfrentó a retos nunca vistos. Cierto: el pato siempre lo paga el público, que con razón y sin ella quemó las redes sociales, por las cancelaciones de última hora, los cambios de horarios o las condiciones mejorables en transporte y comida. Pero lo cierto es que los efectos de la pandemia y el ansia por retomar la antigua normalidad nos han hecho la piel más fina ante las nuevas dificultades correlativas a la nueva normalidad. La organización se enfrentó a su edición más difícil –bandas y personal con Covid, vuelos cancelados/modificados, cambios de fecha de giras y un extenso etcétera– y lo ha salvado con tirando de su propia fe y de la comprensión y fidelidad de su público. Es muy fácil hacerlo bien –como hasta la fecha– cuando no hay problemas, la fidelidad se mide en la dificultad y aquí radica el éxito de este Festival: hecho por fans y para fans. ¡Nos vemos en la XVI (+2) edición!

 

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