Modalidad Metal por Unai Endemaño (texto y fotos)
Me resulta curioso el hecho de acertar año tras año, el ganador del certamen metálico del Villa. Me parece de lo más significativo, como en los últimos años, ya desde las semifinales, queda absolutamente desmarcada alguna banda que acaba haciéndose con el trofeo. Me ocurrió con los Wizards y su electrizante directo, con los Insaniam y su puesta en escena extraterrestre y como no, con la alarmante superioridad técnica de los Flying Scarecrow. Todos los años hay alguien que me parece estar un par de pasos por encima del resto, al menos como para restar emoción al certamen.
Obviamente, este año han sido Hex los que han continuado la costumbre arriba mencionada, clavando un directo en el que las tablas de sus integrantes, les otorgaban el san Benito de ganadores, desde los primeros compases de su actuación. Negar lo evidente aquí, resultaría absurdo, así como obviar el evidente poderío, que hizo sombra al resto de contendientes. Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la proverbial oscuridad a la que tanto aluden Hex, se acabó materializando sobre el certamen entero.
Comenzando por el principio, hay que hablar de los primeros participantes de esta vigésimo novena edición. Serían los franceses Cranks, los cuales demostrarían demasiadas carencias como para ser tenidos en cuenta. Interpretarían un show deudor de Maiden, en el que a veces llegaban a sonar como unos Enforcer de medio pelo o unos Striker de tercera división. La suya sería una comparecencia eufórica e irrelevante, por parte de una banda que aún tiene que crecer mucho, como para medirse en estos niveles.
Un empaque notablemente superior, mostrarían los Ready Aim Fire, quienes han sabido superar el concepto de banda tributo, adoptando para sí mismos, la auténtica esencia Rainbow como si la hubieran inventado en su propia casa. Profesionalidad, buen sonido y uno de los mejores cantantes que piso el Villa este año, enamoraron a la facción más clásica de la parroquia. Creo que se quedaron a las puertas de entrar a la final, en dura pugna con los equivalentes Valkyria.
El primer día del Villa tendría una última sorpresa, fuera de categoría, que vendría de la mano de las navarras Kabbalah. Un trio de rock oscurísimo, que se empeñó en acercar las sombras hasta la capital vizcaína. Sus minutos fueron lúgubres y elegantes, bailando entre riffs que podían haber grabado Black Sabbath y melodías vocales, heredadas de conjuntos como The Devil´s Blood.
La segunda jornada del Villa, contaría con los maños Misanthropy pegándole fuego al Bilborock, con su Thrash Metal de alto octanaje. La suya sería una actuación, en la que la pasión y la evidente proyección que les han hecho llegar hasta donde están, se mostrarían tan evidentes, como la necesidad de rodaje que atesoran. De talento van bien servidos, y es posible que dentro de muy poco, estemos anunciando grandes gestas por su parte, pero por el momento, tienen que continuar trenzando los excelentes mimbres que gastan.
Muchísimo más depurados, se mostrarían los arriba mencionados Hex, quienes se marcaron un bolo de contundencia extrema, con una puesta en escena propia de músicos experimentados y unos temas que dejaron el Villa de Bilbao, temblando. Lo suyo recordaría sobremanera a los mejores Bolt Thrower o a los Asphyx más Doom. Una verdadera lección de Death Metal pesado y crujiente, que pillo a más de uno a contrapié, pero que a servidor le dejo encandilado desde el primer minuto.
El tercer día del certamen, estaría gobernado por los tiempos clásicos, primero por los que sirvieron en bandeja de plata los portugalujos Valkyria y más tarde, por los bastante menos brillantes Taken. Los que oficiaron como locales, salieron con el público entero empujándoles, y trenzaron una correcta actuación de Power Metal clasicote. La suya sería una puesta en escena sin aristas, con el mismísimo Pedro Monge de Valdhemar acompañándoles desde las cuatro cuerdas y uno de los sonidos más cristalinos que sonaron a lo largo y ancho del Villa entero. Me recordaron sobremanera los mejores tiempos de Tierra Santa, cuando a finales del siglo pasado, el Metal español encabezaba festivales a golpe de agudos y pundonor.
Con una formula relativamente semejante, saltarían Taken sobre las tablas de Bilborock. Enarbolarían una bandera negra con el mismo entusiasmo, con el que despacharían un correcto Metal que oscilaba entre los Helloween del Keeper, los Pretty Maids de nuevo cuño y los Kamelot menos lucidos. Sobresaldría el timbre sorprendentemente alto de su cantante y algún que otro momento, en el que lograron que sus minutos fueran disfrutados por el Villa al unísono.
La siguiente jornada estaría gobernada por los ritmos pesados de FullResistance, quienes presentarían una curiosa mescolanza de Groove con Rock urbano, que no pareció terminar de casar con la parroquia bilbaína. No sonarían mal en cualquier caso, a pesar de que su fórmula hubiese tenido bastante más posibilidades, dentro del certamen popero. Resultarían interesantes en pequeñas píldoras, pero difícilmente equiparables a los conjuntos que acabarían llegando a la final.
La siguiente bofetada nos la propinarían Dissaverage con un Metalcore afilado, técnico y pelín atropellado. La suya sería una propuesta repleta de calidad, pero ligeramente lineal, con unos cortes en los que las virguerías llamaban la atención sobre los break, y cada segundo recordaba poderosamente, a tótems del género como Black Dhalia Murder o As I Lay Dying. Podrían haber pasado de ronda y nadie se hubiese extrañado.
La última tanda de semifinales, la ganarían por goleada los cántabros Pandemia (foto superior), una formación que ya se encuentra al nivel de los grandes del Thrash estatal y que recuerda poderosamente los instantes gloriosos de los grandes combos de Thrash norteamericano. A mí siempre me vienen a la cabeza Sacred Reich, cuando les tengo delante. En esta ocasión, salieron ultra motivados y consiguieron dejar un excelente sabor de boca entre todos los presentes. Tan bueno, que consiguieron hacerse con una de las codiciadas plazas para la final.
Rematando la última ronda de semifinales, se plantarían sobre Bilborock una vez más los Dethlirium. Un combo relativamente nuevo, en el que la velocidad de sus composiciones a menudo entronca con el Black furibundo, para pasar de golpe y porrazo, al Thrash técnico que podrían marcarse unos Coroner. Creo que su propuesta ganaría muchísimos enteros, con una segunda guitarra dotando de más cuerpo al conjunto.
Llegando hasta la final, como ya hemos ido adelantando, se encontrarían los Pandemia, los Valkyria y los Hex. Los primeros trazarían un bolo de similares características que el de semifinales, pero con más convicción. Llegarían a bromear con el hecho de que aquello era una iglesia y amenazarían con partir cuellos a su paso. Los segundos, se mostrarían un poco más nerviosos que en las semis, barajando sus mejores bazas con sapiencia, pero incapaces de plantar cara a los que a la postre terminarían rematando, el concurso entero.
Hex aparecerían con la misma sobriedad que habían lucido en la ronda anterior, batiendo melenas al unísono y alargando los riffs, de similar manera a como manejaban los Slayer de finales de los ochenta. También volvieron a brillar en su faceta más Doom, entroncando significativamente con los maestros ingleses del género, para posteriormente apretar el acelerador gracias a una base rítmica portentosa.
Quedaría cristalina la enorme ventaja que llevaban sobre el resto de combos, no solo por la contundencia con la que ejecutaron cada corte, sino por la perfecta puesta en escena que lucieron sobre las tablas bilbaínas. La suya sería una actuación impecable coronada con un primer premio más que merecido. Un primer premio- 5000 euros nada menos-que tuvieron el detalle de donar a la planta de oncología infantil del hospital de Cruces, haciendo que la noche entera, terminase resultado mucho más luminosa, de lo que sus oscuras cantinelas sugerían.
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