No abundan los casos de artistas que, en la cresta de la ola, deciden dar un paso atrás. Se dice con razón que la mejor manera de salir de los focos es cuando se está arriba, pero la experiencia nos dice que luego no es tan fácil ponerlo en práctica. Cuesta elegir el momento.
David Martínez Álvarez -aka Rayden- y su banda han decidido poner punto y final en busca de nuevas aventuras creativas y menos atención. Pero han querido darle las gracias a su público madrileño -“el mejor del mundo”- con una generosa doble sesión en la sala junto al río.
Funk, pop, indie, rock arrabalero y, naturalmente, hip-hop muy fluido -el que tuvo, retuvo-, en una combinación para amplios paladares que ha calado durante todo este tiempo, como se comprobó por el entusiasmo de un público metidísimo en faena. La tarde noche estuvo mucho más cerca de una celebración que de un lamento melancólico por el tiempo que queda atrás. Como debe ser.
No es casual que la despedida se esté consumando con el que se considera su mejor disco, “La victoria imposible”, un octavo trabajo donde el madrileño y su banda culminan su manera de entender esa amalgama de géneros que ha ido perfeccionando en este tiempo a partir de sus orígenes raperos. Su gente disfrutó de un generoso repaso de una carrera que se remonta veintiún años atrás, como recordó con un punto de nostalgia. No está nada mal.
En su primera cita en La Riviera y con todas las entradas vendidas, el de Alcalá de Henares no ha querido dejarse llevar por la solemnidad triste -y así lo ha repetido varias veces-, aunque lógicamente ha habido emociones y algunas lágrimas. Cuando se cierra una puerta siempre se abre otra, pero el tiempo pesa y es inevitable que las emociones se desbordaran entre estribillos luminosos y composiciones tan celebradas como “Finisterre”, “El mejor de tus errores”, “Alma 22” o “Abrazos impares”.
Además de mostrarse en plena forma -como debe ser en estas ocasiones-, en las dos horas de concierto David ha tenido detalles bonitos poco frecuentes, como acordarse del trabajo de los fotógrafos, permitiéndoles estar durante todo el concierto; y haciéndose acompañar en bastantes canciones por personas de su equipo técnico, en lugar de colaboradores estelares externos, que es lo que se estila a menudo. “Esto es para nosotros”, ha insistido entre aplausos arropado por su banda, sin omitir que en estas dos décadas ha colaborado con decenas de artistas.
El público que le apoyó en su penúltimo baile -por cierto, formado por gente de edades muy diversas, lo cual es muy meritorio- fue esencial. Y es que sin sin su aliento sostenido en el tiempo, ninguna carrera larga es viable. Así que, de nuevo, globos de colores con “La mujer cactus y el hombre globo”, confeti y final feliz. El agradecimiento de un tipo con los pies en la tierra. Al final, recordó, quedan las canciones.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.