Excitación pre nochevieja en la pista, latente en esa diversidad actual de los seguidores de Quique González, que iban llenando poco a poco el antiguo Palacio de Deportes. Un público ganado a pulso en dos décadas de carrera fruto de un éxito tranquilo en el que los protagonistas no son los grandes hits sino un cancionero de notable alto y discos emocionantes. Tocaba cerrar la primera parte de la gira de presentación de "Me mata si me necesitas", uno de los incontestables del año que termina, con el que quizá sea el concierto más importante del cantautor madrileño.
Pero qué confuso resulta de nuevo ese término. Ya lo dice Coppel a modo de parodia en una de sus canciones: “demasiado cantautor para ser rockero y demasiado rockero para ser cantautor”. En esa frontera se sigue moviendo cómodo Quique González, debatiéndonos en la pista entre si pedir silencio o todo lo contrario. Entre tanto, las luces se apagaban dirigiendo la atención a la escenografía de novela negra, donde un timbre largo de teléfono antiguo anunciaba un comienzo que sería demoledor. Exactamente el mismo comienzo de su último disco: “Detectives”, “Se estrechan en el corazón”, “Sangre en el marcador” y “Charo”, primero de los abundantes despliegues de talento de Carolina “Nina” Morgan, realmente emocionante con su voz potente, sedosa e imperfecta, aportando una personalidad y sensibilidad que ponía definitivamente los pelos de punta al protagonizar un clásico del madrileño como “De haberlo sabido”.
La noche avanzaba y las sorpresas no se hicieron esperar, siendo el primero de los invitados alguien en principio ajeno como El Drogas, que demostraba cómo es posible ser caricaturesco y auténtico al mismo tiempo. Atacaba con furia junto a Quique González “¿Dónde está el dinero?” en unos de los momentos más contundentes de la noche, que nos traía a continuación clásicos del repertorio como “Te lo dije” (en clave country) o las básicas de "Salitre48": “La ciudad el viento” y “Salitre”. Poco después llegaba el momento de invitar a César Pop al escenario, uno de sus grandes amigos -y clave en la composición de sus últimos discos-, para despedirse por primera vez con la parte más emocional de "Me mata si me necesitas", “No es lo que habíamos hablado” y la cruda y conmovedora “La casa de mis padres”.
Llegaba el primer bis y el momento para el justo reconocimiento a la banda que le acompaña. Primeramente Eduardo Ortega, veterano multiinstrumentista con el que recordaba a Enrique Urquijo y ese “Aunque tú no lo sepas” que escribió para él. También a Alejandro “Boli” Climent (bajo), a los guitarristas Pepo López y Edu “Sunrise” Olmedo o a David Chuches, imprescindible al teclado. Así como por supuesto a Nina Morgan, parte fundamental de estos Detectives que volvían a hacer el amago de despedida con “Clase media”. Pero hubo más, y en ese segundo bis, con casi todo hecho, Quique González sacaba a relucir la esencia de su talento, ese significativo menos es más mucho más allá de una buena banda y de todo lo que rodea a un concierto de grandes dimensiones, envolviendo el lugar con voz y guitarra al recuperar “Su día libre”, del íntimo "Daiquiri Blues".
Inmediatamente después llegaba el gran final, acordándose una vez más de aquellos que le apoyaron cuando tocaba para unos pocos en los bares con “Y los conserjes de noche”, tema mítico entre los míticos acercándose peligrosamente a los 20 años de edad, con David Ruiz de La Maravillosa Orquesta del Alcohol como invitado, quien acompañaría también a la banda en un fraternal cierre con “Dallas - Memphis”. “Vamos a intentar hacer el mejor concierto de nuestra vida, ¿vale?”, decía Quique al comenzar. Logrado o no, la noche fue un justo homenaje a una carrera que puede estar alcanzando sus mayores cotas de pegada e inspiración.
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