Se auguraba una noche antológica en la sala Razzmatazz. Mientras el público congregado en la sala esperaba que Queens Of The Stone Age salieran al escenario, las expectativas estaban cada vez más elevadas, y por dos buenas razones. La primera: la banda de Josh Homme iba a ofrecer un concierto que inicialmente no estaba programado en su Villains Tour ante una cantidad de público muy menor a la que acostumbran a tener en la actualidad. ¿Significaba eso que era una actuación hecha por puro placer y, conscientes de lo entregado que estaría el público, harían un repertorio de fan service para los más incondicionales? La segunda razón es la que me tenía intrigado: siendo la Razzmatazz una sala marcada a fuego en la historia del grupo, ya que fue allí dónde en 2003 el ex-bajista Nick Oliveri se emborrachó y a medio concierto tiró botellas contra el público (lo que, junto a otras cosas, acabó significando su “despedida”), ¿habría una especie de maldición flotando en el aire que Homme y los suyos aún tendrían que romper?
Pues ni lo uno ni lo otro. Después de hora y media esperando frente al escenario, las reinas hicieron su aparición ante un clamor absoluto. Quedó claro a pocos segundos de empezar que, con unos 2.000 fanáticos en el público, Queens jugaban en casa. Josh Homme sonreía, radiante, mientras las últimas notas del tema de “A Clockwork Orange” sonaban y empezaba, para sorpresa de todos, “A Song For The Deaf”. La siguieron “Sick, Sick, Sick” (que inauguró el primer pogo de muchos que se harían esa noche) y “Feet Don’t Fail Me”, cerrando una tríada introductoria inmejorable. Los temazos siguieron sonando en la primera parte del concierto, con las tremendas “You Think I Ain’t Worth A Dollar, But I Feel Like A Millionaire” y “No One Knows”, enganchadas igual que en el disco. Desde la grada izquierda, Jack White y su troupe observaban con seriedad cómo los californianos lo daban todo, esforzándose para no sucumbir al ritmo.
Después de una “The Evil Has Landed” que pareció casi un tour de force (pocos se atreven a defender un single de casi siete minutos en directo), la cosa se calmó con “In The Fade”, primera referencia de “Rated R” del concierto, recibida cariñosamente por los acérrimos. Con la segunda parte, Homme y compañía dejaron atrás las píldoras macarras y construyeron un repertorio más variado sónicamente pero menos efectivo. Centrados en sus últimos discos, Queens repasaron temas de “...Like Clockwork” y tocaron los singles restantes de su reciente “Villains”, lo que hizo que muchos echáramos de menos algún que otro clásico más para evitar la sensación de reposo que se instalaba momentáneamente en la sala. Con “Villains Of Circumstance”, a pesar de que su inicio etéreo y desconyuntado nos hiciera temer lo peor, resultó ser una sorpresa de lo más agradable, demostrando que la banda también se defiende en las cortas distancias. Después, “Little Sister” explotó sin previo aviso y la locura volvió a reinar antes de que Homme y los suyos se largaran unos minutos antes del bis.
Y así llegó el final, con un trío de ases infalible. Primero el buen rollo de “Make It With Chu”, después “Go With The Flow” y, finalmente, la obligatoria “A Song For The Dead”. Y joder con esta última; acelerando hasta la esquizofrenia, la banda hizo saltar cervezas, gafas y hasta un zapato, con toda una exhibición de músculo que acabó con Josh Homme encima de la batería, contemplando orgulloso la bacanal que había creado antes de que se cerraran las luces. No fue un concierto tan “especial” como muchos creían que sería (sólo dos o tres temas raros se colaron en su repertorio, como “I Never Came”), y tampoco había ninguna maldición que vencer: todo estaba ganado al empezar. Pero se trató de una actuación de dos horas apabullante, en la que la banda demostró que son un engranaje casi perfecto en directo, capaz de hacer retumbar cualquier sala en la que se encuentren. Josh Homme hizo gala de sus encantos de frontman y, aunque se lo tenga muy creído, es imposible no sonreír ante sus continuas ocurrencias. El sonido también fue bueno y, a pesar de que es imposible captar todos los matices de la banda fuera del estudio, la Razz es sin duda uno de los mejores lugares para escucharlos. Echadle un show de luces simple pero espectacular y tendréis la imagen mental de un concierto estupendo. Me pregunto qué le pareció a Jack White...
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