No, no era el primer festival de 2021. Aunque sí para algunos, como la que aquí escribe. Sin embargo, la significación de este Primavera Weekender era por todos compartida: estábamos ante un nuevo bautismo. Ante la verdadera redención. Ante la más esperada resurrección. Lo emanaban las miradas cruzadas, los abrazos a prueba de frío, la sensación de sentir y sentirnos en un todo. Sin barreras que impidiesen que la música volviese a nosotros.
Como si de un conjuro se tratase, esta nueva edición del Primavera Weekender se producía exactamente dos años después de la primera. Una señal irrevocable donde el espacio/tiempo nos recordaba que esa brecha que supuso 2020 fue absolutamente real. Pese a ello, habíamos ganado la batalla y al fin, merecíamos conquistar el reino.
Las expectativas eran altas. No podía serlo de otra manera teniendo en cuenta los nombres que completaban un cartel que prometía lo que la factoría Primavera siempre da: un line-up donde lo que éramos y lo que somos converge, confluye y da paso a lo que está por llegar. Y sucedió. Bien lo resumía ese “we were looking forward to this” que Thurston Moore lanzaba a modo de agradecimiento. Sobre el escenario principal (SON Estrella Galicia) el estadounidense, ya convertido en leyenda -imposible que el público lo olvide como vocalista de Sonic Youth-, marcó un setlist impecable. Nada que sospechar teniendo en cuenta que entre sus acompañantes brillaban James Sedwards o Deb Googe (My Bloody Valentine). El protagonismo fue para su último álbum By the Fire, lo que convertía el espectáculo en una suerte de meditación progresiva, instintos experimentales y ráfagas de riffs incandescentes.
La presencia de Moore y compañía marcaba el casi el ecuador de la jornada, lo que suponía una necesidad de reserva energética que el público manifestó durante su directo. Estaban y lo disfrutaban, pero difícil es sostener esa montaña rusa emocional que había comenzado horas antes de la mano de Fresquito y Mango, Wind Atlas, La Paloma, Marina Herlop, María Arnal i Marcel Bagés o un inesperado Santiago Motorizado desde un escenario improvisado en una de las cabañas del resort. Algo ya muy ligado a la marca Primavera Sound y que en este Weekender fue bautizado como Sin Previo Aviso. Modo recordatorio activado para ti que me lees y para mi misma: campanita activada en redes, nunca sabes quien vendrá después.
De la amplitud y luminosidad del primer (y principal) espacio a las faldas del castillo Lionheart nos zambullíamos a la oscuridad de sus fortalezas. Los pasadizos de tonos rojizos y armaduras desembocaban en dos espacios donde la rueda seguía girando. A nuestra derecha, el llamado escenario Excálibur nos arrastraba a la fuerza de un tablao flamenco que el mismísimo Capullo de Jerez había pisado. Allí bailaores y bailaoras, cantaores y cantaoras y su inexplicable pero armonioso enraizamiento con guitarras, desprendían la fiereza del fuego en plena combustión. El sentir y estar presente se hacía más real que nunca.
A nuestra izquierda se imponía otro de los puntos clave clave, el escenario Brugal. Ese que se abría paso entre las arenas y donde descubríamos a Marie Davidson y L'Oeil Nu. Con sorpresa me dejé llevar por ese estado de trance guiado en el que la francocanadiense, de movimientos desgarbados y entrega vocal, desplegaba toda su artillería electro-pop (por resumir) que servía como perfecto preliminar para lo que estaba por llegar. Porque en lo que se refiere a ese viaje más allá de la consciencia, esa noche hubo unos claros herederos al trono: ellos eran los mismísimos Mogwai.
Los escoceses sirvieron hora y media de viaje onírico que invitaba, como las primeras notas de ‘To The Bin My Friend, Tonight We Vacate Earth’ a abandonar la tierra. En contraposición a la lluvia que acaecía en el exterior y de la que nos salvábamos, en el interior Mogwai nos acogía en su cálida tempestad. La suya fue una actuación in crescendo que avanzó desde esa marcha reflexiva y calmada hasta una temperamental y estremecedora atmósfera. Las palabras suelen quedarse escasas ante tal majestuosidad. Ni siquiera ellos esbozaron más allá de un repetido gracias. Tampoco fue necesario. Mogwai vinieron a ser Mogwai. Los de siempre, pero sin por ello ser más decepcionantes. Y aunque en su set dejaban huella los temas de su último álbum As the Love Continues también hubo espacio para quienes esperaban temas como la magnificente ‘White Noise’ o la laberíntica y caótica ‘Old Poisons’ con la que cerrar la noche y saciar a esas almas ávidas de ruido, rock y guitarras.
Lo que venía después no era apto para todos los públicos. Ya sabéis, los espíritus nocturnos vuelan a otras alturas. Pero era nuestro deber ver a una de artistas que más menciones se llevan entre las nuevas generaciones, La Zowi.
Un público muy variopinto llenaba el aforo del escenario Brugal, siendo las gradas una obligada opción. “¿Cuántas putas hay aquí? No me miréis raro que aquí somos todas lo mismo”. La Zowi estaba presente. Además de clásicos, hubo temas nuevos y hasta ración de leche (sin lactosa) en el preludio de ‘Matrix’. También una muy clara declaración de intenciones: “Seguiré diciendo puta porque hay a quien le sigue asombrando. Por eso lo hago”. La esperada colaboración con Soto Asa en ´Smartphone´ llegaba durante el directo de este, con quien pisaba las mismas tablas apenas dos horas después. Evaluar lo que es y supone La Zowi, su autotune y su perreo podría llevarme una crónica completa. Mi conclusión: no es fácil jugar en su liga, pero ella no necesita más que su propio equipo.
Ante una inminente y maratoniana segunda jornada, nos veíamos en la obligación de abandonar la noche, con ella a Danny L Harle y Chica Gang. Pero caballeros y guerreras habían de disfrutar de su merecido descanso.
El sábado arrancaba a pleno mediodía con los Carolina Durante en un concierto al exterior. Ellos eran de los no anunciados, pero no hubo resaca ni escasas horas de sueño que venciesen a cualquiera de sus himnos. Por si cabía alguna duda, también fuimos testigos de la colaboración por excelencia. Sonaban los primeros acordes de ´Perdona (ahora sí que sí)´ y una Amaia a la que ya esperábamos – y que ya habíamos fichado la noche anterior- hacía aparición.
El turno de la tarde lo abría en el escenario Brugal una cautivadora Lagarde, quien se estrenaba en formato banda. Set breve pero intenso, teñido de pop y folk y con versiones de Sen Sera o Avril Lavigne para un público que resultó ser más del que podía esperarse a las cuatro. La mecha ya la habíamos prendido. El reto se centraba ahora en mantener la llama viva.
Saltábamos de nuevo al SON Estrella Galicia para deleitarnos con el colorismo de Renaldo i Clara. Cada vez más caras volvían al terreno de juego y la agudeza y el desparpajo de Clara era la invitación perfecta al renacimiento. De la misma forma, irrumpíamos en el universo de Casero. Melodías suaves y ritmos lentos entre sintetizadores nutren la puesta en escena de Gabriela. No siempre conecté con sus historias (cuestión de salto generacional) pero sí con su brillante voz, pese a que muchos de los que nos rodeaban prefiriesen alzar la suya propia. Por favor, aquellos de espíritu juglar, que dejen sus gestas para el post-espectáculo.
De Kokoshca poco podemos decir que no se sepa ya. Los pamplonicas volvían a recordarnos lo extraordinario de lo que estábamos viviendo “estamos flipando de tocar con gente así”. Ese “así” lo era todo. ¿Cómo iba a ser una objetiva rodeada de más de mil personas cantando, gritando y bailando? ¿Cómo no íbamos a corear si no dejaron hit fuera del menú? Mención especial merece ´La Fuerza´ que nos regaló a Diego Ibañez de nuevo sobre el escenario.
Y me adelanto algunas horas porque hay algo que debo dejar por escrito: culpo al Primavera Sound de crearme la necesidad de ver a Diego en todas sus facetas colaborativas. Porque la de que Kokoshca no fue la única de la noche. Los Planetas también lo invitaban en esa irremediablemente contagiosa ´Pesadilla en el parque de atracciones´. Y he aquí la magia de un festival que artistas, público y organizadores convierten en hogar: poco antes del inicio de este concierto, y entre las calles (en ese momento solitarias) del resort, alguien salía de su cabaña tarareando esta canción. Ya imaginaréis quien era ese alguien que avanzaba en pasos a nuestras espaldas.
Los granadinos, llenando hasta la bandera, despacharon toda su gloria en noventa minutos. La media de edad subía irremediablemente y los allí presentes se entregaban con el fervor de quien lleva años sintiéndolos. Todavía soy capaz de escuchar los coros en ´De Viaje´ o esa ´Un Buen Día´ con la que daban por finalizado el show. No sin antes haber tenido la suerte de testear esa ´Alegría de Graná´ presentada este mismo año. Puedes conectar más o menos con ellos (como es mi caso), sin embargo, no hay ni un pero posible que agregarles. Eran Los Planetas sonando y sabiendo a Los Planetas.
Retrocedo en tiempo porque sería de tremenda injusticia no revivir la calidez de Kings of Convenience. Recordar a Erlend Øye y Eirik Glambek Bøe es inundarse de ternura. Nadie pudo resistirse a escuchar ese Peace or Love que llegaba tras años de silencio. Tampoco a su humor y esa conexión con el público que nos hacía observar muchas caras embelesadas. Su presencia en el centro del escenario, envueltos en tonalidades verdes y esas voces armoniosas cercadas en su intimísimo folk-pop resultaba casi revolucionaria. Y eso, en un entorno que a priori puede resultar la antítesis a su propuesta, es tarea de quienes ya vienen curtidos.
Que el cuerpo y las horas nos comenzaban a pasar factura era una realidad. Prácticamente habíamos tachado a todas y cada una de las bandas que por allí pasaban, entre las que incluyo a Paco Moreno, Cariño o Benny Sings, que nos dejaban un muy buen sabor de boca y mantenían en plena altitud el nivel demandado. O lo que venía era un plato muy fuerte o corríamos el riesgo de caer. Y así, pasadas las doce de la noche y como si las leyendas se hiciesen realidad, Viagra Boys abrían la puerta a una nueva dimensión.
Ellos, además, fueron los únicos en no permitir el paso al escenario principal durante su prueba de sonido. No es de extrañar: los de Estocolmo elevan la experiencia al siguiente nivel. Sonaba ´Ain’t nice´ y confirmábamos que estábamos ante la mejor actuación de todo el festival. Y ya no solo porque su cantante, Sebastian Murphy, en su pose de resaca continua y bailes esperpénticos se revuelva y retuerza (literalmente) sobre el escenario sino por algunas de las bestias que lo rodean, como ese Henrik Höckert y el aplomo que sostienen a sus constantes líneas de bajo o el saxofón crudísimo de Oskar Carls.
La caricaturesca y satírica aura que envuelve su punk -aunque da más de si la cosa-, aún toma más fuerza en su último álbum Welfare Jazz, que tuvimos la suerte de degustar en este show corrosivo pero tremendamente divertido. Y aunque estábamos ante el verdadero espectáculo, fue necesaria e inevitable la referencia al reciente fallecimiento de Benjamin Vallé -quien fuera guitarrista y cofundador de la formación-. En honor de quién brindamos a petición de Murphy antes de escuchar ´Just like you´: “He would’ve loved to see you all here and be here. He was the sweetest, nicest man and a brave guitarist and he loved to party. Raise your glass for Benis”. Como él mismo lo hubiese querido, la fiesta debía continuar. Y bien que lo hicimos.
Con el subidón de Viagra Boys encima, nos disponíamos a descubrir a Remi Wolf. Para ello, tuvimos que esquivar la charanga que los Mainline Magic Orchestra habían montado en las afueras. Ellos fueron parte de ese micromundo nonstop que se nos ofrecía desde el escenario Excálibur y al que aquí una renunciaba con cierta culpabilidad.
Tener a Wolf enfrente no es algo a lo que una opte todos los días. Prácticamente recién aterrizada desde los EEUU, la californiana hizo tal despliegue de medios que en mis notas solo podía subrayar el verdadero honor que era poder disfrutarla. Con semejante voz y esa manera de comerse las tablas bien merece ser proclamada reina y señora.
“Gracias por contar conmigo” decía en un tímido español con el agradecimiento y frescura de quien todavía no ha tenido tiempo para quemarse en los escenarios para a continuación, rugir desde la más absoluta fiereza. Era inevitable no caer rendida ante ese virtuosismo funk-pop con el que nos presentaba temas como ´Wyd´ o ´Grumpy old man´ de su álbum debut Juno a la vez que recorría versiones como “Crazy”. Absolutamente empoderante.
El reloj nos advertía de un final que venía pisándonos los talones pero que nos regalaba a un Pa Salieu pletórico que ofrecía su segunda actuación en España -la primera tan solo un día antes en Barcelona-. Sabiéndose uno de los nombres con mayor proyección en UK, el rapero gambiano-británico hizo delicias para quienes aguantábamos en esta última ofensiva.
Si bien el último en caer era Unai Muguruza, hay quienes izamos la bandera tras ver a unas Hinds que resistían arduamente en el combate.
Era momento de despojarnos de corazas, abandonar esta fortaleza y prepararnos para un nuevo periplo. No con la satisfacción de quien siente la victoria, sino con el orgullo de quien se sabe conocedor de una nueva era.
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