La edición 2018 del Primavera Club, celebrada al mismo tiempo en Barcelona y Madrid, sirvió como un excelente aperitivo cara al Primavera Sound (del 30 de mayo al 1 de junio) cumpliendo con su función de descubrir a nuevos artistas nacionales e internacionales con apenas un puñado de referencias. Más allá de que unos cuantos nombres se ganaran por derecho un hueco en la alineación del Primavera Sound, esta edición se recordará por el contraste entre la pujanza de la música urbana y las propuestas que encajan en la etiqueta “indie-rock”. Y estas son las conclusiones...
Viernes
Derby Motoreta’s Burrito Kachimba mostraron la cara más rocosa de esa kinkidelia que han acuñado, que en directo, para qué mentir, no es excesivamente kinki ni excesivamente delia. Pero funcionar funciona. Consiguen exactamente lo que buscan: dar una vuelta de tuerca a la herencia Triana/Smash, envolviéndola en stoner rocoso, hard rock y garage fuzzero, que apela tanto a los seguidores originales como a quienes se acercan desde un bagaje más cercano -pongamos- a Ty Segall y compañía. (Darío García Coto)
Conttra estrenaron la sala grande de Apolo vestidos como los Arctic Monkeys actuales pero sonando como Franz Ferdinand de 2005, y salieron a reivindicar que las guitarras y el rock no están muertos. El cuarteto barcelonés se encontró un público frío y con poca cerveza en el cuerpo, pero aun así se mostraron confiados en una actuación que fue in crescendo. Decidieron dejar de seducir al público y darle la espalda para rodear y tocar a la vez la batería, y así se ganaron a los escasos asistentes para hacer un notable y cañero remate del concierto. (Ignasi Estivill)
Años atrás hubiese sido impensable. Pero ahora mismo los vientos del Caribe soplan con tanta fuerza que ya no es un rareza que Orquesta Akokán (“corazón” en idioma yoruba), una banda de género (ni mixturas con teclados, ni pregrabados, ni electrónica), pueda revolucionar un festival de showcases en Barcelona. Es tal la compenetración, y por tanto la velocidad y la expansividad del boogaloo y la salsa primigenias de estos experimentados músicos cubanos, que la Apolo se les quedó pequeña desde el principio. Que el PS les dé un Ray Ban y que conviertan el lugar en una gran sala de baile caribeña. (Yeray S. Iborra)
Goa
Gnod y su inseparable muro de sonido acabaron siendo más predecibles y menos impenetrables de lo que pretendían. No es difícil rastrear sus influencias ni descodificar su discurso: las cartas están sobre la mesa en el minuto uno, y a partir de ahí, cero sorpresas. En cierto modo, y más aún después del recital de la Orquesta Akokán, fueron sintomáticos de un discurso que ha tocado hueso en esta edición del festival (y que da la impresión de que se cree más intelectual de lo que es). (DGC)
Quizás haya que culpar a las expectativas, pero Tirzah dejó una sensación agridulce a la hora de presentar Devotion (Domino, 18) en el Primavera Club. Superó el que probablemente fuera su mayor desafío a la hora de encarar el directo, trasladando a la perfección las atmósferas que Mica Levi -productora del disco, que subió al escenario con ella- imprime a los cortes, pero se echó en falta algo de valor añadido sobre el escenario (y algo menos de inmovilismo por su parte). Eso sí, la materia prima sigue siendo excepcional. (DGC)
Había también ganas de ver a Goa, ahora mismo -y casi de repente- abanderado del emo rap estatal. Y de momento necesita repensar el directo, que arrastra todos los malos hábitos de la escena y peca de falta de presencia sobre el escenario y -paradójicamente- emotividad, si quiere seguir llevando esa corona mucho tiempo (sobre todo si se le compara con sus homólogos yankis). Manny ElDomi tampoco brilló en exceso, pero supo encarnar mejor el trap oscuro y sucio que representa. Si sus próximas referencias le avalan puede ser uno de los principales relevos de la escena. (DGC)
Altin Gün
Boy Pablo salió de su habitación y enamoró al público de la sala grande con su sencilla formula de pop de atardecer de verano. Un grupo de jóvenes amigos no especialmente talentosos pero que consiguieron que sus empalagosas letras fueran recitadas a la perfección por los asistentes, y que además, bailaran durante todo el concierto. Los noruegos metieron mucha más caña de la esperada, hasta versionaron a Guns N’ Roses y Survivor, y aquí sí que las guitarras hicieron saltar a todo el Apolo. (IE)
Jimothy Lacoste divirtió a toda la sala grande con su hip-hop doméstico. Un artista con un flow y gracia natural, que parecía un alumno de Hogwarts expulsado por ser demasiado listillo y simpático. Con un sonido popero pero labia de rapero, el joven británico brilló en la noche del viernes -I Can Speak Spanish fue un hit absoluto- y tanto sus bailes como sus audiovisuales fueron hipnóticos y graciosos a partes iguales para el público. (IE)
Ya habían dejado boquiabiertos al público francés en el pasado Rencontres Trans Musicales de Rennes, el principal festival de nuevos talentos en Europa, e hicieron lo propio en Barcelona. Altin Gün son unos encantadores de serpientes que tiran de clásicos de la música turca (Neşet Ertaş, por ejemplo) y encima lo mezclan con neopsicodelia de la que gasta Jacco Gardner. Eso es así gracias a la diversidad de los miembros de la banda, los hay holandeses y también, claro, otomanos, y al plus de fuerza (¿rock bastardo del bósforo?) de su directo. Sobre el escenario superan con creces sus producciones de estudio. La última, On (Bongo Joe Records, 18). (YSI)
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