Pretenders era otro de los nombres con estatus de banda clásica confirmado para la edición en curso de Noches del Botánico. Una de esas que encajan a la perfección en el perfil del festival y que, además, son capaces de disfrutar (y motivarse) especialmente con un entorno como el que envuelve al ciclo en cuestión. Era obvio, por tanto, que el público de la vieja guardia no tardaría demasiado en agotar entradas para la cita, independientemente de que la excusa oficial fuese la presentación de “Relentless” (Parlophone, 23) y con la intención de reverenciar a Chrissie Hynde. Y es, precisamente, en torno a la figura incorruptible de Hynde en torno a donde orbita todo el concierto.
No porque la británico-americana reclame el protagonismo musical, cedido con confianza a esa joven banda de tres miembros capaz de levantar un sólido muro de sonido que ampara la propuesta, sino porque su carismática aura a la antigua usanza permanece intacta y aún hoy continúa generando un casi palpable magnetismo. Luces sencillas y una pantalla que acogerá el logo inamovible del grupo (escrito “PRETENDERZ”) sugieren que el cuarteto apuesta todo a ese concierto de rock en crudo que acontece sobre las tablas, evitando un exceso de adornos lumínicos o cualquier otra pirotecnia. Un desarrollo orgánico de los de toda la vida, al amparo de una segura base rítmica y un guitarrista como James Walbourne, de enorme protagonismo y tan evidentemente excepcional como en ocasiones empachoso y regodeado en virtuosismo.
Los actuales Pretenders –mezcla bien avenida de juventud y clasicismo– completaron una actuación siempre solvente y agradecida, aunque por el camino también algo inerte e irregular en cuanto a pegada y emoción (incluyendo unos bises pelín descafeinados), con picos de intensidad bien localizados en temas como “The Buzz” o “Junkie Walk”, a los que sumar clásicos del tipo de “Kid”, “Don't Get Me Wrong”, una intimista y emocionante “I'll Stand by You”, “Time The Avenger”, “Back On The Chain Gang” o “Bad Boys Get Spanked”. El reencuentro con una superviviente de la new wave ochentera y mantra inalterable como Chrissie Hynde derivó, en cualquier caso, en placer. Una satisfacción potenciada por ese sonido impecable que viene guiando Noches del Botánico y legitimada, en última estancia, por el todopoderoso efecto de la nostalgia.
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