2019 no es un año cualquiera para Mondo Sonoro y Plaza Sonora no podía faltar en nuestras agendas. En plenas celebraciones por su cuarto de siglo de vida, la revista volvía a liarse la manta a la cabeza para hacer posible la segunda edición del festival en Matadero. Doce horas de música en directo al aire libre para toda la familia (50.000 personas pasaron por Matadero según cifras oficiales) en la que el talento femenino y una música urbana y callejera con la que poder sentirnos representados se hicieron con todo el protagonismo. El evento se consolida afianzado en su idea original y manteniendo intacta la curiosidad, consciente de ser un escaparate ideal para todos esos proyectos efervescentes que luchan por lograr mayor visibilidad. Plaza Sonora se complementó además con varios talleres y exposiciones, como una fotográfica con las mejores piezas de los colaboradores de esta casa. También contó con un punto violeta para la prevención de la violencia machista, así como con el espacio de networking SheSaidSo.com, dirigido a las mujeres de la industria musical.
Tomaccos
La música estuvo presente en cada rincón desde el mediodía, sin descanso e incluso fuera de su contexto habitual dentro de un festival al uso. Así ocurría con los talleres de Fetén Fetén o con los shows a pie de calle de Tomaccos, buscando (y logrando) sorprender a través del swing y el charlestón de los años 20. Sobre los dos escenarios principales, del fin de fiesta bailando hasta la madrugada con Delaporte y Vintache al inicio a cargo de los siempre interesantes Le Voyeur o la hispano-estadounidense Marem Ladson se sucedieron grandes momentos, permanentemente cubiertos por un sol imponente. Corrían las dos de la tarde cuando Amparito saltaban escenario Sonora vestidas de chulapas para presentar las canciones de su primer disco, Clara oscuridad (Mont Ventoux, 2019). Agresivas, irónicas, divertidísimas, y con un agradecido público infantil botando en las primeras filas. La banda, feliz en la indefinición entre pop y punk, incluía un homenaje a la capital recuperando Todos los paletos fuera de Madrid de Séptimo sello. Al mismo tiempo, en el escenario Plaza, Papawanda comenzaba a poner la nota de color con temas como Un trozo, ante un público todavía reducido pero muy entregado, y que en adelante gozaría también con bandas como Muyayo Rif, metiéndose a la gente en el bolsillo con Comando Maravillas o un chotis algo especial, así lo introdujeron, que no era sino el siempre celebrado Bella ciao.
Che Sudaka
No les fue tan bien a Hijos del Trueno, quizá en el momento en el que más apretaba el calor y a una hora complicada para los asistentes. Y eso que había bastante expectación por ver en acción a esta nueva banda de canción tradicional mediterránea, formada por viejos conocidos como Pau Julià (Manos de Topo), Guillem Caballero (Surfing Sirles) o Pau Albà (Les Sueques). Resolvieron el concierto con elegancia y buen humor, con esa mezcla de rumba y folk tan particular. El día daba para descubrimientos tan agradables como los de Patio Rosemary, pop exquisito con trazas de rabia y grunge, recordando el 15M y dedicando con cariño a nuestros políticos canciones como Obey. Más tarde, Alpargata daban la nota en todos los sentidos, tirando de humor, de talento e incluso de amigos (el histriónico y genial Pedro de Mundo Chillón) para convertirse en una de las mejores bandas de las que pasaron por el escenario Plaza. Un escenario volcado durante buena parte del día a la fusión y al mestizaje, con la presencia de grupos y artistas contrastados como Chiki Lora (ex Canteca de Macao) o Che Sudaka, que rememoraban sus primeros años en Barcelona como inmigrantes ilegales tocando Sin papeles con lo mínimo (guitarra, voz y palmas). Poco después, de la mano de Los 300, música latina y jazz funk con miembros de Eskorzo, llegaría una de las sorpresas del día, invitando a cantar con ellos a un clásico de la escena, Macaco.
Entre tanto, el escenario Sonora, más pequeño y de ambiente familiar, seguía ofreciendo una buena muestra de músicas emergentes. Tras Amparito y Volver, dúo de electropop que presentaba Abril (Mad Moon, 2018), su primer EP, llegaba el turno de alguien a quien ya llevábamos siguiendo la pista un tiempo. MOW, el proyecto personal de Gabriela Casero, que llegaba a Plaza Sonora en formato reducido para repasar un repertorio plagado de electrónica sofisticada y dream pop. Resignada a no poder afinar la guitarra deslumbrada por el sol, pero igualmente capaz de transportarnos a Twin Peaks con temas como 17 y Lizard Party. La experiencia tornó minutos después al punk más desenfadado con Side Chick, power trío cosmopolita con estética ochentera que no necesitó apenas ni un tema para conquistar a los allí presentes, con actitud pero también con un sonido trabajado y consistente.
Side Chick
Avanzaba la tarde y todavía quedaban sorpresas, como volver a disfrutar de la experiencia salvaje que propone Crudo Pimento, incorporación de última hora al cartel debido a la baja de Quentin Gas & Los Zíngaros; o la música de extrarradio de Sweet Barrio. Con la presencia y soltura de Irene López y Maxi Jiménez es improbable no salir por la puerta grande, y así fue una vez más. Hablando un lenguaje real y negándose a definir su música en un estilo concreto. Además del recorrido por si repertorio habitual, el dúo nos adelantaba Chula, un tema que López ha grabado recientemente junto a La Excepción.
Dora
Llegábamos así al último tramo del día, con Sonido Tupinamba cerrado el escenario Sonora y Arco tomando el escenario Plaza. Llegaba así el turno de Antonio Arca, que hace poco inauguraba su carrera en solitario tras la disolución de los muy queridos El Puchero del Hortelano. Canciones optimistas, llenas de luz y más orientadas al pop. Poco después, un problema técnico grave con un diferencial retrasaba más de lo deseado el momento cumbre de la jornada. Pero llegó, y sin duda valió la pena. Con toda la atención puesta en el escenario principal llegaba la oportunidad de escuchar por primera vez en directo a una futura estrella. Dora, hija de Bimba Bosé, fuertemente influenciada por el r&b contemporáneo y con una presencia y actitud impropias de sus apenas 15 años de edad. Un repertorio algo reducido por necesidad que sirvió de sobra para comprobar su talento, ofreciendo varios temas propios (incluyendo Saving Star, su único single hasta el momento) y rindiendo tributo a Rihanna con una versión de su Desperado. A continuación el escenario se transformaba, llenándose de iluminación y efectos especiales para recibir a uno de los grandes reclamos de la jornada, Delaporte, directamente al grano y poniendo a todo el mundo a bailar con Cariñito y Ni un beso.
Plaza Sonora confirma su buena salud con una segunda edición que ha sabido adaptarse a la realidad de la calle, estableciéndose como un evento imprescindible dentro de unas fiestas de San Isidro de las que los madrileños pueden sentirse orgullosos. Música por y para todos. Podríamos acostumbrarnos a esto.
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