La XXV edición del Festival de las Culturas Pirineos Sur ha estado marcada por el cambio de dirección artística, la programación de figuras con gran éxito en el pasado y un ciclo llamado “África Futura”; aunque la mejor noticia es que el evento ha continuado con una excelente respuesta de público que ya comenzó el año pasado, tras unos años en los que notó un descenso en afluencia y en la calidad del cartel.
Las bodas de plata del festival arrancaron con parte del grupo encargado de abrir la primera edición de todas: Ketama. Juan y Josemi Carmona regresaron al escenario de Lanuza, donde ya triunfaron en el 92, y rescataron aquella joya de la fusión del flamenco y la música africana llamada “Songhai”. Para el directo contaron con la otra pieza fundamental del puzzle, Toumani Diabaté, y el resultado fue tan hermoso como lo es en el disco y, a pesar del frío al que tuvieron que hacer frente los músicos, fue uno de los recitales más hermosos y delicados que se vivieron en los siguiente 18 días. El mismo día, Duquende se acompañó de una banda de auténtico lujo para regalar un homenaje a Paco de Lucía tan emotivo como sobrio y profesional. Aunque los que abarrotaron el anfiteatro fueron los neoyorquinos Gogol Bordello, que con su infalible mezcla de música balcánica y rock hicieron a vibrar a un entregado público desde el arranque de la actuación. Poco antes, Artús calentaron motores con su post rock con influencias del folk francés, con resultado más que satisfactorios.
Con el ciclo “África Futura” se pretendió ofrecer una radiografía a los frescos sonidos que están surgiendo en en el continente negro y eso es lo que se pudo presenciar durante ocho días entre Lanuza y Sallent de Gállego; mucha mezcla de estilos sin complejos: Midnight Ravers demostraron que la electrónica y el hip hop no están discutidos con la canción tradicional africana; Spyrow y Djarabikan, fueron la cara visible de lo que se está cociendo en Costa de Marfil; Mbongwana Star confirmaron que es una de las mejores bandas de la música africana, con un pie en la tradición y otro en la vanguardia, y arrasaron; Songhoy Blues, patentaron que la música negra estadounidense por excelencia (el blues) es hermana de la africana; Batida yKonono Nº1 oficiaron una liturgia en la que el ritmo fue el protagonista; King Ayisoba y Bamba Wassoulou resultaron dos de las propuestas más tribales y auténticas del festival; Baaba Maal revalidó su condición de estrella con un concierto memorable; Mad Professor nos guió en un conciso recorrido de lo mejor del dub; un envejecido Alpha Blondy no quiso soltar su cetro de rey del reggae con un recital que recogió lo mejor de su carrera;Daniel Haaksman ejerció de DJ estrella de los sonidos más underground; y Batak se destaparon como una de las sorpresas de Pirineos Sur, con una actuación demoledora, mezclando ritmos electrónicos, hip, hop y mucha mala leche.
La última semana estuvo caracterizada por una programación en la que el riesgo fue el punto de común de todas las propuestas: Bnegao & The Selectores de Frequencia recuperaron la tradición brasileña mezclada con el rock en una actuación un tanto irregular; Niño de Elche volvió a sorprender al personal que su fascinante mezcla de flamenco y kraut rock de última generación; Jambinai se descubrieron como una de las más interesantes propuestas del post-rock con un concierto que quedará para el recuerdo por su intensidad; y Temenik Electric fueron más disfrutables en su faceta electrónica que en la rockera, pero ofrecieron buenas momentos.
La noche del viernes 29 se programó otra novedad, “Latido Latino” la jornada más festivalera: más de seis horas de música con cuatro bandas, con el fin de ser una muestra de los nuevos sonidos de sudamérica; una gran propuesta pero que tuvo resultados irregulares. Chancha Vía Circuito abrieron con una interesante fusión de sonidos tradicionales de la tierra con la producción de hoy en día, pero que quedó deslucida por un (todavía) público escaso. Rumbanamá era una de las grande incógnitas de esta edición, un proyecto con casi 30 músicos que pretendía ser un gran homenaje a la rumba cubana, española y de El Congo. Surgieron momentos realmente brillantes pero se palpó que aún le falta rodaje; aunque puede dar muchas alegrías. Algo parecido les pasó a Cuban Beats All Stars: tienen buenos temas y cuentan con buenos músicos, pero aún así no se pudo evitar la sensación de cierta falta de energía. La jornada acabó a lo grande con Chico Trujillo. Sacrificaron la sutileza y delicadeza de sus discos para centrarse en su vertiente más festiva: les funcionó y el pantano se llenó de un público extasiado.
Aún faltaba la gran estrella de esta edición, Bunbury. Regresaba a Lanuza después de 16 años y se le esperaba con ganas. A pesar de un catarro que afectó a sus cuerdas vocales y casi le obliga a suspender el concierto, su show estuvo a la altura a lo esperado por los casi 5.000 fans, pero no fue el mejor concierto que puede entregar el maño. Aún así, un repaso a sus 30 años de carrera es algo a lo que es difícil resistirse. Cerraron la XXV edición Addictive TV, con una sorprendente sesión en la que mezclaron cualquier estilo y artista imaginable.
No podemos olvidar una de las grandes apuestas de esta edición: "Color Café"; un ciclo íntimo con artistas que se deben saborear en un recinto pequeño y adecentado para la ocasión, como lo fue el polideportivo de Sallent de Gállego. Las actuaciones de Bachar Mal-Khalifé, Maria Arnal y Marcel Bagés y el trío Yorkston Thorne Khan, fueron de las más delicadas y gozosas de Pirineos Sur. Esperemos que ese espíritu de riesgo y tradición no se pierda en próximas ediciones.
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